miércoles, 9 de diciembre de 2009

En manos de Al Qaida

LA confirmación de que Al Qaida en el Magreb Islámico es el grupo autor del secuestro de tres cooperantes españoles en Mauritania despeja una incertidumbre, pero abre otras que pondrán al Gobierno español en un nuevo banco de pruebas. Los márgenes de negociación con los terroristas islamistas son aún menores que con los piratas del Índico, porque Al Qaida sí busca beneficios políticos para una estrategia de guerra terrorista contra el Occidente democrático. No ha trascendido cuáles son las condiciones de los terroristas para la liberación de los secuestrados, pero es necesario prepararse para cualquier hipótesis, desde un secuestro breve a uno largo de desgaste; y, en cualquier caso, con un resultado incierto y preocupante. La acumulación del secuestro de los tres cooperantes españoles al de un ciudadano francés empeora la situación, porque, si las exigencias van a ser comunes para la liberación de los cuatro, España y Francia tendrán que ponerse de acuerdo en la respuesta, lo que puede ser difícil si el Gobierno español pretende tratar este asunto ignorando el contexto de amenaza global que promueve Al Qaida en el Magreb Islámico.

El movimiento terrorista de Al Qaida está en la frontera sur de Europa, demasiado cerca para obviarlo. Y se aprovecha de las debilidades y de las complicidades bien de los estamentos oficiales, bien de las poblaciones locales, para expandirse y debilitar a los gobiernos de la región y consolidar una plataforma para la extensión de la yihad por la restauración del califato, desde Pakistán a «Al-Andalus». No es posible seguir actuando como si el problema de Al Qaida estuviera encapsulado en la frontera afgano-paquistaní. Tan cerca está, que el Gobierno marroquí sabía bien lo que decía cuando velada pero inequívocamente amenazó hace pocos días a España con mirar a otro lado en materia de inmigración y terrorismo. La cooperación de los Estados de la región es imprescindible para atajar esta amenaza, porque la zona, particularmente el desierto del Sahel, sería incontrolable de otra manera para los países occidentales, cuyos gobiernos harían bien en recomendar a sus ciudadanos que no viajen a ella si no es bajo condiciones de estricta seguridad.

En los secuestros de Al Qaida no hay exigencias admisibles para un Gobierno democrático. Darles la baza de un secuestro exitoso sería propiciar otros más y actuar en contra de un principio elemental de seguridad solidaria con nuestros aliados.


ABC - Editorial

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