sábado, 23 de diciembre de 2006

¿Una Nochebuena entre rejas?

Si no lo remedia una súbita decisión del juez Del Olmo, un cambio de criterio de la Fiscalía o un milagro económico de última hora, dos policías honrados pasarán este año la Nochebuena lejos de sus familias. El único delito que se les imputa es el de haber hablado con un periodista de EL MUNDO, como seguimos recordando al pie de nuestros editoriales.

Si cada día incluimos esta letanía no es sólo porque consideremos que el magistrado de la Audiencia se ha ensañado con ellos imputándoles sin pruebas, encarcelándoles sin motivo e imponiéndoles una fianza a todas luces desproporcionada. Es, principalmente, por lo mucho que todos nos estamos jugando en este envite. Porque el proceso kafkiano que sufren desde hace 23 días Celestino Rivera y Antonio Parrilla es en su esencia un aviso a todos aquéllos que tengan la tentación de denunciar cualquier irregularidad dentro de la Policía, tenga o no relación con el 11-M. Como en el caso de los peritos, cualquiera que se decida a denunciar tramas de corrupción en el seno del Cuerpo ya sabe que le espera un calvario semejante.

Por si fuera poco el trato vejatorio al que les ha sometido Del Olmo -que pese a haberse inhibido les mantiene la prisión y la fianza-, EL MUNDO ha podido saber que el Ministerio del Interior ha suspendido además de empleo y sueldo a los dos policías. La decisión es un escándalo por sí misma, pero aún más si tenemos en cuenta que los policías condenados por falsedad y detención ilegal en el caso Bono no han sido sometidos por el momento a ninguna medida disciplinaria.

A la luz de tamaña injusticia, conviene recordar lo ocurrido con Vera y Barrionuevo, que fueron indultados parcialmente e in extremis por Aznar en diciembre de 1998 para que pudieran pasar las Navidades en casa. Las diferencias entre un caso y otro son sonrojantes: ni la decisión depende ahora del Gobierno ni Parrilla y Rivera han sido condenados en firme a 10 años por el secuestro de una persona. Por eso es aún más injusto que continúen en prisión y por eso Del Olmo debería reconocer que se equivocó y dejar que puedan pasar la Nochebuena al lado de los suyos.

Editorial de El Mundo, 23-12-2006

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