miércoles, 9 de diciembre de 2009

Haidar y el espejo roto. Por Ignacio Camacho

EL desafío suicida de Aminatu Haidar, tan digno como intransigente, ha vuelto a colocar al Gobierno español ante el espejo roto de sus contradicciones respecto al Sáhara y ha delatado bruscamente la medrosa y contemplativa flaqueza que esconden las relaciones «de buena vecindad» con Marruecos. Situado por el envite terminal de la activista saharaui en la tesitura de elegir entre la razón moral y la razón de Estado, el zapaterismo se enreda en balbuceos diplomáticos sin encontrar una salida airosa ante el doble pulso de un aliado desleal y de un extremo arrebato individual de coherencia y coraje. Todas las componendas políticas de complacencia con el régimen marroquí han quedado desnudas ante la apuesta radical de quien no tiene que perder más que la vida; jugando al límite de la victoria o la muerte, Haidar ha hecho saltar la retórica del buenismo humanitario y los discursos contemporizadores con el falso amigo africano.

La suerte final de la vida de Aminatu es responsabilidad suya en primer lugar y de Marruecos en segundo. En ese sentido, España no constituye más que la depositaria de un problema ajeno y sobrevenido que ha gestionado con la torpeza de costumbre. En esta crisis el Gobierno sólo es reo de su habitual incompetencia, agravada por una insólita ingenuidad, y de su doble juego: apoyo a la causa polisaria por un lado y por el otro obsequiosa benevolencia con el despotismo alauita. La autocracia marroquí cuenta con la ventaja de la servidumbre feudal de su estructura política, sin oposición que contradiga su arbitrariedad ni opinión pública que reclame explicaciones. Pero es a esa arrogante tiranía a la que Zapatero ha mostrado una apocada timidez llena de zalameros requiebros que han obtenido la respuesta desdeñosa de una crecida de amenazas; Marruecos aprieta porque se siente fuerte y huele el miedo al otro lado del mar. La vida de Haidar le importa a Mohamed VI lo mismo que la de sus súbditos. Menos que una higa del desierto.

En medio de este enredo de intereses cruzados Aminatu se muere, o se deja morir con la exaltada convicción de quien se sabe símbolo de una causa. Su determinación ha hecho trizas la ficción de la doctrina zapaterista del apaciguamiento y ha abierto una brecha en la solidaridad de la izquierda con el Polisario. Plantada en el aeropuerto de Lanzarote con su silla de ruedas y una obcecada vocación sacrificial, esta mujer ha levantado un muro de terquedad ante el que se estrella el errático azacaneo de Moratinos mientras el presidente esconde el bulto para evitar enfrentarse a su propia ambivalencia. Lo que no puede ocultar es el recuerdo de sus humillantes concesiones a De Juana Chaos. Su responsabilidad no es la misma, desde luego, pero si Haidar fallece será difícil evitar la ominosa comparación entre la diferencia de trato a un asesino y a una inocente.


ABC - Opinión

Agresión a la libertad. Por Juan Morote

Para la izquierda liberticida, el despedir a alguien no es bastante, lo verdaderamente importante para estos progres es lograr que el periodista díscolo no vuelva a encontrar ningún medio desde el que continuar ejerciendo su labor.

Los ciudadanos que tenemos un amor infinito a la libertad estamos harto acostumbrados a los atentados que sufren en sus personas, familias y haciendas los defensores de la libertad, en todos aquellos países en los que las dictaduras, más o menos encubiertas, son la forma de gobierno. De hecho, hace mucho tiempo que dejaron de sorprendernos, aunque nos sigan indignando los constantes atentados a cualquier forma de pensamiento alternativo en Cuba, Venezuela o Bolivia, y no digamos nada de los asesinatos sistemáticos y absolutamente silenciados en Occidente, cometidos por los regímenes de Irán, Korea o China. Lamentablemente el mundo libre no cobija a más de la séptima parte de la población mundial, si realizamos una estimación generosa.

Todavía nos duele más presenciar atentados contra la libertad en el mundo teóricamente libre. España, o lo que queda de ella, forma parte de ese mundo libre, al menos en hipótesis. Sin embargo, hemos asistido en los últimos años a un incesante ejercicio de acoso y derribo a aquellos periodistas que no se han plegado a las consignas del poder. Hablo del poder y no del Gobierno; ya que si el Gobierno es poder, no deja de serlo la oposición. En España, más originales que en ningún sitio, contamos con periodistas defenestrados mediante una actuación en cuadrilla perpetrada por el Gobierno junto a la oposición. Así, Federico Jiménez Losantos y César Vidal fueron víctimas de esta conjura, como lo fue en su día Antonio Herrero.

Ayer saltaba a la portada de los digitales la agresión sufrida por Hermann Tertsch. Nuestro compañero en Telemadrid y ABC ostenta el dudoso honor de haber sido despedido por el presidente del consejo de administración del medio para el que trabajó, en plena junta general de accionistas. El hecho se produjo hace poco más de dos años y medio, Jesús de Polanco (don Jesús del gran poder, como lo bautizara García), anunció en la reunión del órgano de gobierno de PRISA, el cese de Hermann Tertsch como periodista del diario El País. Pero claro, para la izquierda liberticida, el despedir a alguien no es bastante, lo verdaderamente importante para estos progres es lograr que el periodista díscolo no vuelva a encontrar ningún medio desde el que continuar ejerciendo su labor.

Exactamente a esta tarea se han lanzado los integrantes de la caterva mediática de la izquierda. Normalmente, los capos mafiosos de los años veinte solían encargar los trabajos más sucios, los más degradantes, al más acabado de sus matones, uno de aquellos al que si mataban o detenían, la organización no se resentía lo más mínimo. En este caso, han elegido a un sujeto ("muy bueno" en palabras de Gallardón) caracterizado por su irrelevancia en el share de pantalla para la misión de desprestigio y calumnia a Hermann Tertsch. Estos iletrados progres deberían saber que los micrófonos matan, que existe una gravísima responsabilidad de los presentadores, periodistas y comunicadores. Nuestros progres de diseño, con cámara, micrófono y papel a disposición, pueden haber sido tan responsables de la agresión a Tertsch como lo fue la Radio de las Mil Colinas de la matanza de tutsis en Ruanda en 1994.


Libertad Digital - Opinión

Haidar se muere. Por Gabriel Albiac

LARGA pereza de la ciudad, bajo su cielo lácteo de hielo indiferente y platino: así es cada año este paréntesis de inicio de diciembre, que anticipa, como en un laboratorio, el plácido abandono de los días navideños: nada existe, nada nos concierne en nada. Aminatu Haidar se está muriendo. Dejándose morir, es más exacto. Hay momentos extremos, en los cuales sólo puede llamarse vida al lúcido empecinarse en no vivir de cualquier manera, en negarse a vivir como arbitrariamente quieren imponérnoslo. Quebrar el alma y saber que nos la quiebran es más horrible que morir; aunque todos hayamos aceptado tantas veces ser rotos como parte del salario humillado de nuestro miedo. Nadie sabría, ante el primordial envite moral que lleva a alguien a juzgar mejor que esa humillación la muerte, nadie sabría, nadie debería -si un hilo de sensatez le queda en el cerebro- decir nada; valorar, aún menos. Sólo una compasión inviolable hacia aquel que sufre nos está permitida, en ese punto en el cual un humano toca la decisión más alta, la única verdaderamente sagrada, de su vida. El Albert Camus que, en 1942, formula que el suicidio es el único acto sobriamente serio y la sola cuestión filosófica que de verdad nos concierne a todos, da en el corazón de lo más hondo, de lo más grave en la ruda tarea de ser hombre.

