sábado, 8 de enero de 2011

El que rompe paga. Por M. Martín Ferrand

Aquí resulta más eficaz invocar la ley de la taberna: el que rompe paga y se lleva los vidrios rotos.

LAS leyes que se tejen en el Parlamento tienden a vaporosas. Su incumplimiento y escasa aplicación son parte del folclore nacional y, si alguna llegara a ser invocada para su aplicación, ya se encargarán los tribunales de aplazar su cumplimiento o retorcer su espíritu con el mecanismo procesal con el que, como gran sustituto de la Justicia verdadera, nos vamos apañando en esta democracia paródica en la que dos hombres, solo dos —José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy—, tienen potestad, salvo en Cataluña y el País Vasco, para decidir quién es el alcalde de cada municipio, el presidente de cada autonomía, los representantes parlamentarios de cada circunscripción y los nombres máximos del Poder Judicial y del Tribunal Constitucional. Eso es algo tan representativo como queramos admitirlo y da paso a un juego parlamentario distinto del que describen los manuales de la ciencia política y los usos en las naciones de acreditados modos democráticos.

Aquí resulta más eficaz invocar la ley de la taberna: el que rompe paga y se lleva los vidrios rotos. Si esa fuera nuestra manera de enfrentarnos al problema financiero, uno de los más perturbadores y graves entre los asuntos pendientes en la vida nacional, estaríamos a salvo; pero, desgraciadamente, aceptamos el proceloso caldo en el que se entremezclan los intereses de unos, las debilidades de otros, la inconsecuencia del sistema y la conveniencia de los renovados caciques regionales y tenemos a la vista una realidad tan indeseable como inútil para el conveniente desarrollo de la economía y el progreso de las personas.

El hecho de que los contribuyentes, siempre sufridos y amedrentados, paguemos con nuestro dinero el fracaso de las instituciones financieras es moralmente reprobable; políticamente, descalificador del Legislativo y del Ejecutivo y, económicamente, la cimentación de nuevas y mayores catástrofes. El método, auspiciado por el Gobierno, bendecido por el Banco de España y tolerado por el BCE, con el que se están fusionando —amancebando para ocultar responsabilidades— muchas de nuestras Cajas de Ahorro clama al cielo. No solo se mantienen, acumulando la perversiones; sino que se confirman en sus cargos de administración y dirección a quiénes han sido responsables de la situación. Si se les aplicara la Ley de la taberna, su suerte sería muy distinta. También el futuro del sector financiero, la potencialidad del progreso español y, sobre todo, la confianza de los ciudadanos, ahítos de tanto encubrimiento y mandanga como propician los dos monopolistas, uno por la izquierda y otro por la derecha, del poder en la vida española.


ABC - Opinión

La bella Isabel. Por Alfonso Ussía

ENCABEZAMIENTO

He leído en «El Mundo» unas declaraciones de Isabel Pérez-Espinosa más que preocupantes. Esta señora es la candidata del Partido Popular para presidir el Principado de Asturias. En las fotografías aparece guapa, pero dura. Se advierte su enfado por la encuesta reciente de Sigma-Dos, según la cual Álvarez-Cascos ganaría las elecciones asturianas con nueve escaños de ventaja sobre el Partido Popular. Pero intuitivamente intento ir más allá en el análisis de sus palabras. Dice que Cascos le causa tristeza «porque fabula y tiene tremendas lagunas mentales». Para mí, que la bella Isabel habla con despecho, como una novia abandonada, con el amor convertido en odio irrefrenable. Me recuerda un poco a Scarlett O’Hara en sus peores momentos con Rhett Butler en «Lo que el viento se llevó». Me aseguran, y no alcanzo a comprender tanta hostilidad, que Isabel Pérez-Espinosa fue impulsada y apoyada por Álvarez-Cascos en sus inicios políticos. La vida da muchas vueltas. Katharine Hepburn pasó del amor más profundo con Spencer Tracy a decir de él que lo más divertido que podía pasar con Tracy en la cama es que se cayera al suelo el edredón.

