miércoles, 9 de marzo de 2011

Los placeres animales. Por José María Carrascal

En una perfecta igualdad, solo tendríamos placeres animales, que es hacia lo que tienden los regímenes totalitarios.

UNO empieza a tener la impresión de ir en un coche conducido por un adolescente sin carné, que quiere dárselas de Fernando Alonso y comete toda clase de tropelías al volante. El gobierno Zapatero, acosado por las encuestas, el paro, la crisis, los mercados y las próximas elecciones ha emprendido una carrera loca hacia ninguna parte, que puede estrellarnos definitivamente. Nada lo muestra mejor que esa ley de Igualdad de Trato que atropella toda clase de derechos ciudadanos con una frivolidad sólo superada por la irresponsabilidad. Y es que poner a Leire Pajín y Bibiana Aído a regular nuestras relaciones sociales no es como dar a un niño un rotulador ante un incunable. Es como darle una caja de cerillas.

¡Oh, igualdad, cuantos crímenes se han cometido en tu nombre! Esas señoritas aún no se ha enterado de que si bien los seres humanos somos iguales, somos también distintos. Iguales, como seres. Distintos, como humanos, que la naturaleza no ha hecho, gracias a Dios, dos idénticos. Y casi podría decirse que es esa diversidad la que promueve el progreso, alegra la vida y, a la postre, nos diferencia de todas las demás especies. Mientras la igualdad extrema recorta la imaginación, frena la actividad y nos convierte en autómatas. En otras palabras: en una perfecta igualdad, sólo tendríamos placeres animales, que es hacia lo que tienden los regímenes totalitarios, ¿recuerdan Animal Farm, «La granja de los animales» de Orwell? Y ahora llegan dos señoritas, sin otro mérito que haber dedicado su juventud a un partido político, a intentar arrebatarnos nuestra personalidad individual y a estandartizar nuestro comportamiento. ¿Se puede concebir mayor demagogia, dislate más atrevido y peligroso?


Lo que hay al fondo de ello, como en prácticamente cuanto se ha hecho en el mandato de su jefe y mentor, son dos amenazas al desarrollo y a la convivencia. Por una parte, se trata de un ataque solapado a la excelencia, un intento de ahormar a los ciudadanos para impedirles salir del redil con amenaza de sanciones, y manejarles mejor. Por el otro, de una invasión del terreno de la justicia ordinaria e incluso de los derechos constitucionales que en toda democracia efectiva dispone el ciudadano. El político releva al juez.

«My home is my castle», mi casa es mi castillo, fue la máxima sobre la que los ingleses levantaron su Bill of Rights, su Derecho de los Ciudadanos. Por «casa» entendían no sólo el edificio, sino también, o principalmente, su intimidad, su potestad sobre ella. Es lo que Leire Pajín y Bibiana Aído están dispuestas a arrebatarnos. Y lo conseguirán si se lo permitimos. Porque Zapatero, su gobierno y su partido van a permitírselo, al ser ya el caos su única puerta de escape.


MEDIO – Opinión

Zapatero. Esto merece una subvención. Por Pablo Molina

Este es el problema: todavía a estas alturas hay mujeres con la falta de autoestima necesaria para rendir honores al personaje más dañino para la sociedad española, mujeres incluidas, que hemos tenido la desgracia de padecer en los últimos tiempos.

Es difícil entender cómo ha podido sobrevivir la Humanidad tantos milenios sin que Zapatero estuviera presente, pero asombrosamente así ha sido. Probablemente sea que el Gran Arquitecto en Su sabiduría, aunque corriendo un cierto riesgo, decidió que la aparición de un enviado como nuestro presidente iba a ser más conveniente en nuestra época para trabajar por la paz perpetua, la fraternidad universal, el mejoramiento social de los más débiles, la igualdad de género, el aborto libre y las subvenciones a las energías renovables, objetivos todos muy necesarios para conseguir una sociedad igualitaria y progresista.

Algo así es lo que debe pensar de sí mismo ZP para actuar de la forma que lo hace sin caer fulminado por un ataque agudo de sentido del ridículo, porque nadie que no tenga una idea hipertrofiada de sus méritos, por lo demás inexistentes, es capaz de decir las cosas que suelta este hombre sin el menor rubor en cuanto lo ponen ante un auditorio propicio.


Y este es el problema, que todavía a estas alturas hay mujeres con la falta de autoestima necesaria para rendir honores al personaje más dañino para la sociedad española en general, mujeres incluidas, que hemos tenido la desgracia de padecer en los últimos tiempos.

Zapatero puede encabalgar con la solemnidad que le caracteriza varias decenas de chorradas conceptuales entresacadas de la escatología feminista, pero el resultado de su mandato es que todos somos mucho menos libres y prósperos que cuando él llegó al poder. También las mujeres, claro, salvo las que forman parte de las asociaciones que defienden la agenda socialista a cambio de trincar subvenciones cada vez más jugosas, que ellas sí pueden decir a boca llena que les ha ido muy bien con ZP.