Pero no es eso, no nos engañemos; no busquemos fingir consuelo metafísico a nuestras mezquindades. Lo que está sucediendo en el aeropuerto de Lanzarote no es un suicidio, es un asesinato. Retransmitido en directo a un público al que por igual marcan el morbo y la indiferencia. Si Haidar muere, habrá un autor. Aquel que hizo la continuidad digna de su vida imposible. A Haidar la está matando un implacable despotismo: el que rige el sultanato de Marruecos. Con un cómplice inocultablemente obsceno: el Gobierno de España. La frontera entre el suicidio y el asesinato es tenue. Los estoicos griegos sabían eso cuando veían en la muerte dada por mano propia, la última puerta por la cual salir cuando la vida se hizo insoportable. O, más brutal, el maestro Spinoza, que, en el siglo XVII, diseccionará el suicidio como el acta final de una derrota: al fin, todo suicidio es asesinato.

Deliberada maldad de quienes gobiernan Marruecos. Lógica también, no nos engañemos: Haidar sobra. Hasán II entendió muy bien, hace ahora treinta y cuatro años, la función identificadora entre el pueblo y su déspota que podía jugar la mitología nacional de un Sáhara marroquí. Jugó su baza en 1975, cuando todo en España transcurría por el filo del abismo. El dictador se moría aquí; nadie tenía claro nuestro inmediato futuro; lo que pasara al borde de un hosco desierto nos era infinitamente ajeno. Jugó el Sultán. Ganó. A expensas de la ONU. A expensas de la administración descolonizadora española, que incumplió el mandato de la ONU recibido. Y en esa emergente mitología nacional, el odio a los resistentes saharauis enmascaró miserias, hizo olvidar humillaciones, crueldad, corrupción sin límites: y el pueblo, el pobre pueblo, como siempre, como todos los pueblos en todas partes, amó al líder que le prometía un horizonte grande y odió a los pobres diablos que, en medio del desierto, osaban contraponer su deseo propio al de la majestuosa común grandeza. Y a lo largo de ya más de treinta años, la potencia descolonizadora no ha hecho nada. Que no sea halagar a aquel al que no supo oponer la fuerza material que le fuera formalmente encomendada. Así fue, así seguirá siendo.

Aminatu Haidar se muere. En este perezoso puente de frío cielo lácteo, ya casi navideño. Se muere. Nos da lo mismo. La matamos.


ABC - Opinión

Haidar no debe morir

Aminetu Haidar emprenderá acciones penales si se le intenta alimentar a la fuerza. Eso no debería ser óbice, sin embargo, para que el Gobierno procure evitar por todos los medios legales a su alcance un desenlace trágico. Situados ante un dilema como el que plantea este caso, es difícil defender que se contemple pasivamente la lenta agonía voluntaria de una persona, resignándose hasta que le llegue la muerte. Pero el problema se complica cuando comportarse como dicta la compasión choca con lo que, en apariencia al menos, exigen las leyes.

La jurisprudencia del Tribunal Supremo sólo permite alimentar a quienes realizan una huelga de hambre cuando se encuentran en prisión, al estimar que el Estado es responsable de la integridad de los condenados. Cabría preguntarse si la situación en la que se encuentra Haidar en el aeropuerto de Lanzarote es exactamente de libertad, puesto que el regreso a su país le fue impedido a la fuerza y también a la fuerza se la acogió en territorio español. Es probable que ninguna solución sea buena, y por ello este dramático conflicto exige enfrentarse a las convicciones últimas sin ninguna mediación. En nombre de esas convicciones, y aun admitiendo que puedan existir otras, Haidar no debe morir.


La simple existencia de este dilema obliga a preguntarse sobre la cadena de errores cometidos que ha permitido llegar hasta él. En el origen se encuentra, sin duda, una intolerable decisión del Gobierno marroquí, dictada sin intervención judicial pese a tratarse de un desproporcionado castigo y contraria a su legalidad interna y a la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Pero, lamentablemente, no ha sido la única. Para que Haidar embarcase en un avión de nuestro país y llegase al aeropuerto de Lanzarote, alguien desde España tuvo que autorizar que se vulnerase la normativa aérea internacional y la que rige el paso de la frontera española por parte de ciudadanos extranjeros, colaborando voluntaria o involuntariamente en el inaceptable castigo a Haidar. Quién fue y por qué lo hizo son preguntas que el Gobierno español debe responder cuanto antes, puesto que de la respuesta depende la responsabilidad que ha contraído.

Las declaraciones del Gobierno marroquí sobre el caso han incluido veladas amenazas al español en materia de inmigración e, incluso, de seguridad. Deberían ser desmentidas de inmediato, puesto que la inmigración clandestina es un riesgo para la vida de innumerables marroquíes, de cuya suerte Rabat no puede desentenderse, y la seguridad no es un interés español, sino un interés compartido, precisamente porque también lo es la amenaza. El destrozo en las relaciones que ha provocado el caso de Aminetu Haidar demuestra la debilidad de las bases sobre las que están construidas. Sea cual sea el desenlace de este episodio -y es preciso evitar que sea trágico- Rabat y Madrid deben retomar cuanto antes la vía del entendimiento sobre los intereses comunes y la de la negociación en los que son contrapuestos.


El País - Editorial

Los amargos frutos de una política débil

El presidente del Gobierno se está viendo desbordado por asuntos que hunden sus raíces en los principales conflictos no resueltos en la Historia de España.

ES COMO si la Historia estuviera llamando a las puertas de Zapatero. Sin que quepa achacarlo a la casualidad o a la mala suerte, sino a la debilidad estructural de la política exterior española desde 2004, el presidente del Gobierno se está viendo desbordado por asuntos que hunden sus raíces en los principales conflictos exteriores no resueltos por España y que ahora estallan todos a la vez. En las últimas horas, hemos asistido a cómo Marruecos tensaba la cuerda y amenazaba abiertamente a nuestro país a causa de la huelga de hambre de Aminatu Haidar -sin que el Gobierno español haya elevado la más mínima protesta diplomática-, a la retención durante varias horas de cuatro guardias civiles por parte de Gibraltar -que fueron puestos en libertad sólo después de que Rubalcaba pidiera disculpas al ministro principal-, y, finalmente, a la reivindicación por parte de Al Qaeda en el Magreb Islámico del secuestro de los tres cooperantes españoles capturados en Mauritania a finales de noviembre. El comunicado de un portavoz de la organización terrorista emitido por Al Yazira confirmó las sospechas del Gobierno español y del mauritano.

Aunque es necesaria cierta cautela, puesto que aún no se conocen las reivindicaciones de los secuestradores, todo indica que España ha sido puesta en el punto de mira de la cada vez más intensa actividad criminal de Al Qaeda en el Magreb. La obsesión histórica del terrorismo islamista con Al Andalus es más que una bravuconada cuando sus activistas se han trasladado de Afganistán o Irak a una zona tan próxima como el Norte de África. El portavoz de los secuestradores advirtió que hará llegar al Gobierno español las condiciones para liberar a los rehenes. Cabe preguntarse si después de esta agresión, Zapatero seguirá hablando de «terrorismo internacional» para no molestar, si fiará toda su acción exterior en la Alianza de Civilizaciones y si continuará sin considerar como una guerra la operación contra el terror en Afganistán. Ni con los islamistas radicales, ni con Marruecos -que se presenta como el muro de contención del radicalismo en el Magreb, aunque tampoco es un modelo de respeto a los Derechos Humanos, sino todo lo contrario- puede tener resultados positivos la diplomacia amable, si no se combina con la dureza en determinados momentos. En este sentido, resulta extraño y decepcionante que el PP se haya sumado a la decisión del Gobierno de no molestar a Marruecos, a pesar de haber deportado a Haidar, en contra de todo principio de legalidad o humanidad. Los consensos en materias de Estado no se pueden establecer a costa de lo que sea.