Decir que Cascos fabula, para quien escribe no resulta irrespetuoso. La fabulación es consecuencia de la imaginación y la fantasía, y los dos espacios me parecen atractivos. Una persona que no fabula es lo más parecido a un berberecho. Pero el arrebato de odio se deja ver cuando la bella Isabel revela que Francisco Álvarez-Cascos tiene tremendas lagunas mentales. Ahí hay un enigma oscuro, no desvelado, pendiente de percibir la luz. La excesiva crueldad del mensaje no se corresponde con una simple rivalidad política. He conocido a personas con suaves y tremendas lagunas mentales y no acierto a colocar a Cascos en esa relación. Las lagunas mentales son fruto, en ocasiones, de los nervios. Un pariente del firmante, muy buena persona amén de devotísima, fue rechazado por las autoridades eclesiásticas para hacer la Primera Comunión. Después de una larga preparación para ello, cuando le preguntó el señor Obispo Auxiliar de la Diócesis de Madrid «hijo, ¿cuántos Dioses hay?», mi pariente, atacado por los nervios, nubló su mente y respondió: «Siete con Pinocho». A eso es lo que yo he llamado siempre una tremenda laguna mental. Y el embajador Villacieros, un gran señor, jefe de Protocolo del anterior Jefe del Estado, en una audiencia concedida por Franco a Jaime Campmany cuando era el director de «Arriba», lo anunció como «don Emilio Romero» a causa de una suave y pasajera laguna mental.

No puede considerarse elegante ir por el mundo humillando a los adversarios atribuyéndoles tremendas lagunas mentales, es decir, señalándolos de chochos, gagás, deslucidos, dementes o blandos de meninges. Las lagunas mentales pasajeras son posibles en las más brillantes mentes. El Papa Juan XXIII tuvo una laguna mental muy celebrada. Estaba preocupado por una cuestión que afectaba a la Iglesia y se dijo a sí mismo. «De mañana no pasa que le haga llegar al Papa mi inquietud». Y en efecto se la hizo llegar, entre otras razones, porque el Papa era él. Se lo contó divertido a sus cardenales más allegados, pero ninguno de ellos acudió a la prensa para chismorrear que Su Santidad experimentaba tremendas lagunas mentales.

No he tratado mucho a Francisco Álvarez-Cascos, pero mi memoria no coincide con la revelación de la bella Isabel Pérez-Espinosa. No lo sé, pero algo hay en el páncreas de esa atractiva y decidida mujer asturiana que le incita a humillar al político disidente. La vida es una caja de sorpresas.


La Razón - Opinión

Inmorales y paletos. Por Hermann Tertsch

Nos descubren el milagro chino y nos dicen que en el abrazo con la mayor dictadura del mundo están nuestro pan y salvación.

Nada les importa que no les reporte inmediato beneficio. Y todo lo que descubren lo consideran nuevo en la tierra. Creímos que el adanismo del Gobierno era una impronta transmitida por la osadía ignara del presidente Zapatero. De su vacuidad pretenciosa. Pero ya no. Cumpliendo con su fama tóxica de contagiar todos sus defectos a su entorno, Zapatero consigue que todos los que se le acercan acaben mariposeando en su misma cursi inanidad. Ahí tienen a aquel personaje llamado Pedro Solbes, que lograron presentar a los españoles como un político creíble y pasará a la triste historia del zapaterismo como el rostro tuerto de la mentira sobre la crisis. Se nos ha enamorado de China. Y habla del padre benefactor de Pekín como si le hubieran nombrado princesa en una ópera china. Cuando sólo le han dado a presidir el Foro China-España, hoy quizás la poltrona más lucrativa de las que aún puede repartir el presidente de la agonía. Nos descubren el milagro chino y nos dicen que en el abrazo con la mayor dictadura del mundo están nuestro pan y salvación. Nos dicen que somos poco menos que afortunados de tener una deuda que puedan comprar nuestros chinos que no saben qué hacer con la pasta. La inmoralidad de todos estos nuevos adalides de la dictadura solvente ya no puede sorprender. Jamás les ha importado un preso político si no le sirve para la política cainita en España. Como la libertad no les es nada, no perciben que la mayor plusvalía que tiene Europa en sus relaciones con China radica precisamente en la libertad. Y que aunque sólo fuera por razones de equilibrio, para no dejarse invadir ni avasallar, hay que tenerla siempre presente. Los jerarcas chinos sólo son omnipotentes si no se les menciona a Liu Xiaobo. Pero esta tropa no sólo es inane e inmoral. Es terriblemente paleta.