Como las camaradas de la organización "Women Deliver", que acaba de incluir al feministo circunflejo en su lista de las cien personalidades que más han hecho por el bienestar de las mujeres, motivo por el cual les ha endilgado a sus miembras una homilía feminista de las que hacen época. A ver si alguien de la junta directiva, con la alegría del momento, sufre un arrebato de locuacidad y nos enteramos también nosotros de lo que nos ha costado a todos los españoles el galardón.


Libertad Digital – Opinión

Sombras de marzo. Por Gabriel Albiac

Soy extranjero en mi patria desde aquel 11 de marzo. Extranjero a su apuesta empecinada por el mejor no saber.

NO seré yo el que espere dar sentido a la historia. Ni a mi vida en su fangosa torrentera. Me consuelo sólo con entenderla. No es gran cosa, lo sé. Mas no poder ni aun eso, pone en mí la melancolía más dura: la del animal cansado que sospecha haber vivido para nada. 11M, pasado mañana. No hay remedio. Ni para lo que pasó ese día, ni para lo que vino en los tres días inmediatos. Ni mucho menos, para lo que dejó en herencia a los años que siguieron. Siete ya. Del destrozo material y anímico acontecidos en las dos legislaturas de después de aquel relámpago, no habrá cura fácil para esta pobre tierra desarbolada y casi ya sin nombre y refugiada en duro deseo de ser ciega, ciega y sorda. Se sobrevive a las derrotas, cuando se ha dado digna batalla. Aunque uno pierda. Las rendiciones incondicionales dejan el alma rota. Y cuando fueron hechas sin siquiera plantar cara y combate, no tienen marcha atrás. Así fue. Ni siquiera Dios puede hacer que lo que fue no haya sido. Eso piensa San Agustín. Eso pienso. No se retorna al punto de partida.

Pero... saber..., saber, al menos… ¿Qué fue lo que nos llevó a ser cómplices de lo más miserable, resignados cómplices de quien nos asesinaba? Saber eso. Al menos. No hay otro consuelo digno de un animal humano que el de, como mínimo, conocer el por qué de aquello que lo hiere.

Yo no pido siquiera que paguen los culpables. Hubiera reclamado algo así cuando era joven y demasiado ingenuo. No lo soy: sé que de lo que allí pasó, de su enormidad tangible, nadie pagará cuenta a medida. Porque lo que pasó cuestiona demasiadas cosas, cuestiona tal vez todo, y nadie querrá adentrarse en ese túnel que da directamente en el vacío. Lo que yo pido es algo más humilde, insignificante casi, si bien se toma en cuenta la dimensión del crimen: saber, tan sólo saber, los nombres y el misterioso procedimiento de quienes de verdad maquinaron aquel hecho, del cuál sólo un puñado de cadáveres rindió cuenta con su silencio ante los jueces; saber los nombres de verdad de aquellos que, además de asesinar conciudadanos míos en masa, cambiaron irreversiblemente el curso de este país. Saber también —y es hoy, para mí al menos, lo más enigmático— por qué era tan trascendente que nunca lo supiéramos.

Soy extranjero en mi patria desde aquel 11 de marzo. Extranjero a su apuesta empecinada por el mejor no saber, porque vete a saber cómo serían las cosas si de verdad supiéramos. Pero yo, sin saber, nunca he tenido percepción alguna de una vida vivible. Sin saber, uno queda en menos que siervo: en animal doméstico. En esa cosa terrible que Baruch de Spinoza describe en la patética personalidad del ignorante: «Tan pronto como deja de padecer, deja también de ser». Y ama su humillación, porque sólo tiene eso.

La «verdad judicial» es una convención garantista. Debe ser respetada. No voy a cuestionarla. Entre ella y la verdad, la relación es la misma que entre la música militar y la música. No me concierne. La verdad, sí. Sin adjetivo. Mayormente, porque no conformarme con la mentira es lo que, bien que mal, me hace seguir viviendo. Platón lo llamaba filosofía. Pero no seamos solemnes. Empecinarse en la verdad, por áspera que sea, es ser un hombre. Un hombre. No esto.


ABC – Opinión

Crisis. La decadencia económica de Cataluña. Por Emilio J. González

Cataluña está demostrando que carece de cintura para adecuarse a las nuevas circunstancias. En lugar de promover, y de haber promovido, la liberalización y la competitividad de su economía, apostó por un modelo de dependencia del sector público.

El cierre de la fábrica de Yamaha en Cataluña y la marcha de Derbi a Italia son los dos últimos síntomas de los graves problemas que aquejan a la economía catalana y que llevan tiempo provocando su decadencia. Un declive que ilustran a la perfección las siguientes cifras: hace pocos años, la región aportaba más del 20% al PIB español; hoy apenas llega al 18% y la Comunidad de Madrid ya la supera ligeramente. Además, en Madrid, hay un millón menos de ocupados que en Cataluña, lo que revela que los madrileños son más productivos y, por tanto, que las empresas instaladas en la Villa y Corte y su región son más competitivas y tienen más futuro que las catalanas.