Por contra, el PP sí ha criticado con dureza la actuación del Gobierno -incurriendo en el exceso de calificarla como «traición» a la Guardia Civil- en la retención de cuatro agentes que llegaron hasta Gibraltar persiguiendo a presuntos narcotraficantes. Rubalcaba se apresuró a llamar a Peter Caruana para pedirle disculpas y aclararle que no era una «operación política». ¿Qué significa esta exculpación de una acusación que nadie ha formulado? El PP censura que los guardias civiles puedan ser sancionados, a pesar de que su actuación se ajustaba a las normas de la llamada «persecución en caliente», permitida por todos nuestros países vecinos. El incidente se produce días después de que la Royal Navy hiciera prácticas de tiro con la bandera española y meses después de aquella «foto de la vergüenza» en la que Moratinos posó ante el peñón uniendo sus manos con su homólogo británico y Caruana. En este caso, como en el de Marruecos, Zapatero ha dado la mano y le han cogido el brazo, sin que él haya protestado... ni siquiera de forma diplomática.


El Mundo - Editorial

Haidar / Perejil. Por José García Domínguez

Igual que aquel islote de la cabra y la mucha chanza progre, esa marroquí expatriada por Marruecos apenas supone otro test, un simple amago con tal de verificar a cuánto cotiza el aplomo de Zapatero en el mercado de la dignidad nacional.

Con excesiva frecuencia se pierde de vista que España y Marruecos son países vecinos sólo en el espacio, no en el tiempo. A decir de los geógrafos, ese reloj parado habita justo a catorce kilómetros de la Península. Se equivocan: la distancia real es de dos o tres siglos. Quizá más. La Edad Media es quien nos contempla de reojo ahí enfrente, y no sólo un simple sátrapa ansioso de legitimarse ante sus súbditos excitando bajas, lerdas pasiones tribales.

El medioevo, un territorio moral donde la vida humana posee un valor discutido y discutible, y términos como "opinión pública" designan sonidos huecos, significantes carentes de significado alguno. Un orden, por lo demás, que diluye la frontera entre patrimonio estatal y botín regio en un todo inextricable. Ante él, la España instalada en su feliz quimera posmoderna, ésa donde el poder prometeico del buenismo, motor y guía del compadreo de civilizaciones, ha obrado el milagro de eclipsar a la fuerza en tanto que argumento último de las relaciones internacionales.

De ahí, sin duda, que en el PSOE aún no hayan acertado a comprender que ese inopinado incordio, el caso Haidar, representa su propio Perejil. Como entonces, cuando tanto ellos como sus mozos de cuerda en la prensa izaron, jocosos, la bandera del enemigo, el Sultán está tanteando a España. Igual que aquel islote de la cabra y la mucha chanza progre, esa marroquí expatriada por Marruecos apenas supone otro test, un simple amago con tal de verificar a cuánto cotiza el aplomo de Zapatero en el mercado de la dignidad nacional. En algo, sin embargo, ha tenido suerte, y mucha, el presidente. A saber, los que ahora tiene al lado no son como él mismo. Por ventura, no.

Así, Rajoy jamás emulará aquella bajeza tan suya: plantarse en Rabat a espaldas del Gobierno de la Nación, por su cuenta y riesgo, para compadrear, sonriente, con el agresor de su país. Ahora, quiere socializar en una votación de las Cortes su mala conciencia por todas las banderas saharauis que habrá de tragarse ante el cadáver insepulto de esa mujer. Y la oposición, responsable, no lo va a dejar solo. Es la gran diferencia, lo que a la postre lo salvará. Porque por suerte –infinita– para él, Zapatero sólo hay uno.


Libertad Digital - Opinión

En manos de Al Qaida

LA confirmación de que Al Qaida en el Magreb Islámico es el grupo autor del secuestro de tres cooperantes españoles en Mauritania despeja una incertidumbre, pero abre otras que pondrán al Gobierno español en un nuevo banco de pruebas. Los márgenes de negociación con los terroristas islamistas son aún menores que con los piratas del Índico, porque Al Qaida sí busca beneficios políticos para una estrategia de guerra terrorista contra el Occidente democrático. No ha trascendido cuáles son las condiciones de los terroristas para la liberación de los secuestrados, pero es necesario prepararse para cualquier hipótesis, desde un secuestro breve a uno largo de desgaste; y, en cualquier caso, con un resultado incierto y preocupante. La acumulación del secuestro de los tres cooperantes españoles al de un ciudadano francés empeora la situación, porque, si las exigencias van a ser comunes para la liberación de los cuatro, España y Francia tendrán que ponerse de acuerdo en la respuesta, lo que puede ser difícil si el Gobierno español pretende tratar este asunto ignorando el contexto de amenaza global que promueve Al Qaida en el Magreb Islámico.

El movimiento terrorista de Al Qaida está en la frontera sur de Europa, demasiado cerca para obviarlo. Y se aprovecha de las debilidades y de las complicidades bien de los estamentos oficiales, bien de las poblaciones locales, para expandirse y debilitar a los gobiernos de la región y consolidar una plataforma para la extensión de la yihad por la restauración del califato, desde Pakistán a «Al-Andalus». No es posible seguir actuando como si el problema de Al Qaida estuviera encapsulado en la frontera afgano-paquistaní. Tan cerca está, que el Gobierno marroquí sabía bien lo que decía cuando velada pero inequívocamente amenazó hace pocos días a España con mirar a otro lado en materia de inmigración y terrorismo. La cooperación de los Estados de la región es imprescindible para atajar esta amenaza, porque la zona, particularmente el desierto del Sahel, sería incontrolable de otra manera para los países occidentales, cuyos gobiernos harían bien en recomendar a sus ciudadanos que no viajen a ella si no es bajo condiciones de estricta seguridad.

En los secuestros de Al Qaida no hay exigencias admisibles para un Gobierno democrático. Darles la baza de un secuestro exitoso sería propiciar otros más y actuar en contra de un principio elemental de seguridad solidaria con nuestros aliados.


ABC - Editorial

Ya empezaron Por Horacio Vazquez-Rial

El afán totalitario siempre genera falsos espontáneos que se ponen a patear a la gente por si acaso, por si hay quien no quiere abortar, ni dejar de fumar, ni que haya parados: por si se desvía, vamos.



Iba a pasar. Lo percibo desde hace rato. Le pegaron a Hermann Tertsch. Es el primero. No se dice por qué, nadie le explicó nada. Pero da la casualidad de que ocurrió poco después de que este periodista y amigo, hombre valiente, desterrado por ello del imperio Polanco, anunciara que se iba a querellar contra el pequeño Wyoming. La cosa se inició cuando Tertsch dijo en el Diario de la Noche que estaba dispuesto a matar a unos cuantos terroristas de Al Qaeda para liberar a los secuestrados españoles de Mauritania. Wyoming replicó en su magazine oficialista de la Sexta diciendo que así se inician las guerras. Tertsch, evidentemente, le estaba respondiendo al ex presidente autonómico, ex ministro, actual presidente de ese Congreso de los Diputados que ahora quiere sesionar en Palestina, ése, Bono, el que dijo que prefería que lo mataran antes de matar a nadie, toda una filosofía si se toma en cuenta que el hombre era entonces ministro de Defensa.

Ésa es la historia mínima. La máxima se remonta a hace unos noventa años, cuando los nazis empezaron a agredir a la gente por la calle, a incendiar el Reichstag para colgarle la culpa a otros, a romper escaparates de tiendas judías. O un poco antes, cuando los squadristi se lanzaron a la misma política, antes y después de la Marcha sobre Roma. Vivimos una democracia autoritaria, en la que los que ocupan el Estado desean en demasía perpetuarse en él. El afán totalitario siempre genera falsos espontáneos que se ponen a patear a la gente por si acaso, por si hay quien no quiere abortar, ni dejar de fumar, ni que haya parados: por si se desvía, vamos. Recuerdo que hace unos años comimos en Laredo, territorio amenazado por los euskaldunizadores forzosos, Iñaki Ezquerra, que ocificiaba de anfitrión, Tertsch y el que suscribe, rodeados de escoltas. El riesgo era ETA, una cosa definida, concreta, y los escoltas eran pagados por el Estado. Contra esto no podemos pedir protección oficial, pero lo que le ha pasado a Hermann nos va a pasar a unos cuantos: los piqueteros son así. No tienen amo reconocible, como Julius Streicher, porque les da vergüenza hasta a ellos asumirlos, pero están ahí y sirven a quien sirven. Hemos pasado una línea puesta por ellos, invisible en democracia, pero realmente existente cuando la democracia lo es sólo a medias.