ABC - Opinión

Las primarias de Zapatero. Por Edurne Uriarte

Zapatero es una prueba de cómo usar las primarias como método propagandístico para envolver decisiones autocráticas.

No sabemos si Cascos acabará pactando con el PSOE en Asturias, más que nada porque aún no existe el partido de Cascos. Pero, de momento, se ha producido una insólita convergencia entre Cascos y Zapatero que ha debido de provocar un sobresalto al propio Cascos, cuando el presidente ha considerado su defenestración una muestra de la falta de democracia interna del PP.

Lo que nos da una idea de la cantidad de incongruencias que son capaces de soltar algunos líderes políticos cuando de presumir de democracia interna se trata. Que era, obviamente, el objetivo de Zapatero. Ensalzar las virtudes democráticas de su partido frente a las carencias de los demás. Y lo hacía el martes, en entrevista con Carlos Herrera, un día antes de que el PSOE suspendiera de militancia a Antoni Asunción por denunciar irregularidades en las primarias valencianas. O, en otras palabras, que la falta de primarias del PP sirve para que algunos militantes, Cascos, se vayan, y las primarias del PSOE sirven para que a algunos militantes, Asunción, los echen.


O, en el caso de la propia sucesión de Zapatero, para hacer propaganda electoral con ellas, «soy partidario de las primarias», mientras que el propagandista se aplica el método más puramente autocrático a si mismo. Es decir, que lo suyo lo decide él. Y es que Zapatero también afirmó en la misma entrevista que su candidatura a las generales depende de las convicciones. De las suyas. Y que ya las contará cuando le parezca oportuno. Olvidando el pequeño detalle, se lo recordó ayer González, de que su partido algo tendrá que opinar también al respecto.

Lo que nos demuestra que las primarias como método expeditivo para ahogar diferencias, que se lo pregunten a Borrell, parecen ser mucho más eficaces. Y como método propagandístico para envolver decisiones autocráticas, Zapatero es una prueba, también.


ABC - Opinión

Cataluña. Enmascarador. Por Maite Nolla

CiU tiene ante sí la posibilidad de volver a ser el "Partido" en Cataluña y únicamente es necesario no cometer errores y recordar que allí caben todos. Propios, ajenos, independentistas y más independentistas aún.

Con el asunto de la operación "Galgo" una se entera de que, como es obvio por otra parte, lo importante en la cosa del doping es que el día de la competición no te quede rastro. Y para ello o se elimina la sustancia, utilizándola solo para entrenar, o se usan los enmascaradores, que es un nuevo vocablo que ustedes habrán podido leer estos días, y que sirven para eso, para que no se detecte el veneno.

Salvando las distancias, con Artur Mas pasa lo mismo. Se puede hacer el análisis de brocha gorda y decir que ha vuelto el nacionalismo de CiU en su pujolidad máxima, con Prenafeta desfilando por la alfombra roja del Palau de la Generalitat, o se puede afinar un poco y ver que la estrategia de Mas no deja de tener cierta astucia. Para empezar, reconociendo que la crisis y el tripartit colaboraron de forma decisiva en la victoria de Mas, lo cierto es que no necesitó ir al notario para ganar; es más, se dio cuenta de que es posible que actuando de ese modo hace cuatro años, poniéndole flores a Guifré el Pilós, ahuyentara al personal más moderado. Y con la victoria, la investidura y la presidencia publicada en el BOE, Mas quiere recuperar el pujolismo, es cierto, pero en la parte integradora, que algunos pueden pensar que es la parte de engaño. Mas no va a dejar de ser nacionalista, ni de actuar como tal, pero para hacer nacionalismo hay que ganar las elecciones y para eso hay que dar otra apariencia.