¿Por qué esa decadencia de la otrora región puntera de la economía española? En primer lugar, porque se equivocaron de estrategia. Desde que Cataluña accedió a la autonomía, el Gobierno de la Generalitat apostó por convertir a la región en sede de multinacionales que se quisieran instalar en España y especializar a las empresas catalanas en auxiliares de las mismas para la provisión de bienes intermedios y finales, así como de servicios. Cataluña no quiso arriesgar impulsando y modernizando una industria propia, sino que quiso que fueran las multinacionales las que tiraran de su proceso de desarrollo económico, como hacen los países tercermundistas, y hoy paga las consecuencias porque el mundo ha cambiado radicalmente en los últimos 30 años: la globalización es una realidad palpable, en la Unión Europea tenemos muchos competidores y la ventaja comparativa de que disfrutaba no sólo Cataluña, sino el conjunto de España, en forma de costes salariales menores para una mano de obra relativamente bien cualificada se ha volatilizado con la entrada en lid de los países emergentes. El resultado es la marcha, no sólo, de los fabricantes de motocicletas. Antes también se han ido los de telefonía móvil, electrónica de consumo y muchos otros que ya no encuentran ventajas en seguir en Cataluña, a los cuales les van a seguir los laboratorios farmacéuticos.


Cataluña está demostrando que carece de cintura para adecuarse a las nuevas circunstancias. En lugar de promover, y de haber promovido, la liberalización y la competitividad de su economía, apostó y sigue apostando por un modelo de dependencia tanto de otras empresas como del sector público, sus regulaciones y sus ayudas y se ha convertido en una economía esclerotizada. En la empresas catalana no prima la innovación, sino el seguir haciendo lo de siempre y tratar de colocar su producción en las economías emergentes, sin darse cuenta de que sus rivales o bien incorporan tecnologías más avanzadas que hacen que sus productos sean más competitivos o, simplemente, más atractivos, o bien fabrican en esos mismos países emergentes, donde los costes laborales son sensiblemente inferiores. Así no se puede competir, se mire como se mire.

Para complicar más las cosas, el modelo económico catalán no aguanta, ni de lejos, la política secesionista, incluida la inmersión lingüística, en que se embarcaron sus líderes políticos desde que el tripartito llegó al poder y que continúa con el Gobierno de Artur Mas. Las multinacionales que en las décadas de los setenta y ochenta se instalaron en Cataluña lo hicieron porque era parte de España y su interés estaba en el mercado español. Hoy, esas multinacionales, lo mismo que miles de pequeñas y medianas empresas españolas, abandonan Cataluña en busca de otros territorios en los que ni se cuestione la españolidad de los mismos, ni se les obligue a incurrir en todos los costes que lleva asociado el catalanismo a ultranza del que hacen gala los distintos partidos que han ocupado en los últimos años el Gobierno de la Generalitat. El nacionalismo tiene un coste y, les guste o no a los nacionalistas catalanes, parte de la factura se paga en forma de decadencia económica.

Por último, y en contra de las tendencias en las últimas décadas de las principales economías mundiales, los dirigentes catalanes no han apostado por la flexibilidad de su estructura productiva, como generadora de incentivos para la modernización y la competitividad, sino por el más rancio estatismo en su vertiente regional. Y digo ‘rancio’ porque en Cataluña se ha instalado toda una tupida red de clientelismos políticos, en unos casos a golpe de proteccionismo y en otros con cargo al erario catalán –por algo tienen el mayor gasto público por habitante de España–, que recuerdan en muchos aspectos a los sistemas caciquiles de la España de la Restauración, que tan caros resultaron al desarrollo socioeconómico del país. En Cataluña no han aprendido la lección de la historia y así les va.

Les guste o no, Cataluña se desliza por la pendiente de la decadencia, tanto por razones económicas como por factores políticos y nadie, excepto ellos mismos, puede revertir el proceso. Pero para ello hacen falta que abandonen unas posiciones políticas cada vez más extremas y, además, que renuncien a su proteccionismo secular para abrazar actitudes más liberales. Las autonomías españolas que apuestan por ello, como Madrid, Navarra y La Rioja no sólo prosperan, sino que se van situando paso a paso en la vanguardia de la Unión Europea. Esa vanguardia en la que, en un tiempo que se antoja ya lejano, estuvo una Cataluña hoy inmersa en un proceso de decadencia que se niega a reconocer y del que trata de salvarse pretendiendo colonizar al resto del país.


Libertad Digital – Opinión

Con rumbo a Libia. Por M. Martín Ferrand

La opinión pública europea demanda alguna acción que, cuando menos, alivie la conciencia colectiva.