El que toque el timbre a las seis de la mañana ya puede no ser el lechero.



Libertad Digital

martes, 8 de diciembre de 2009

Agreden brutalmente al periodista Hermann Tertsch

El director del Diario de la Noche de Telemadrid está ingresado en un hospital

Un desconocido le atacó por la espalda en el centro de Madrid y le rompió una costilla

El periodista Hermann Tertsch, director del informativo Diario de la Noche, ha sido agredido este lunes en Madrid. Un desconocido, al que el periodista no vio acercarse, se aproximó por detrás y le propinó una tremenda patada en mitad de la espalda.

Como consecuencia del golpe, que entre otros daños le ha supuesto la rotura de una costilla y encharcamiento pulmonar, Tertsch ha sido ingresado en un Hospital.

La agresión se produjo en la calle Almirante. Se ignora por el momento qué motivó el ataque y si está relacionado con las polémicas protagonizadas en las últimas semanas por el conocido periodista.

Hermann Terstch saltó en los últimos días a la actualidad y se convirtió en objeto de debate, después de que Wyoming le convirtiera en un "asesino" en un videomontaje por unas declaraciones del periodista que no gustaron al humorista de La Sexta.

Tertsch anunció su intención de demandar a Wyoming, a su productora y La Sexta por lo que considera "una canallada" que no puede quedar impune.

"Ponerme de asesino en televisión, como ha hecho, sobrepasa todas las líneas rojas".


Periodista Digital

¿Quiénes son los fanáticos?. Por Cristina Losada

Ahí tenemos su definición, precisa y clara como el agua: fanática es la persona convencida de que, en un centro escolar español, su hijo tiene derecho a hacer en español los exámenes.

Una niña de 10 años suspende los exámenes por culpa del fanatismo de su padre. ¿Cómo dice? Es lo que viene a sostener, a instancias del diario El Mundo, la dirección del colegio público Sánchez Guarner de Valenciasobre el caso de Natalia Santacreu. La alumna responde en español a las preguntas escritas en valenciano, y esa licencia que se permite resulta intolerable a ojos de su maestra y de quienes dirigen el centro con fervoroso celo lingüístico. Para más, tiene la mala suerte de ser aplicada y sacar buenas notas en la asignatura de valenciano. Infortunio, en efecto, pues de ahí infieren sus profesores que es capaz, si quiere, de contestar en la vernácula y que no lo hace por instrucciones de su padre, el fanático.

Una desconocía que un colegio pueda expedir dictámenes de fanatismo sobre los padres de los alumnos con mayor premura que certificados de estudios. Pero ahí tenemos su definición, precisa y clara como el agua: fanática es la persona convencida de que, en un centro escolar español, su hijo tiene derecho a hacer en español los exámenes. Que se trate de la lengua oficial del Estado, cooficial en su comunidad autónoma y común de los españoles, nada importa a los "normalizadores" devotos. Digo mal, importa y mucho. El español, justamente, es el idioma a proscribir. Le darían más facilidades a Natalia si su lengua materna fuera el urdu o el árabe o el mandarín. Pero en español, ni la hora.

La identidad valenciana, la única y verdadera, pende de hilo tan frágil que se ha hecho imprescindible castigar a una buena alumna, propinarle sesiones de lavado de cerebro y amenazarla de expulsión. Pero, ojo, que los fanáticos no son los profesores que actúan de tal modo con una niña, sino el padre que insiste en reclamar un derecho individual sin respeto alguno por los derechos de las lenguas. Puro delirio, anteponer la persona al idioma, la identidad individual a identidades colectivas fabricadas. ¿A quién se le ocurre? Máxime en Valencia, cuyo presidente, Francisco Camps, ha negado siempre la existencia de cualquier conflicto por su política lingüística. Y es que, según la lógica perversa que rige en España desde hace décadas, los conflictos no los causa la imposición, sino quienes se resisten a plegarse. ¡Fanáticos!


Libertad Digital - Opinión

¿12-D contra qué empresarios?. Por Andrés Aberasturi

No es fácil entender la gran manifestación que preparan los sindicatos para el 12-D. Trenes a su disposición, medias dietas para los que se apunten y todo con un objetivo por lo menos polémico: advertir a los empresarios para que no se aprovechen de la crisis.

Vista la cosa desde fuera, suena a disculpa, a amaño, a jugarreta de unos dirigentes que, como no quieren enfrentarse a su mejor aliado, el Gobierno, tienen que abrir una válvula de escape por donde liberar de la presión de un paro que no cesa y un malestar que va en aumento. Hasta ahora esas cosas las ha pagado siempre el gobierno de turno y si no, que se lo pregunten a Felipe González, sobre todo, pero también a Aznar. Se ve que el mundo cambia y que falta lo que falta para plantar cara a quien sea como hicieron en su tiempo un Marcelino Camacho y, muy especialmente, un Nicolás Redondo que se la jugó con su propio partido en el poder y luego pasó lo que pasó en una de las venganzas más tristes de la historia del socialismo. Pero eso ya no se lleva. Resulta infinitamente más cómodo y menos expuesto fletar autobuses y repartir bocatas/media dietas para que los empresarios sepan de la fuerza sindical. ¿Pero qué empresarios, compañeros? ¿De quién estamos hablando o contra quién exactamente nos manifestamos?

Lo del empresario gordo fuma puros azote de la famélica legión obrera, ya no cuela. Aquí el gran empresario por número de trabajadores contratados, es la Administración, las administraciones, pero esas ni tocarlas, no vaya a ser que terminemos como Nicolás Redondo. También están las grandes multinacionales que no parecen muy por la labor de asustarse por más trenes que se llenen porque en un mundo global, lamentablemente, les sobran las ofertas para localizar sus fábricas y si miento, que se lo pregunten al ministro de Industria y a los comités de empresas de algunas automovilísticas. Las multinacionales salen en las portadas de los periódicos, pero son pocas. La inmensa mayoría del empresariado español -como muy bien saben los sindicatos- no tiene líneas aéreas sino talleres, tiendas, bares, pequeñas naves en polígonos industriales, líneas de crédito que ahora se les cierran y conocen a sus trabajadores y hasta a las familias de sus trabajadores. Eso son los empresarios que cubren el 80 por ciento del empleo en España y que no tienen ni la capacidad para hacer un ERE.

Estas cosas conviene decirlas claramente, habrá que advertir que ellos son nuestro objetivo, que son esos pequeños y medianos empresarios a los que queremos acojonar el 12-D, compañeros, pocas bromas con esto de las manifestaciones que la cosa es muy seria. Porque esconderse tras ese genérico "empresario" no es de recibo, hay que explicar quién es quién en nuestra economía y quién puede aguantar una crisis como esta sin pestañear porque le vale con cambiarse de país y quién no tiene otra salida que echar el cierre al negocio o comerse su carné de autónomo. Lo que no vale, compañeros, es engañar al personal con media dieta para llenar vagones de tren sin dejar claros los objetivos. Eso ya lo hacia el franquismo y su sindicato vertical. Y si falta lo que falta para enfrentarse al Gobierno, pues mejor quedarse en casa y esperar y no dejar al bar de la esquina sin camareros.


Periodista Digital - Opinión

Ya es hora de poner en su sitio a Marruecos

El Gobierno español tiene que emprender una dura ofensiva diplomática para obligar a Marruecos a respetar los derechos humanos y a permitir el regreso de Haidar a El Aaiún.