Aguantando incluso ciertas tensiones con los funcionarios del partido que esperaban más recompensa después de siete años de sacrificios, Mas va a llevar el principio de la llamada "Casa Gran" a su Gobierno. ¿Y eso qué es lo qué es?, dirán ustedes. Pues que CiU tiene ante sí la posibilidad de volver a ser el "Partido" en Cataluña y únicamente es necesario no cometer errores y recordar que allí caben todos. Propios, ajenos, independentistas como Mascarell, más independentistas aún como la que se encargaba de las embajadas de Carod, moderados, técnicos y enmascaradores. Porque así se pueden calificar algunos fichajes como el de la nueva consejera de Justicia, que no tiene nada de nacionalista. Es cierto que se gana con el tiempo y con el cambio, pero la función de la señora Fernández Bozal será la que llevó a cabo durante años el insigne y agraciado militante de CiU Justo Molinero y su Radio Tele-taxi: Pujol representaba la integración. Mas también quiere eso para él. Y si le nombran "español del año", mejor aún.


Libertad Digital - Opinión

La cuesta es el año entero. Por Ignacio Camacho

Lo que ven los mercados es una política incapaz de dar estabilidad. La clase de lío en que no conviene invertir.

NO deje que le engañen los discursos oficiales: España está en riesgo de quiebra. En un ámbito tan sensible como el de los mercados financieros, la estabilidad de un país no la mide el modo en que éste se ve a sí mismo, sino el criterio con que lo ven desde fuera. Y la cuestión es que los acreedores no se fían, que no consideran suficientes las reformas adoptadas y los anuncios de otras nuevas, que no contemplan solidez en la escena institucional española y que no encuentran garantías para seguir comprando deuda. Como además en el mundo de las inversiones bursátiles existe un fuerte componente de volatilidad psicológica, si cae Portugal va a ser muy difícil contener la histeria.

La cuesta de enero va a durar todo el año. La primavera se perfila como un momento de delicadeza crucial… si no hay novedades desagradables antes de tiempo. En esos meses España va a tener que pedir fondos para consumar el proceso de saneamiento de unas cajas atragantadas de pasivo inmobiliario. Una especie de segundo FROB, digamos que de quince, veinte, acaso treinta mil millones… que no tenemos. Como inversión puede ser una buena idea porque ese dinero consolidaría nuestro sistema financiero —«el más sólido del mundo», ¿se acuerdan?—, pero no está claro que los prestamistas lo vean así, incluido el Banco Central Europeo. Si no lo dan, malo, pésimo, porque el mentado sistema se puede ir al garete y llevarse por delante, como en Irlanda, al país entero. Y si lo dan, van a exigir medidas cautelares en forma de ajuste (más) duro. Es decir, un rescate o su equivalente político.


Ayer se volvió a disparar la prima de riesgo, a cuenta de la zozobra portuguesa, y los sobresaltos van a aumentar. La enorme cantidad de dinero que necesita el Estado para hacer frente a los gastos de la crisis y a su propia incapacidad para autorreducirse ha puesto de hecho la política española en manos de los inversores externos. Ha desnacionalizado la soberanía. Pero es lo que hay. Lo que el Gobierno ha querido que haya. Y ahora Zapatero va a tener que subir una cuesta cuya pendiente aún no asimila y es difícil que pueda contar para ello con la ayuda de un PP encastillado en la tesis de que el propio presidente es el primer problema. Ambos se equivocan; el uno porque minusvalora las dificultades o sobrevalora su capacidad, y el otro porque el problema no es sólo la identidad del líder, sino una crisis institucional y política que se percibe con mucha más claridad desde el exterior. Lo que están viendo ahí fuera es una clase dirigente incapaz de establecer consensos, de adelgazar una estructura pública desmesurada y de dar estabilidad a la nación. Es decir, la clase de lío en el que conviene hacer cualquier cosa menos invertir dinero.

La pregunta que los ciudadanos debemos hacernos es si le concederíamos un préstamo a estos políticos. Y ésa es exactamente la que se están haciendo los mercados de deuda.