UNOS no quieren renunciar al protagonismo de la Historia y otros, los más, quieren hacer que hacen para justificar sus propias nóminas y gabelas; pero los grandes cataclismos tienden a resolverse mal desde los reglamentos establecidos. La Corte Penal Internacional, máximo organismo de la Justicia platónica, quiere emitir una orden de arresto contra el líder libio Muamar el Gadafi lo que, mal comparando, equivale a que un par de buenos padres dominicos, acreditados predicadores, preparen un sermón capaz de convencer a un tirano al que no le caben las muescas de sus víctimas en todas las culatas de todas las armas de sus arsenales. De hecho, se trata de ganar tiempo, o de salvar la cara, en espera de que las Naciones Unidas, su Consejo de Seguridad, le dan el visto bueno a algo que, por intereses y distancias, les afecta a muy pocos a algunos de sus miembros permanentes más poderosos, cualificados y excluyentes. Pero la opinión pública europea demanda alguna acción que, cuando menos, alivie la conciencia colectiva siempre más sensible ante la sangre derramada que frente a la que está por derramar.

Habría que preguntarle a Federico Trillo si los vientos dominantes vienen de levante o de poniente; pero, parece, el Grupo de Respuesta Rápida de la OTAN, el RNF, que hacía maniobras en aguas de Almería, ya navega hacia el epicentro actual de la inquietud mediterránea y que figura en él el L-51 Castillacon toda su dotación y millar y medio de infantes de Marina. El secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen —interesante, fino y experimentado político danés—, se manifiesta, como es su obligación, reacio a cualquier intervención en Libia sin la previa autorización de la ONU, pero bueno es que, en asunto de tanta gravedad, estén tomadas todas las prevenciones.

José Luis Rodríguez Zapatero, que arrancó su mandato gubernamental sacando de mala manera las tropas españolas destinadas en Irak, puede terminarle, después de haberlas llevado a Afganistán, participando en una intervención en Libia. Conviene recordar a ese respecto que, según la vigente Ley de Defensa Nacional, no es preceptiva la autorización parlamentaria previa a una decisión de esta naturaleza, el factor sorpresa es prioritario; pero sí un consenso posterior. Por lo que se sabe, en el seno del Gobierno, fané y descangallado como en el tango, se enfrentan los criterios de las titulares de Exteriores y Defensa. No son dos potencias intelectuales, ni Metternich ni Clausewitz; pero eso es lo que hay porque así lo hemos querido los electores. El asunto, en cualquier caso, merece el respaldo de la ciudadanía al Ejecutivo.


ABC – Opinión

¿Otra ocurrencia de un partido serio?. Por Javier Casqueiro

El PSOE, que está ofreciendo un espectáculo de improvisaciones y descoordinación, aún no sabe si tiene que rediseñar la campaña con un Zapatero presidente saliente, entrante, reincidente o circunstancial.

Si fuera parte de un plan perfectamente premeditado no habría salido jamás tan bien el espectáculo de improvisaciones y descoordinación que está ofreciendo el PSOE y el Gobierno que dirige José Luis Rodríguez Zapatero en las últimas semanas. No, tiene que ser otra ocurrencia. Otra idea genial. Otra medida salvadora. Lo de ponerse ahora, a apenas dos meses del inicio de la campaña electoral del 22-M, a reprogramarlo todo no es propio de un partido tan serio e importante como el PSOE. Luego no puede ser verdad. No debe. Y menos con la explicación oficial de que se pretende subrayar así más el carácter local de estos comicios. Como si no se supiera eso hace cuatro años. No, tiene que haber otra razón de peso.

Las especulaciones sobre que esta reprogramación tenga algo que ver con la sucesión de Zapatero seguramente no tienen ningún sustento. Seguro. O no. Como nos falta buena información al respecto, y el presidente y su entorno se empeñan en juguetear con una decisión tan trascendente para todos los españoles, tenemos todo el derecho a barajar todas las hipótesis. Incluida la de que el PSOE se plantee ahora, con tan poco tiempo de reacción, un tipo de campaña totalmente diferente a la ya diseñada tanto para proteger a Zapatero de los más que previsibles ataques en tromba del PP y de Mariano Rajoy (insinuación que deslizan en sus argumentarios), como para proteger a sus candidatos locales (para las alcaldías y las autonomías) del daño que la gestión del presidente del Gobierno estos últimos dos años les puede ocasionar en las urnas. Pero también puede que les haya hecho mella finalmente, tanto a Zapatero como a su entorno, la presión de los principales barones para que el presidente descubra cuanto antes (desde luego con anterioridad al 22-M) sus proyectos de futuro en el ámbito político. Es decir, si quiere repetir una tercera vez como candidato a la presidencia en 2012.