LEJOS de solucionar la situación de Aminatu Haidar, al Gobierno su debilidad se le ha vuelto como un bumerán. En un ejercicio tan cínico como surrealista, Marruecos amenaza a España con cambiar su política de inmigración por el «envenenamiento» de las relaciones a raíz de este caso. Es una amarga paradoja que la falta de firmeza de Moncloa no esté consiguiendo ninguno de sus objetivos: ni ayudar a Haidar -su vida corre grave peligro tras 23 días en huelga de hambre- ni mantener «buenas relaciones» con el país vecino, que, en palabras del propio Zapatero, es la prioridad al abordar el delicado asunto.

Pero no sorprende el desaire y la intolerable amenaza de Marruecos. Responde al mismo patrón de todos los regímenes despóticos, que, además de estar permanentemente instalados en la paranoia, creen que no hay mejor defensa que el ataque. Por ello, el Gobierno debe dar un giro de 180º a la forma en la que está gestionando esta crisis de la que pende una vida humana y pasar de inmediato a una ofensiva diplomática contundente. En este sentido, no es de recibo que siga sin llamar a consultas al embajador en Rabat, para dejar claro que lo único que «envenena» nuestras relaciones es el vergonzoso pisoteo a los derechos humanos que practica Marruecos.

Pero, además, es urgente explorar nuevas vías diplomáticas, como la petición de colaboración a dos de nuestros aliados que más ascendente tienen sobre el reino alauí: Estados Unidos y Francia. Pese a tanta chanza como se hizo con el episodio de Perejil, hay que recordar que fue la mediación del entonces secretario de Estado de EEUU, Colin Powell -a instancias del Gobierno de Aznar- la que cerró de manera satisfactoria aquella crisis. Ahora Moncloa tiene la oportunidad de demostrar esas buenas relaciones exteriores de las que tanto presume.

También hace falta una respuesta inmediata en Bruselas al chantaje del ministro de Exteriores marroquí, que ayer insinuó que podrían cambiar algunas políticas fundamentales para nuestro país, como la de inmigración o cooperación antiterrorista. España es miembro de la UE con la que Rabat busca un acuerdo de colaboración preferencial. Pues bien, es hora de que cada uno se retrate, y las autoridades comunitarias deben exigirle el cumplimiento de la legalidad internacional y el respeto de las libertades individuales, como requisito indispensable antes de abordar cualquier negociación. La mejor prueba de la incapacidad de Moratinos para movilizar a la comunidad internacional fue la declaración ayer de la comisaria europea de Política de Vecindad, subrayando que el caso Haidar es un «asunto bilateral» de España y Marruecos.

La situación es tan crítica que hay que actuar con urgencia, porque la salud de Haidar ha empeorado en las últimas horas. El debate sobre si el Estado tendría que alimentarla forzosamente para impedir su muerte por inanición ha cobrado una extraordinaria fuerza, sin que haya consenso entre juristas, políticos y médicos al respecto. Haidar ha firmado un documento de últimas voluntades en el que expresa su firme deseo de que no se la alimente en caso de pérdida de la consciencia. Y el juez que la examinó el domingo decidió ayer no someterla a un traslado forzoso a un centro hospitalario.

Haidar ha antepuesto sus principios y su justa demanda de regresar al Sáhara a su propia vida. Por difícil de entender y hasta de aprobar que resulte, es una decisión libérrima que merece respeto. Y aunque la responsabilidad última de lo que pueda ocurrirle es de Marruecos, qué duda cabe de que el gravísimo error del Gobierno al obligarla a entrar en Lanzarote -violando la legalidad- le coloca ante una responsabilidad moral. Por ello, no puede seguir anteponiendo las relaciones con un amigo tan desleal como Marruecos. A buen seguro, los ciudadanos no comprenderían que quien se sometió al chantaje de De Juana no lograra salvar la vida de Haidar.


El Mundo - Editorial

Un secuestro inmoral, ilegítimo e ilegal

No se trata de enseñar los dientes, sino de delimitar la soberanía española y de no admitir el más mínimo menoscabo de ella. Sobre el papel parece sencillo, la realidad con Zapatero será muy distinta: seremos el hazmerreír de Europa entera.

El enésimo sainete exterior de Zapatero lleva el nombre de la activista saharaui Aminatu Haidar. El Gobierno se ha metido de cabeza en un problema que le venía de fuera, lo ha hecho propio y ahora no sabe cómo salir airoso de él. Entre medias ha quedado la legítima causa del pueblo saharaui, que pelea por la independencia desde hace más de treinta años, y las siempre complicadas relaciones con Marruecos. Las dos cosas prometió solucionar Zapatero cuando llegó al Gobierno en 2004 y ambas se encuentran en un lastimoso estado, la primera por omisión, la segunda por acción equivocada.

Llevada la situación a un extremo insostenible, con una exiliada forzosa en Lanzarote y el Gobierno de Rabat cerrado en banda, cabe preguntarse cuál ha sido la política marroquí de Zapatero. Decía hace sólo cinco años que él disponía de la receta para mejorar las relaciones diplomáticas con nuestro vecino del sur. Un lustro después esta receta mágica se fundamenta en la rendición preventiva y el decir sí a todo. Los resultados están a la vista. Marruecos está envalentonado hasta el punto de que ha deportado a una ciudadana marroquí a España sin siquiera consultarlo con nuestro Gobierno. Y nuestro Gobierno, en lugar de devolver a esta ciudadana que, no lo olvidemos, está en Lanzarote como inmigrante ilegal, asume la irregularidad, calla y otorga.

La situación de Haidar en estos momentos es ilegal por doble partida. Porque está en nuestro país sin pasaporte y porque quiere salir de él pero no puede, ya que el Gobierno no le deja por miedo a incomodar al sátrapa alauita. A esto último en Derecho Internacional se le llama secuestro, que es la figura que mejor describe la vergonzosa escena de Aminatu Haidar postrada sobre el suelo en el aeropuerto lanzaroteño. Urge, por lo tanto, tomar la única decisión posible, que pasa por sacar cuanto antes a Haidar de España permitiéndole viajar al Sahara Occidental, antigua colonia española hoy ocupada por Marruecos y pendiente de un referéndum de autodeterminación avalado por Naciones Unidas.

La dolorosa y delicuescente estampa de Lanzarote tiene su espejo frente al puerto de Gibraltar, donde el Gobierno está representando el mayor ridículo de la diplomacia española desde que, en 1713, los tratados de Utrecht-Rastatt concedieron la soberanía del peñón de Gibraltar al Reino Unido. Desde la visita de Moratinos al peñón en julio pasado, los incidentes entre las patrulleras de la Benemérita y la marina británica han desembocado en el apresamiento de cuatro guardias civiles por parte de las autoridades coloniales de Gibraltar. Una vez más, la cesión sistemática y el no molestar bajo ningún concepto.

La debilidad, sin embargo, pasa factura y termina siempre saliendo más cara que la fortaleza. El Gobierno tiene ahora dos patatas calientes en la mano de las que no podrá deshacerse si no da una respuesta enérgica y sin ambigüedades. Y no se trata de enseñar los dientes, sino de delimitar la soberanía española y de no admitir el más mínimo menoscabo de ella. Sobre el papel parece sencillo, la realidad con Zapatero, rendido al pacifismo inane que es la marca de la casa socialista, será muy distinta y probablemente seamos durante mucho tiempo más el hazmerreír de Europa entera. Son las consecuencias de aceptar un secuestro inmoral, ilegítimo e ilegal con tal de satisfacer a la autocracia marroquí. La legalidad internacional en este caso no está del lado de Zapatero, pero poco importa, porque como con Irak, de lo que se trata es de retorcer la supuesta legalidad para asentarse en el poder y ganar elecciones. Una maestría que el PSOE domina como nadie: beneficios de haber pastado durante más de un siglo en la propaganda izquierdista.