ABC - Opinión

Ley de Trato con truco

El primer Consejo de Ministros del año ha impulsado otra de esas leyes llamadas de «ingeniería social» mediante las cuales el Gobierno pretende acomodar al ideario socialista aspectos centrales de la convivencia, como la legalización del aborto libre, la equiparación del matrimonio homosexual, la asignatura Educación para la Ciudadanía, la Igualdad de Género, etc. En este caso, se trata de una Ley de Igualdad de Trato y No Discriminación, elaborada por el Ministerio que dirige Leire Pajín. De la información aportada ayer por Moncloa apenas si se aprecia el esqueleto de la ley y poco más de sustancia. Tampoco aclara nada la ampulosa retórica de la ministra, que abunda en conceptos mayúsculos como «construir una sociedad que no humille a nadie y que no permita que nadie sea humillado, una sociedad en la que sentirse seguro», pues lo mismo sirve para esta ley como para cualquier otra. Por una elemental razón de prudencia, por tanto, habrá que suspender un juicio más fundado en tanto el Gobierno no dé a conocer el articulado completo y se desvele qué se esconde detrás de una ley que hasta el momento sólo ha sido ardorosamente jaleada por la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales. De entrada, sin embargo, ya existen aspectos e indicios que justifican una reflexión crítica. Es bastante discutible, por ejemplo, que esta ley sea estrictamente necesaria o que la legislación española sobre derechos fundamentales no persiga los actos de discriminación. Hay infinidad de normas, desde las laborales y educativas hasta las sanitarias y de inmigración, que ya protegen adecuadamente a las personas frente a conductas discriminatorias. ¿Qué ventajas añadidas y reales puede aportar una ley específica? Seguramente ninguna, salvo que se utilice la iniciativa como excusa para colar otros objetivos relacionados con la llamada «ideología de género». Llama la atención, por ejemplo, que a la lista de conductas discriminatorias fijada por la UE (por nacimiento, origen racial o étnico, sexo, religión, convicción u opinión, edad y discapacidad) Leire Pajín añada la de «orientación sexual», que a primera vista podría parecer reiterativa. Si esta atípica novedad se pone en conexión con otros aspectos de la ley, como que los acusados de discriminar deben probar su inocencia, no hay que ser un lince para aventurar el salto cualitativo que pueden experimentar las acusaciones de «homofobia», tan manoseadas por la izquierda para atacar a los dirigentes del PP y a cuantos no comulgan con el credo gay, ya sean empresarios, educadores o instituciones sociales. Ha asegurado la ministra Pajín que procurará rodear a la ley del mayor consenso y acuerdo parlamentario. Loable propósito, pero no pasará de ahí si antes no desbroza y aquilata la norma para que no resulte un truco legal con el que imponer la ideología de género a base de denuncias (¿también delaciones?) y de persecuciones arbitrarias. En este punto, el PP tiene el deber de exigir mayor transparencia y rigor para evitar que el sectarismo ideológico del PSOE imponga otra ley más al conjunto de los ciudadanos.

La Razón - Editorial

El nuevo juguete liberticida de Pajín

Que nos veamos censurados y reprimidos por hacer un uso legítimo y pacífico de nuestra libertad dependerá de la discrecionalidad del burócrata de turno, de su buena o mala voluntad y de sus prejuicios ideológicos.

Se ha extendido la opinión de que el Gobierno de Zapatero es un gabinete oportunista e incompetente que carece de dirección y rumbo. Sin embargo, lo cierto es que el PSOE zapaterista sí posee un marcado objetivo ideológico que sólo el intenso desgaste de la crisis económica ha logrado frenar parcialmente.

Desde un comienzo, los socialistas han tenido muy claro que su propósito era el de debilitar los vínculos de carácter privado que unen a la sociedad para sustituirlos por otros de carácter estatal que pudieran manejar y someter más fácilmente. Así, se ha atacado a instituciones tradicionales como la familia, el Ejército, la Iglesia o la idea misma de nación y se ha buscado el enfrentamiento y la división entre los ciudadanos (la última vez hace pocos días a cuenta de la exhortación a la delación de los fumadores).