José Blanco, el vicesecretario general y responsable de la campaña, ha reaccionado esta mañana con malestar ante el nuevo panel de quinielas periodísticas que desatado la decisión inesperada del comité electoral, al parecer pergeñada el lunes en los maitines de La Moncloa y comunicada a los comités regionales por la tarde mediante videoconferencia. El PSOE es cada día más moderno, tanto que el sábado se aprobaron las listas en el comité federal mediante asentimiento, llevándose los convocados lo decidido en un pen drive en el bolsillo.

Tampoco ha ayudado mucho a aclarar lo sucedido cuando Blanco ha dicho que el asunto quedará claro cuando él decida (se conocerá la agenda oficial de la campaña dentro de un mes) mientras advertía al mismo tiempo que las estrategias no deben revelarse para que funcionen. En fin, no habrá Vistalegre, el encuentro emblemático que el partido se había construido entre Zapatero y sus bases. El PSOE presume, además, de que se ahorrará los miles de euros del alquiler ya programado de la plaza y de que los podrá "redireccionar" (¿jar?) para fomentar más actos locales y autonómicos. Zapatero, además, tomará parte en algunos de esos actos redireccionados. Pero el PSOE aún no sabe si tiene que rediseñar esa campaña con un Zapatero presidente saliente, entrante, reincidente o circunstancial.


El País – Análisis

Aena. ¿Huelga o golpe de Estado?. Por José García Domínguez

Con semejante tropa en nómina, uno empieza a comprender cómo Aena, la mayor firma del mundo por número de pasajeros, logra perder doscientos millones de euros cada ejercicio.

Como es sabido, en estos parajes la voz diálogo significa que la autoridad, sobre todo cuanto más legítima sea, está obligada a obedecer sin rechistar los designios de cualquier minoría que se le enfrente, sobre todo cuanto más violento y gangsteril resulte el modus operandi de ésta. Así las cosas, los sindicatos de Aena, los mismos que en su día procedieron a la invasión criminal de las pistas de aterrizaje en El Prat, han decidido saltar varios escalones y okupar ahora la sala del Consejo de Ministros. Para dialogar, dicen. Pues mora ahí cierto sindicalismo castizo, el de camisa abierta, alma rifeña y carajillo de anís, presto no solo a establecer quién puede ser o dejar de ser accionista de las empresas, sino a dictarle la política industrial al Ministerio de Fomento.

Un sindicalismo ante el que se equivocaron, y mucho, los controladores aéreos si en algún instante llegaron a pensar que a energúmenos y antipatriotas no les podría ganar nadie. Por algo, resueltos a causar el mayor daño posible a España en general y a la clase obrera en particular, ya nos auguran veintidós colapsos aeroportuarios en jornadas de desplazamientos masivos de la población trabajadora. Con semejante tropa en nómina, uno empieza a comprender cómo Aena, la mayor firma del mundo por número de pasajeros, logra perder doscientos millones de euros cada ejercicio. Proeza en verdad insólita y sangría financiera que la hubiese abocado a la quiebra cierta si se tratara de cualquier sociedad privada.

Tan privada como Ferrovial, esa compañía doméstica que, sin embargo, se las arregla a fin de ganar dinero administrando los aeropuertos de... Inglaterra. Se vuelve a confirmar, por lo demás, que nada hay que no sea definitivamente empeorable. Y es que si el motín de los controladores constituyó un genuino pulso al Estado, la asonada con que amenazan sus compinches de tierra representaría un desafío al propio sistema democrático. Porque mientras una reforma constitucional no establezca que la soberanía nacional pasa a residir en los compañeros de Comisiones y UGT, el Gobierno electo sigue siendo el único poder habilitado para fijar si se privatiza el 49 por ciento de Aena. O no. Aclárense de una vez Toxo y Méndez, ¿quieren convocar una huelga o un golpe de Estado?


Libertad Digital - opinión

Gadafi y el capitán Reanault. Por Ignacio Camacho

Europa repudió a Gadafi creyendo que caería como Mubarak, sin valorar su feroz determinación suicida.

LOS dirigentes de la Unión Europea sufren ante Libia el síndrome del capitán Renault, aquel cínico jefe de policía de «Casablanca» que, siendo cliente privilegiado y habitual del café de Rick, fingía escandalizarse al descubrir que se trataba de un casino. La Europa que le vendía aviones de guerra y le compraba petróleo a Gadafi se rasga las vestiduras ante el delirio de sangre del tirano y amenaza con una intervención armada en la que el pretexto humanitario esconde a duras penas la intención prístina de preservar el control del crudo. De repente las honorables democracias se han dado cuenta de que el armamento que suministraban al líder de la Al-Jamairiya servía para reprimir al pueblo.