Libertad Digital - Editorial

Lecturas del «caso Haidar»

EL caso de Aminetu Haidar, la activista saharaui que lleva más de veinte días en huelga de hambre en Lanzarote, es un foco de problemas para el Gobierno socialista, empeñado en demostrar siempre que puede su incompetencia para abordar conflictos que ponen a prueba su capacidad política, diplomática o simplemente gestora. Ahora bien, la suerte que corra la vida de Haidar es responsabilidad exclusiva de Haidar. Bajo ningún concepto el Gobierno español -ni el juez que tenga que resolver sobre una hipotética alimentación forzosa- será responsable de la posible muerte de esta activista, que se ha mantenido intransigente en el rechazo a todas las soluciones que le ha ofrecido el Ministerio de Asuntos Exteriores, desde el estatuto de refugiado hasta la nacionalidad española. La torpeza del Gobierno en la gestión de este problema y la legitimidad de la causa saharaui no justifican la actitud rayana en el chantaje que está manteniendo Aminetu Haidar y que está poniendo a España en un compromiso que no le corresponde, porque la solución a sus demandas sólo está en manos del Reino de Marruecos. Ni España ni sus más altas instituciones pueden ser puestas entra la espada y la pared por la protesta personal de Haidar.

Sí depende del Gobierno revisar las bases de su relación con Marruecos, en aras del interés nacional al que aludía Rodríguez Zapatero -no siempre ducho en la utilización de ese principio- para justificar su gestión en el caso Haidar. Nuevamente, pese al gran acierto que fue el viaje de los Reyes de España a Ceuta y Melilla, esta relación bilateral se ha revelado inestable, desequilibrada e insincera, sometida por completo a las indicaciones personales del monarca alauí, Mohamed VI. Mientras España emplea una política exterior -acertada o no- con los recursos diplomáticos de un Estado moderno, de su interlocutor recibe en ocasiones respuestas propias de una monarquía feudal e incluso amenazas, como las que ayer lanzó contra España el régimen alauí. Esta vez, el Gobierno español tiene la ventaja de contar con una oposición que no practica la diplomacia paralela, como hizo el PSOE durante la ocupación marroquí de la isla de Perejil, cuando Zapatero viajó por su cuenta, y sin éxito, a Rabat mientras Aznar ponía en marcha los apoyos internacionales y la determinación política de los que ahora carecemos. España no puede quedar en evidencia cada vez que le interesa a Marruecos, sea a costa de Haidar, del Sáhara, de sus aspiraciones expansionistas o de los caprichos de su gobierno.

ABC - Editorial

La cosecha de un lustro. Por Hermann Tertsch

RESULTA que ahora nos salen unos cuantos socialistas alarmados por el cariz de los acontecimientos y, especialmente, por la bomba de relojería del Estatuto catalán colocada bajo la Constitución por el señor Rodríguez Zapatero. Por una vez, el señor Gregorio Peces Barba abandona su obsesión de insultar a la Iglesia Católica para advertir que la única nación soberana es España. Tiene toda la razón. Lo pone en esa Constitución que él ayudó a redactar y que el actual presidente juró en su día cumplir y hacer cumplir. Como sabemos, este último no ha hecho ni lo uno ni lo otro. Por el contrario, hemos asistido durante cinco años a un ejercicio de irresponsabilidad, soberbia, ignorancia y mentiras que nos lleva inevitablemente a una situación perfectamente traumática. Ahora salen algunos, callados como discretas meretrices durante todo este disparate, para decirnos que están preocupados y que deberíamos volver a tener el recurso previo de inconstitucionalidad.

Pues tienen razón. Siempre que enmiendan. Pero ya va a ser muy difícil evitar que nuestros nacionalistas socialistas, y viceversa, abandonen la deriva de confrontación con las instituciones del Estado y por supuesto con la Carta Magna en la que se fundamentan. También ha salido nuestro inefable cristiano socialista de la nueva aristocracia, el señor presidente del Congreso, José Bono, a decir que las leyes no son de chicle. Se lo podían haber contado todos ellos hace mucho tiempo al eterno adolescente y Gran Timonel. Pero ya sabemos que aquí los cargos y los sueldos los reparte exclusivamente quien ha liquidado todos los órganos del Partido Socialista como elementos de control y democracia interna. Ahora, pasado el Día de la Constitución, veremos cómo se las arreglan todos para ejercer la necesaria presión al Tribunal Constitucional para que corrija al alza los recortes absolutamente perentorios a esa locura que supone el acto de suicidio de uno de los Estados más antiguos del mundo.

Buscarán todo tipo de enredos para enfrentar a los españoles entre sí y volver a reagrupar a su bandería en unas filas prietas. Así, nos quieren tener a los españoles entretenidos con todo tipo de ocurrencias, desde el batiburrillo improvisado de la Ley de Economía Sostenible a nuevas ofensivas contra la religión, contra el supuesto facherío y contra el empresariado. Esta última, aunque también todas las anteriores, son una perfecta anomalía en una democracia europea. Que los sindicatos salgan a la calle apoyados por el Gobierno y movilizados con dinero público para intimidar al sector empresarial es una mamarrachada peligrosa y desde luego única en Europa. Que todos los paniaguados se lancen a combatir a los únicos que pueden crear empleo en una sociedad moderna es realmente una gesta propia de Hugo Chávez o Evo Morales, ese que ya ha logrado por la vía del populismo cargarse su siempre precario Estado de Derecho. No es lo mismo democracia y Estado de Derecho, como bien saben los alemanes desde que votaron a Hitler o están comprobando los venezolanos hoy en día. No hay que dar un golpe militar para liquidar ese bien que garantiza la seguridad jurídica y física de todos los ciudadanos en un Estado que cumple sus reglas con la división de poderes y el cumplimiento de sus propias leyes. Cuando en España se está espiando y controlando desde el Ejecutivo a los ciudadanos, cuando los medios gubernamentales oficiales u oficiosos atacan a todo discrepante u opositor y cuando se producen extraños pero muy contundentes actos de amedrentamiento por parte de los poderes públicos, es que, junto a la ruina económica, España se aleja también de las normas exigibles de un Estado miembro de la Unión Europea. Cuando el Estado se inventa leyes que pasa de matute para investigar a los ciudadanos sin control judicial estamos cogiendo muy mal camino. Y cuando hay tanta gente que habla en voz baja, que no utiliza ya el teléfono para ninguna conversación seria por miedo a represalias, y alguno sufre agresiones físicas inexplicables y automáticamente se las atribuye a la policía política de «Fouché Rubalcaba», después de haber sufrido otras verbales en las televisiones del señor Zapatero, es que hay motivos para el miedo. Gran cosecha de un lustro.


ABC - Opinión

La Constitución en ruinas. Por Pio Moa

Tenemos un Gobierno y una oposición ilegítimos, que han destruido la ley fundamental y han legalizado, justificado y premiado el asesinato terrorista y el crimen en general como forma de hacer política en España.



Lo más graves que ha pasado en España desde comienzos de la transición no ha sido el persistente terrorismo, ni el 23-F, ni el 11-M, sino la liquidación de la Constitución por un Gobierno delincuente, en combinación con la ETA y los separatistas. Digo delincuente porque lo es, y sólo puede serlo, un Gobierno que torpedea la ley fundamental del Estado, que colabora para ello con la ETA y con los disgregadores de la unidad nacional.

Es en el estatuto catalán donde la ruina de la Constitución resulta más plenamente manifiesta. El estatuto no sólo deja en un residuo el Estado en Cataluña, es decir, deja en un residuo la unidad de España, como se jactaba Maragall, sino que va más allá, inventa una nueva nación, es decir, una nueva soberanía, idea que implícitamente se ha trasladado a los estatutos valenciano y balear, con gobiernos del PP, y explícitamente al de Andalucía (aquí, acompañada de irrisorias loas a España), con Gobierno del PSOE y apoyo del PP. Su inconstitucionalidad no hace falta que la decida ningún tribunal, Constitucional o no: es algo que entiende perfectamente cualquier ciudadano normal que conserve un mínimo de sentido común. Para más inri, el Tribunal Constitucional al que se ha encargado la perogrullesca labor de dictaminar está presidido por una juez política próxima al PSOE y simpatizante del separatismo vasco, entre otras prendas. Hasta ahí ha llegado la agresión a Montesquieu desde los tiempos de Mienmano.

