domingo, 31 de diciembre de 2006

¿Otro trágico accidente, Señor Presidente?

Cuando escribo estas líneas, parece confirmarse que el atentado de la pandilla de canallas se ha cobrado dos víctimas mortales, cuyos nombres desconozco, pero que de confirmarse pasarían a engrosar la larga lista de muertes provocadas por los asesinos de la mafia etarra. ETA no ha avisado, ha utilizado el máximo poder destructivo, lo ha hecho unilateralmente y de común acuerdo entre ellos, es decir, sin escisiones dentro de la estructura de la banda. ETA ha roto el alto el fuego, lo ha hecho sin un comunicado previo advirtiendo de sus intenciones... nunca antes había actuado así pero ¿qué puede esperarse de unos asesinos despreciables?

Pero, sobre todo, ETA ha reaparecido en toda la extensión de su actividad criminal y lo ha hecho al día siguiente de que el presidente del Gobierno, el señor Rodríguez Zapatero, compareciera ante los medios y afirmara que en lo que respecta al proceso de paz el año que viene será mejor que este que acaba... y añadiera eso de que estamos mejor con alto el fuego que sin alto el fuego, y se atreviera a calificar de “trágicos accidentes mortales” los asesinatos cometidos por la pandilla de canallas. ¡Muy oportuno, señor Zapatero!

ETA no ha tardado ni veinticuatro horas en responder a su rueda de prensa de ayer: aquí son ellos, los asesinos, los que mandan, y lo hacen a su manera, es decir, sembrando caos, miedo, destrucción, terror y muerte allá donde ellos quieren hacerlo. ETA es una mafia, su comportamiento es el de una mafia, y no sabe vivir de otra manera que no sea la extorsión y el terror. Y el problema, señor Zapatero, es que usted ha pretendido engañarles, se ha creído con capacidad suficiente como para derrotar la banda por sí mismo, mediante la cesión y la capitulación. Pero cuando ha sido evidente que incluso para usted era imposible retorcer el Estado de Derecho para que la banda alcanzara todos sus objetivos, ETA no ha dudado en volver ha hacer lo que mejor sabe: despreciar la vida humana, la libertad y la Democracia. No sé, señor Zapatero, lo que va a decir usted cuando comparezca ante la opinión pública, un día después de haber expresado un verdadero torrente de optimismo sobre ‘su’ proceso de paz, pero ya da igual, porque, señor Zapatero, ha perdido usted cualquier resquicio de credibilidad que pudiera quedarle.

Lo peor de esto, señor Zapatero, es que hace tres años ETA estaba completamente acorralada, reducida a la mínima expresión en su estructura político-militar, desabastecida, asfixiada económicamente... En estos tres años de su Gobierno, y sobre todo en estos nueve meses de falsa tregua, como ya ocurriera con la tregua-trampa anterior, ETA se ha fortalecido, se ha rearmado a pesar de que su Gobierno haya querido ocultarnos la evidencia, ha recaudado dinero, ha reclutado a nuevos terroristas y se encuentra en situación de volver a reeditar los peores años de su sangrienta cruzada de muerte y destrucción porque, a pesar de lo que han pretendido vendernos, ahora ETA ya no es un queso gruyere debido a las infiltraciones policiales... Usted sabe, tan bien como yo, señor Zapatero, que hoy ETA vuelve a ser una organización armada plenamente operativa y limpia de ‘topos’, porque ese ha sido uno de los precios que ha pagado este Gobierno para obtener nueve meses de supuesta tranquilidad, y digo supuesta porque la realidad ha sido bien distinta: se ha recrudecido la kale borroka, volvieron los seguimientos, se le dio una vuelta de tuerca a la extorsión, y se practicó el rearme y el reclutamiento.