La resistencia feroz del sátrapa a la rebelión ha sembrado la alarma de sus recientes aliados, que contemplan con aprensión la posibilidad de que aguante el pulso. Creyeron que la dictadura libia caería bajo la presión callejera sin valorar la determinación suicida de un tipo que lleva cuarenta años acostumbrado a conservar el poder matando. El error parte de un análisis defectuoso de los procesos de Egipto y Túnez, atribuidos por la opinión pública europea a la espontánea movilización popular cuando en realidad se trató de sendos golpes de Estado militares sobrevenidos a raíz de las revueltas. Pero en Libia no hay un Ejército propiamente dicho, una milicia independiente y sólida capaz de derrocar al dictador, sino una fuerza de choque a su servicio personalista. Ahora Europa se da cuenta de que se aventuró muy pronto en el repudio de un Gadafi que sabe demasiadas cosas y que si resiste el desafío se puede convertir en un peligro descontrolado y rencoroso sentado sobre una gigantesca bolsa de combustibles fósiles. Pero incluso si pierde el envite, existe riesgo objetivo de que los rebeldes victoriosos consideren que no han tenido suficiente apoyo occidental y se sientan desligados de gratitud alguna. En ambas hipótesis hay por medio estratégicas reservas de gas y de petróleo.

Así que ya no hay vuelta atrás: si la tiranía no cae habrá que empujarla. Los doscientos mil desgraciados —muchos de ellos subsaharianos que trabajaban en las explotaciones petrolíferas— hacinados en las fronteras y las víctimas civiles de la represión gadafiana no constituían hasta ahora prioridad alguna para el humanitarismo biempensante, pero de golpe se han convertido en motivo de preocupación crítica. Y los argumentos que servían para rechazar —con razón— la invasión de Irak se soslayan con reversible hipocresía pragmática para defender la intervención libia. Sadam era un déspota, Gadafi también; Sadam era un terrorista, Gadafi también; Sadam tenía petróleo, Gadafi también; Sadam no escondía armas de destrucción masiva, Gadafi tampoco.

Pero los negocios son los negocios. También al capitán Renault le entregaban sus ganancias cuando cerraba el garito.


ABC – Opinión

Chantaje en el aeropuerto

ENCABEZAMIENTO

Se consumó la amenaza: los sindicatos de AENA anunciaron ayer que van a presentar un preaviso de convocatoria de huelga contra la privatización de la compañía. Serán un total de 22 días de paro repartidos estratégicamente entre los meses de abril y agosto, para que coincidan con los días de más tráfico aéreo y de pasajeros: Semana Santa y el inicio y el final de las vacaciones de julio y agosto. Los paros, a los que están llamados unos 10.500 de los 12.500 trabajadores de este ente público, implican puestos claves, como el personal que trabaja en la división de operaciones, que son los últimos responsables de autorizar los movimientos de los aviones en tierra o asignar las puertas de embarque, así como los encargados de la señalización. Los sindicatos justifican esta huelga por la «pérdida derechos» que comportaría la privatización de un 49% del gestor aeroportuario. No es de recibo que el argumento para la huelga sea un futurible tan endeble como que la privatización empeorará el modelo de gestión y reducirá la inversión, con la consiguiente pérdida de la seguridad en los aeropuertos. Como es obvio, los sindicatos no presentan datos que avalen esas alarmistas predicciones. Una vez más, estamos en manos de las castas sindicales, temerosas de perder sus privilegios, y si el viajero hubo de soportar en diciembre el chantaje de los controladores, ahora es acosado por unos sindicalistas privilegiados. Al Gobierno le asiste todo el derecho de privatizar una parte de AENA como en su día se hizo con Iberia y, desde luego, haría bien en no plegarse a las exigencias desmedidas de los sindicatos. Sólo hay que ver los días que han elegido intencionadamente a sabiendas que son los más gravosos para AENA y para la economía española, además de que ver de nuevo los aeropuertos nacionales atestados de viajeros varados en tierra no ayuda nada a la imagen de nuestro país. Ayer mismo, casi simultáneamente al anuncio de esta huelga, se supo que los aeropuertos españoles transportaron un 5,2% más de viajeros en lo que va de año con respecto a 2010, con un crecimiento del tráfico del 4,4%. Y los datos de turismo de enero, sin ser extraordinarios sí que fueron alentadores, ya que, según la Encuesta de Movimientos Turísticos en Frontera (Frontur), España recibió un total de 2,66 millones de turistas internacionales, lo que supone un 4,7% más con respecto a 2010. La huelga supondría romper esta inercia tan positiva, más aún si tenemos en cuenta que el turismo es uno de los motores de la economía en nuestro país, y uno de los sectores que mejor ha resistido la crisis. Pero pedirle a los sindicatos de AENA que actúen con responsabilidad parece una quimera. Ya han demostrado demasiadas veces que no les duelen prendas en paralizar un país y tomar a los ciudadanos como rehenes. Por su parte, el Gobierno debe hacer todo lo que esté en su mano, pero sin doblegarse a ellos, para que esta huelga no se concrete. Tras los ejemplos de antaño, habría que empezar a valorar que nuestras autoridades impulsen la creación de una ley que limite este tipo de huelgas, sin vulnerar el derecho de los trabajadores, en sectores que son claves para la buena marcha del país.