La mezcla de frivolidad, de corrupción y de impulso delincuente en la mayoría (sí, la mayoría) de nuestros políticos, ha llevado a eso. La democracia salida del franquismo con las mejores condiciones sociales y económicas que nunca tuvo régimen español alguno desde la invasión napoleónica, la han echado abajo estos farsantes –o cosa mucho peor que farsantes–, han convertido el sistema en una democracia bananera o algo también peor. Con ello han quedado deslegitimados. Tenemos un Gobierno y una oposición ilegítimos, que han destruido la ley fundamental y han legalizado, justificado y premiado el asesinato terrorista y el crimen en general como forma de hacer política en España (en el caso del PP rajoyano, no oponerse es ser cómplice de todo ello). No por nada ese Gobierno se identifica con los bandidos (como observaron Marañón, Pérez de Ayala y Ortega) del Frente Popular, empezando por Negrín.

Ciertamente, la Constitución era contradictoria y ambigua, menos que mediocre, al nivel de quienes la elaboraron; pero era la ley básica y hecha por consenso, y aceptar que la pisoteen los políticos es aceptar la delincuencia como manera de hacer política. Esta es la situación actual del país.

Libertad Digital

Rabat amenaza a Madrid por el 'caso Haidar'

Tensión entre España y Marruecos.

El líder del 'partido de Mohamed VI' amaga con suspender la ayuda contra la droga y el terrorismo.

"Queremos enviar un mensaje contundente a España [...]: España debe elegir entre convivir con un Marruecos que demuestra su capacidad de controlar todo lo que sucede en su territorio y luchar contra las plagas que le han afectado o convivir con una región con peligros que pueden tener consecuencias sobre su porvenir y el de Europa".

Son frases intimidatorias, recogidas por la agencia de prensa oficial marroquí (MAP), que recuerdan a la crisis del islote de Perejil en 2002, sólo que, por ahora, no las ha pronunciado ningún miembro del Gobierno de Marruecos. La advertencia ha salido de la boca de uno de los hombres más poderosos del país: Fouad Alí el Himma. Fue viceministro de Interior y ahora es el verdadero líder del Partido Autenticidad y Modernidad (PAM), que al año de haber sido creado ya ganó, en junio pasado, las elecciones municipales y es visto por muchos notables como "el partido del rey".

Himma es, sobre todo, el inseparable amigo del rey Mohamed VI: estudiaron juntos en el colegio real antes de ser nombrado director de gabinete del monarca. Sus palabras reflejan con frecuencia lo que se piensa en palacio.

El íntimo del soberano se presentó el sábado por la tarde en El Aaiún, capital del Sáhara, de donde el 14 de noviembre fue expulsada la activista saharaui Aminetu Haidar, que lleva 22 días en huelga de hambre en Lanzarote para poder regresar. Himma acudió a El Aaiún con el líder teórico del PAM, Cheikh Biadillah. Allí se reunieron con parlamentarios elegidos por el Sáhara, que han fundado una asociación de defensa de la "marroquinidad" de la ex colonia española.

Himma hizo de poli malo y recordó "cómo Marruecos combate todas esas plagas que acechan a España, como la emigración clandestina, el tráfico de droga, el extremismo y el terrorismo". Sus palabras son interpretadas como una amenaza velada de suspender la colaboración en esos ámbitos. Biadillah, que regresaba de un viaje a Madrid, hizo de poli bueno. Aseguró que los responsables españoles con los que se entrevistó "saben distinguir entre el caso aislado de Haidar y unas relaciones hispano-marroquíes con bases sólidas e intereses compartidos".

Por eso, probablemente, España no va a adoptar medidas de presión. "No habrá escalada con Marruecos", declaró ayer con contundencia el ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, preguntado por la respuesta del Gobierno ante la negativa de las autoridades marroquíes a permitir el regreso de Haidar.

"Marruecos no está a 5.000 kilómetros, sino a 14, y ninguno de los dos países podemos permitirnos un deterioro de nuestra relación", subrayaron fuentes de La Moncloa. No habrá, por tanto, llamada a consultas del embajador español en Rabat ni se tomarán decisiones que puedan elevar la tensión.

"Hay quien trata de utilizar este asunto para arrastrarnos a una crisis con Marruecos que no hemos buscado, pero no van a conseguir su objetivo", señalaron las mismas fuentes. Aluden, aunque no los citan expresamente, a Argelia y al Frente Polisario. El marroquí Biadillah ha repetido en Madrid hasta la saciedad que la protesta de Haidar forma parte de un "plan diabólico" ideado contra Marruecos por sus dos enemigos. Y España cree que, si Argelia y el Polisario no son los responsables, tampoco son totalmente ajenos.

Por eso, el Gobierno va a hacer gestiones ante ambos. Empezará hoy mismo por el delegado del Polisario en Madrid, Emhamed Khadad, convocado por Ángel Lossada, número dos de la diplomacia española. En el PSOE acusan ya abiertamente al Polisario de haber echado leña al fuego de un conflicto que pone en aprietos al Gobierno, y recuerdan que éste brinda una generosa ayuda a los refugiados saharauis de los campamentos de Tinduf, en el suroeste de Argelia.

Con Argel, reconocen las mismas fuentes, la tarea es más difícil, porque la relación con España atraviesa un mal momento a causa de la inmigración clandestina procedente de sus costas y las disputas comerciales con empresas de hidrocarburos españolas. Su ayuda es además necesaria para rescatar a los tres cooperantes españoles secuestrados hace ocho días en Mauritania.

España ya no espera nada de Marruecos después de su doble negativa a permitir el aterrizaje en El Aaiún del avión que debía repatriar a Haidar. Las gestiones con Rabat ya no serán bilaterales, sino que se harán en foros multilaterales.

España pidió ayuda la semana pasada al secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, y ahora lo hará con la UE. Hoy se celebra en Bruselas el consejo de asociación con Marruecos, que debe llenar de contenido el estatuto privilegiado que Europa ha concedido a ese país. Moratinos, sin embargo, no asistirá a la reunión.

Para el Ejecutivo no hay crisis con Rabat. José Luis Rodríguez Zapatero reconoció ayer -a su llegada a los actos de conmemoración del 31º aniversario de la Constitución- que, pese a su deseo de mantener buenas relaciones con "los países vecinos", incluido Marruecos, "a veces, como es normal, surgen dificultades". "Pero debe prevalecer el interés general", recalcó.

En un reconocimiento implícito del fracaso de las gestiones realizadas hasta ahora, agregó: "El Gobierno puede hacer todo lo que está a su alcance y, lógicamente, no puede hacer lo que no está a su alcance". Pese a ello, descartó pedir la implicación del Rey como ayer volvió a reclamar Gaspar Llamazares (IU). "Debemos situar las cosas en su dimensión", argumentó el presidente. Eso sí, aseguró que es "todo el Gobierno", y no sólo el Ministerio de Exteriores, el que efectúa gestiones; y desmintió al líder del PP, Mariano Rajoy, quien había dicho tener "la sensación de que [el Gobierno] ha arrojado la toalla" para resolver el caso Haidar. Rajoy instó al Ejecutivo a seguir la batalla diplomática, aunque apostilló -en alusión al frustrado vuelo del pasado viernes- que "sería deseable que terminasen los espectáculos, pues no son edificantes".


El País

lunes, 7 de diciembre de 2009

Montilla agrede a la Constitución. Por Emilio Campmany

Escribe Montilla que sabe que hay algunos que quieren modificar la Constitución desconociendo el consenso que la hizo posible. Se referirá a él y a su partido, que son quienes han prescindido del PP para modificarla por medio del nuevo estatuto.

El presidente de la Generalidad catalana publica este domingo en El País un artículo titulado Defensa y elogio de la Constitución. Lo que hace en el artículo es exactamente lo contrario, agredir a la Carta Magna. Lo peor es que no se conforma con ir contra su letra, sino que se ensaña con su espíritu.