¿Por qué nos han engañado, señor Zapatero? ¿Por qué nos han ocultado la verdad de lo que estaba pasando? ¿Qué esperaba usted de la pandilla de canallas, o qué les debía? ¿Por qué ha sido usted capaz de rebajarse hasta llegar a la indignidad de calificar los atentados viles de la banda comno “trágicos accidentes mortales”? ¿Qué mensaje le estaba enviando a la banda terrorista y al que ésta le ha respondido del modo en que lo ha hecho? Escribí un día en estas mismas líneas que los responsables de los actos terroristas sólo son quienes los cometen, pero usted, señor Zapatero, tendrá que dar muchas explicaciones a la opinión pública de por qué ha permitido que volviéramos a esta situación, con una ETA fortalecida y, según parece, dispuesta a volver a sembrar de muerte y destrucción nuestro futuro. Usted había fundamentado esta legislatura en el diálogo con ETA, en la supuesta negociación para alcanzar la paz... Había generado unas expectativas sin precedentes, y alimentado una vana ilusión en una parte muy importante de la ciudadanía de este país. Ahora, esas expectativas, esa ilusión, han muerto producto de la bomba, de esa misma bomba de cuyo silencio se congratulaba usted el viernes por la mañana... ¡Qué triste y dramática paradoja!

En tres años, señor Zapatero, y producto de su necesidad de pactar con ETA lo que fuera, ha conseguido usted desterrar de este país todos los valores sobre los que cimentamos la Transición y la consecución de una democracia liberal. Le recordaré algo que escribía para este fin de semana y que he tenido que levantar obligado por la actualidad: su proyecto, señor Zapatero, es justo lo contrario del proyecto hispanista de Cervantes, es la cruz de la cara de una España cervantina, definida por Julián Marías como una España para la que “el hombre ha sido siempre persona (...); ha entendido que la vida es misión, y por eso la ha puesto al servicio de una empresa transpersonal; ha evitado, quizá hasta el exceso, el utilitarismo que suele llevar a una visión del hombre como cosa; ha tenido un sentido de la convivencia interpersonal y no gregaria, se ha resistido a subordinar el hombre a la maquinaria del Estado; ha sentido la vida como inseguridad, no ha creído que su justificación sea el éxito: por eso la ha vivido como aventura y ha sentido simpatía por los vencidos. La obra en que lo español se ha expresado con mayor intensidad y pureza, la de Cervantes, respira esta manera de ver las cosas”. Y esto es así, entre otras cosas, porque usted compartía el proyecto secesionista y anti-español del nacionalismo radical, el mismo nacionalismo que alimenta la justificación de lo que ETA hace.

Dimita, o convoque elecciones anticipadas lo antes posible, pero no siga usted estropeando más la obra que empezamos a construir juntos en 1978. Fruto de ese espíritu de consenso fue el pacto entre el PP y su partido que permitió acorralar a los asesinos hasta hacerlos casi desaparecer... ¡Cuán engañados estábamos entonces, cuando usted ofrecía ese pacto y al mismo tiempo autorizaba ya los primeros contactos con la banda a espaldas de la sociedad española! Nunca quiso usted caminar sobre la senda del consenso constitucional y la unidad de los demócratas frente a los enemigos de la libertad, no lo quiso entonces y no lo ha querido ahora, y por culpa de esa actitud nos tenemos que lamentar del primer atentado grave de ETA después de mucho tiempo pero, sobre todo, de lo que vendrá a partir de ahora.

¿Qué hacemos ahora, señor Zapatero? ¿Seguimos dándole a ETA lo que pide? Porque de usted ya ha conseguido bastante: ha conseguido tiempo para rearmarse y reorganizarse, ha conseguido debilidad de la Justicia, ha conseguido internacionalizar su conflicto, ha conseguido desunir a las fuerzas democráticas, ha conseguido indolencia policial, ha conseguido fondos gracias a la extorsión, ha conseguido presencia de nuevo en las calles del País Vasco, ha conseguido alimentar los sentimientos nacionalistas hasta el paroxismo de manera que su programa de máximos vuelve a ser hoy la referencia para el final de la violencia, cuando hace muy poco ese programa no era ni siquiera planteable...

Hay muchas cosas que decirle, señor Zapatero, pero habrá tiempo para hacerlo tras la resaca de esta tragedia. Supongo que hoy no será para usted un buen día, pero tampoco lo és para los centenares de afectados por el atentado, los heridos y, sobre todo, para la familia de esa más que posible víctima mortal si es que se confirma. Hoy no es un buen día para la democracia, ni para los españoles, ni para la convivencia en general. Hoy solo es un buen día para los que viven del terror. No siga usted por este camino, y si no es capaz de volver a donde nunca debió de salir, deje que lo hagan otros.

Federico Quevedo
El Confidencial Digital, 30-12-2006

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