La Razón – Editorial

Apremiante firmeza

La ONU debe cerrar el cielo libio, además de acorralar a Gadafi diplomática y económicamente.

Cada hora que pierde el Consejo de Seguridad dudando sobre si reunirse y qué nuevas medidas adoptar, Gadafi prosigue su brutal castigo contra su propio pueblo. La ecuación de fuerzas es abiertamente favorable al dictador, que dispone de blindados y aviación frente a las voluntariosas milicias mal armadas y peor entrenadas de los opositores a su régimen. Parece que ha logrado detener el avance de los rebeldes hacia Sirte y puede que haya retomado algunas ciudades que, como Zauiya, perdió en días pasados. A las matanzas perpetradas se añaden ahora las represalias con que amenaza en territorio reconquistado.

Las dificultades de una eventual intervención internacional no son solo militares, sino también diplomáticas y políticas. Pero contener la furia criminal del déspota libio es un imperativo moral y no puede haber excusas para una mayor firmeza tanto de las principales potencias como del Consejo de Seguridad. Urge, a este respecto, considerar al Consejo Nacional interino como Gobierno legítimo del país norteafricano. Sea cual sea el desenlace de la guerra en marcha, nada debería seguir como antes, y el reconocimiento del Consejo libio sería o el inicio del apoyo internacional a las nuevas autoridades o bien una inequívoca advertencia del ostracismo que aguardará a Gadafi en el supuesto de que se impusiera a su propio pueblo por la fuerza de las armas.


Igualmente apremiante resulta detener el flujo de dinero que continúa llegando a manos del coronel libio. Los activos financieros bloqueados hasta ahora por la comunidad internacional no son los más importantes de los que dispone. Le siguen llegando cientos de millones de dólares por petróleo, vía Banco Central de Libia, que está empleando para financiar una guerra que él mismo ha provocado. La decisión de la UE de bloquear esta misma semana los activos del fondo soberano libio, que mueve 70.000 millones en grandes empresas internacionales, es un paso tardío en la buena dirección.

El Consejo de Seguridad, por último, no puede seguir dando largas a la imposición de una zona de exclusión aérea sobre Libia, para lo que existe una aparente predisposición de relevantes países árabes. Poco se podrá hacer si Rusia y China vetan el acuerdo, pero es necesario colocar a ambas potencias ante sus responsabilidades: defender a Gadafi equivale a enajenarse a quienes, desde el Atlántico al golfo Pérsico, se han levantado reclamando el fin de la tiranía.

Entre la intervención militar abierta e impedir al déspota libio que utilice su aviación para seguir cometiendo crímenes de guerra, media una larguísima distancia. Aparte de la suerte en el campo de batalla, ambos contendientes se disputan la legitimidad para erigir el régimen que suceda al actual. Gadafi no ha dispuesto nunca de ella, y ahora menos que nunca. En cuanto a los rebeldes, es crucial que esa legitimidad les pertenezca por entero, no compartida con una intervención exterior.


El País – Editorial

Rehenes de la subvencionada mafia sindical

Esta huelga salvaje revela la voluntad de aprovecharse de la imprevisión del Gobierno, así como la de utilizar a los ciudadanos como rehenes, sirviéndose también de esa carencia de nuestro Estado de Derecho como es la de no tener una Ley de Huelgas.

Por mucho que ofrezca diferencias respecto al delito de sedición perpetrado por los controladores aéreos el pasado puente de la Constitución, no menos salvaje es la huelga que secciones sindicales de UGT, USO y CCOO en Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea (AENA) acaban de convocar de manera intermitente durante los meses de abril, mayo, junio, julio y agosto, en oposición a la privatización parcial del ente: nada menos que 22 días de huelga en total, estratégicamente repartidos entre los de máximo tráfico aéreo, como son las vacaciones de Semana Santa, los puentes de mayo y junio, así como los días clave para las vacaciones de julio y agosto. Semejante convocatoria por parte de los sindicatos revela la misma voluntad de aprovecharse de la cómplice e irresponsable imprevisión del Gobierno, así como la de utilizar a los ciudadanos como rehenes, sirviéndose también de esa carencia que ofrece nuestro Estado de Derecho como es la de no tener una Ley de Huelgas.

Aun concediendo que el incumplimiento de los contratos laborales, que constituye toda huelga, deba ser reconocido como un "derecho", es evidente que una ley de huelgas que lo regulara para hacerlo compatible con el resto de derechos que asisten al resto de ciudadanos prohibiría los paros en servicios públicos esenciales y en fechas tan clave. A pesar de estar prevista en nuestra Carta Magna, lo cierto es que nuestra acomodaticia clase política la ha mantenido aparcada. Con todo, el vigente Real Decreto Ley 19/1977 de 4 de marzo sobre Relaciones Laborales, que en su defecto rige actualmente, contempla, no obstante, la posibilidad de considerar ilegal una huelga cuando "se inicie o se sostenga por motivos políticos o con cualquier otra finalidad ajena al interés profesional de los trabajadores afectados". Esto quiere decir que tiene que haber una motivación laboral y no una simple diferencia de pareceres sobre cuestiones ideológicas o de proyección en el mercado de la empresa.