Empieza Montilla diciendo que le inquieta pensar que quizá algunas voces busquen prescindir de los consensos básicos. Lo dice quien prescindió del consenso con el PP para aprobar el nuevo estatuto. Un PP que Montilla olvida que representa a diez millones de españoles.

Luego dice que se suma a la conmemoración del aniversario de la Constitución como muchas cosas (como demócrata, como socialista, como catalanista, etc.) y como federalista. ¿Cómo puede unirse un federalista a la conmemoración de una Constitución que no lo es? Sólo le ha faltado decir que se une a esa conmemoración como republicano.

Escribe que sabe que hay algunos que quieren modificar la Constitución desconociendo el consenso que la hizo posible. Se referirá a él y a su partido, que son quienes han prescindido del consenso con el PP para modificar la Constitución por medio del nuevo estatuto.

El artículo 2 le recuerda la negativa de muchos sectores de la derecha a incorporar el término "nacionalidad" por considerarlo sinónimo de nación. No sé a quiénes se refiere porque la Constitución fue votada favorablemente por toda la derecha parlamentaria. En cualquier caso, sea lo que sea una nacionalidad para la Constitución, es seguro que no es equivalente a nación. Si hubiera querido que lo fuera, sus redactores habrían empleado la palabra "nación".

Dice que el adjetivo del sustantivo "nacionalidad" es "nacional". En absoluto. Se lee en el Diccionario de la Real Academia: "nacional. Perteneciente o relativo a una nación." No sé qué adjetivo pueda corresponder a "nacionalidad", pero no es "nacional".

Afirma no cuestionar la legitimidad del Tribunal Constitucional, pero sí lo hace respecto del derecho del PP a recurrir a él cuando habla de la hostilidad manifiesta que ese partido ha levantado contra el estatuto "de forma innoble". Debiera saber Montilla que respetar al Tribunal Constitucional implica hacer lo propio con quienes tienen el derecho también constitucional de recurrir a él.

No cree que la acción jurisdiccional del tribunal deba producirse de espaldas a la opinión pública. Sin embargo, puede. Y no sólo puede, sino que debe. Si Montilla quiere cambiar la Constitución, que lo haga por los medios previstos por ella y no de tapadillo, aprobando un estatuto inconstitucional y luego negando al partido que representa a más de un tercio de los españoles el derecho a recurrir ante el tribunal encargado de velar por la constitucionalidad de las leyes, incluido el estatuto catalán. Pero, aun admitiendo que los magistrados tuvieran que atender a la opinión pública, Montilla debería leer el periódico que publica su artículo. Allí encontrará una encuesta según la cual el 79 por ciento de los españoles no cree que Cataluña sea una nación y un 51 que se debiera eliminar la distinción entre nacionalidades y regiones.

Por último, se auxilia de la autoridad de Herrero de Miñón para recordar que hay que convertir el conflicto en consenso cuando lo que ha hecho él y su partido es precisamente lo contrario, convertir el consenso que había con el anterior estatuto en el conflicto que hay hoy con el nuevo.

Con estos defensores y panegiristas, pocos enemigos y detractores necesita la Constitución.


Libertad Digital - Opinión

A vueltas con España - La reforma constitucional. Por José Luis Gómez

Durante un tiempo, sobre todo a mediados de esta década, el PSOE e incluso algún sector del PP coquetearon con la idea de hacer una reforma limitada de la Constitución del 78 para avanzar hacia un Senado territorial y de primera lectura para temas autonómicos, sellar el reconocimiento explícito del nuevo tratado europeo --frustrada la carta constitucional, quedaría Lisboa--, inscribir el nombre de las comunidades autónomas, ya que en el 78 ni siquiera existían como tales, y derogar la cláusula que discrimina a las mujeres en la sucesión de la Corona, problema sobre el que corrieron ríos de tinta y que sigue ahí, pendiente de una solución política.

Sin que ninguna de las partes haya explicado sus razones, donde antes dijeron una cosa personas como Zapatero o Fraga, ahora dicen (casi) la contraria. Y así, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, en otros momentos impulsor de la reforma, proclamó todavía ayer que no hay perspectivas de reformas constitucionales a corto plazo. Si bien mantiene que el texto es mejorable, ZP sostiene que no hay urgencia en cambiarlo. Los agobios de la crisis, los vientos recentralizadores que soplan este otoño por Madrid y un cierto aroma a final de etapa se han llevado la frescura de aquel joven presidente que llegó cargado de ilusión de la cumbre socialista de Santillana del Mar frente al aznarismo jacobino en decadencia.


Los puntos ya enunciados siguen estando ahí y, lo que es peor, amenazan con desatar problemas en algún momento. Digamos que tanto PSOE como PP los están metiendo debajo de la gran alfombra de la política madrileña, a la espera de que pase algo que tampoco explicitan. ¿Acaso la sentencia del Constitucional sobre el controvertido Estatut? Un Estado como España se supone que debería tener más claro lo que quiere ser de mayor y si los dos grandes partidos reconocen que la Constitución admite reformas, ¿a qué viene eludir el debate? Aunque el problema fuese de calendario, razón de más para abordar los cambios que haya que hacer, sin las prisas que a veces caracterizan este tipo de procesos que, en buena lógica, deberían responder a un gran consenso que no excluya a los partidos nacionalistas e incluso a otros de ámbito español pero minoritarios.

Periodista Digital - Opinión

El doble secreto de Montilla. Por José García Domínguez

Olvidaba don José explicar al vulgo cuáles fueron las dos únicas leyes fundamentales del universo mundo que dieron cabida antes al término nacionalidad: la carta magna de la URSS y la de la no menos difunta República Federativa de Yugoslavia.

Gozando de la diáfana, cristalina prosa de don José Montilla en la extensa pieza de erudición jurídica e histórica que acaba de firmar en El País, a uno le viene a la mente el curioso caso de aquel anciano ciego que durante toda su vida se hiciera pasar por Jorge Luis Borges. Como es sabido, Borges nunca existió en la realidad. Fue ese personaje una ficción literaria que ingeniaron al alimón entre Bioy Casares y Mujica Lainez, quienes, para encarnar a su creación, contratarían a un viejo actor fracasado, cierto Aquiles Scatamacchia, el figurante que luego dijo ser autor de El Aleph en todas las comparecencias ante los medios de comunicación del falsario.

De hecho, la impostura, conocida en secreto por la Academia de Suecia, constituyó la causa efectiva de que nunca se le concediese el Nobel al tal Scatamacchia. Bien, pues con el gran líder catalanista no procede descartar que suceda algo parejo; esto es, que el verdadero Montilla permanezca oculto, tal vez preso, entre los anaqueles de la Biblioteca Nacional, mientras ese tosco embaucador que carraspea en los telediarios usurpa su personalidad, quién sabe al servicio de qué turbios intereses.

Así, el domingo nos ilustraba por escrito el genuino Muy Admirable a propósito de los usos adjetivos del palabro "nacionalidad" recogido en la Constitución. Sin embargo, olvidaba don José explicar al vulgo cuáles fueron las dos únicas leyes fundamentales del universo mundo que dieron cabida antes a semejante bomba de relojería jurídica. A saber, la carta magna de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas –cuatro palabras, cuatro mentiras–, y la de la no menos difunta República Federativa de Yugoslavia, según acaba de recordarnos con estremecedora lucidez el catedrático de Derecho Constitucional Carlos Ruiz Miguel.

Nadie más, en parte alguna, ha incurrido en riesgo tan temerario como ése para los fundamentos mismos de cualquier nación. Nadie, excepto aquellos gloriosos ponentes del 78 a los que estos días se impone glorificar con rendida gratitud por sus impagables servicios a la patria. Los mismos venerables héroes, por cierto, que dieran a luz un anteproyecto –publicado en el BOE– donde incluso había desaparecido el nombre "nación" aplicado a España. El día que se entere el otro Montilla de eso, les pone una estatua. En el Barrio Chino de Barcelona, por supuesto.


Libertad Digital - Opinión