Aquí los sindicatos simplemente protestan contra una privatización de AENA que, además de afectar única y lamentablemente al 49% de la empresa, garantiza expresamente que el personal de ésta "se seguirá rigiendo por los convenios colectivos vigentes, respetándose la antigüedad y cualquier otro derecho que tengan consolidado".

Por otra parte, lo que es una vergüenza es que AENA, como toda empresa pública, en lugar de atender a los ciudadanos como clientes, se sirva de ellos como contribuyentes. La naturaleza estatal de dichas empresas es una reaccionaria rémora, como lo son también los privilegiados y coactivos sindicatos que padecemos, para el progreso de nuestro país. Evidentemente no faltarán trabajadores que se opondrán a cualquier modificación de su privilegiado estatus de funcionario. Pero eso no constituye la defensa de un derecho sino de un abuso.

El Gobierno debe mostrar la máxima firmeza ante esta huelga tan injusta en el fondo como salvaje en la forma. Claro que, ¿qué firmeza cabe esperar de este Gobierno que acaba de ceder, mediante arbitraje, en el cómputo de horas laborables que desencadenó el conflicto con los controladores, cuyo delito de sedición a día de hoy sigue clamorosamente impune?

Aun cuando el Ejecutivo estableciera elevados servicios mínimos, que dadas las fechas serían siempre insuficientes, ¿qué garantía de cumplimiento por parte de los sindicatos cabría esperar cuando han visto cómo se ha saldado el asunto de los controladores, a pesar de que provocaron el cierre del espacio aéreo español y una subsiguiente declaración del "estado de alarma"? ¿Qué garantía de cumplimiento cabe esperar de los sindicatos cuando han observado el nulo perjuicio que para ellos ha supuesto que los tribunales declarasen a posteriori "ilegal" la huelga de Metro en Madrid que tuvo lugar los días 29 y 30 de junio de 2010, precisamente por el absoluto incumplimiento de los servicios mínimos decretados? ¿Hasta cuándo tendremos los ciudadanos que padecer como contribuyentes unos sindicatos que también nos utiliza como rehenes?


Libertad Digital – Editorial

Libia-ONU, se repite la historia

Naciones Unidas incurre una vez más en una parálisis dubitativa y en una inacción temerosa, bajo la coartada de la «legalidad internacional».

LA historia se repite con Libia. La indecisión de la comunidad internacional sobre este país norteafricano corre paralela a la represión brutal del coronel Gadafi contra los rebeldes y la población civil mediante bombardeos aéreos que no encuentran resistencia. Puesto a prueba el entramado de instituciones internacionales, el resultado vuelve a ser la parálisis dubitativa, la inacción temerosa y la coartada de la «legalidad internacional». Son los mismos errores que impidieron llegar a tiempo de evitar los crímenes de guerra en Kosovo, hasta que la OTAN bombardeó Serbia y consiguió frenar el genocidio. Pero Naciones Unidas vuelve a estar recluida en el círculo cerrado del derecho de veto que ejerce la pentarquía surgida de la victoria aliada de la II Guerra Mundial. A estas alturas resulta pueril seguir creyendo que la ONU es el depositario único y excluyente de la legalidad internacional, cuando se trata de un órgano político sometido al veto de las cinco grandes potencias, que estas ejercen por motivos de interés político o económico.

China y Rusia no están dispuestas a autorizar una intervención militar en Libia que establezca zonas de exclusión aérea sobre los territorios controlados por los rebeldes. Sus razones para tal veto no son de legalidad internacional. La OTAN bombardeó Serbia porque Rusia iba a vetar la intervención en el Consejo de Seguridad de la ONU. Y si ahora los países occidentales y la propia OTAN esperan una resolución favorable de este organismo es porque anteponen el prejuicio de la opinión pública surgido tras la intervención en Irak a las razones de legalidad humanitaria e intereses generales que justificarían sobradamente una acción multilateral al margen de la ONU. No es admisible que se cuestione la legitimidad de la OTAN, integrada solo por democracias, y que se acepte sin rechistar que la ONU ejerza su pretendido monopolio sobre la legalidad internacional con votos de dictadores y genocidas; no en vano, Gadafi llegó a presidir la Comisión de DerechosHumanos de la ONU. La evolución de la comunidad internacional no será completa en tanto no se revisen los fundamentos de la ONU, anclados —para contradicción de quienes la han mitificado como encarnación del multilateralismo pacífico— en las condiciones impuestas por los vencedores de una Guerra Mundial al resto del planeta. Entre tanto, Gadafi sigue matando a sus anchas y recuperando territorio.

ABC – Editorial