El resultado de tales intervenciones ha sido una sociedad civil debilitada cuyas libertades pueden ser violentadas y cercenadas sin apenas oposición popular. Es en este contexto de una nueva vuelta de tuerca de planificación social liberticida en el que se inserta la Ley Integral de Igualdad de Trato y No Discriminación que presentó ayer Leire Pajín. Sería un error pensar que este tipo de iniciativas cumplen la función de una cortina de humo ante la crisis, pues, como decimos, no son la anécdota, sino la categoría de la acción de gobierno del PSOE.


La propia ministra de Sanidad ha reconocido que la finalidad de esta ley es "construir una sociedad que no humille a nadie". Sencilla fórmula en la que se reconocen dos rasgos propios de todo abuso estatista del poder: el colectivismo y el constructivismo. Lo primero porque presupone falsamente que es 'la' sociedad la que humilla a alguien, y lo segundo porque el acto de humillar podrá parecernos reprobable desde un punto de vista moral, pero no debería ser materia de sanción o regulación, salvo cuando esa discriminación vaya acompañada de violencia o incitación a la misma (esto es, por genuinas violaciones de derechos humanos).

Y si el hecho de que el Estado se ponga a perseguir actitudes que, en su caso, sólo deberían ser censuradas en el ámbito privado ya resulta una agresión a la libertad, tanto más lo es cuando los medios empleados para implementarlo también violan derechos tan básicos como la tutela judicial o la presunción de inocencia. Así, con tal de facilitar que cualquier sentimiento, fundado o no, de discriminación sea objeto de fiscalización, Pajín, por un lado, ha instaurado la prueba diabólica –la presunción de culpabilidad– propia de la Inquisición: es decir, la carga de la prueba recaerá sobre cualquier persona que sea acusada de haber discriminado a otra. Se asume, por tanto, que lo natural es que cualquier individuo discrimine y que tenga que ser castigado y "reeducado" por el Estado.

Por otro, la ley extiende y generaliza de tal manera las causas de discriminación –discriminación por asociación, error, múltiple, acaso discriminatorio...–, como para que casi cualquier comportamiento pueda ser sospechoso de discriminación. Es decir, no sólo se presume la discriminación allí donde ésta se denuncia, sino que se presume para casi cualquier comportamiento es discriminador.

Al final, que nos veamos censurados y reprimidos por hacer un uso legítimo y pacífico de nuestra libertad dependerá de la discrecionalidad del burócrata de turno, de su buena o mala voluntad y de sus prejuicios ideológicos. Un adoquín más en este edificio de inflación legislativa que confunde derechos con servidumbres y que coloca a toda la sociedad dentro del molde ingenieril y visionario de la izquierda autoritaria y antiliberal.


Libertad Digital - Opinión

Simulando consensos

La imagen del Ejecutivo es la de un desorden absoluto, que priva a España de una agenda económica realista y planificada.

AUNQUE el Gobierno anunció ayer a través de su portavoz y vicepresidente primero, Pérez-Rubalcaba, que «va a pelear» por un acuerdo sobre la reforma de las pensiones, lo cierto es que el Ejecutivo ya tiene decidido y proclamado lo que va a hacer y cuándo. Además, buena parte de esta información la ha facilitado el propio presidente del Gobierno al concretar que la nueva edad de jubilación se ampliará a los 67 años. También ha anunciado el Gobierno que ampliará el periodo de vida laboral necesario para percibir una pensión y que la decisión final será tomada por el Consejo de Ministros el 28 de este mes. Fijados el calendario y el contenido de la reforma, el Gobierno pierde el tiempo simulando voluntad de consenso con las fuerzas sindicales, con las que ayer comenzó una ronda de reuniones, porque, además de estar vinculado a los anuncios hechos por Rodríguez Zapatero, ni las grandes economías europeas ni los mercados financieros van a permitirle más amagos o aplazamientos. Para muestra, el comienzo del año 2011, que está siendo muy preocupante para la deuda española. El problema de nuestra economía sigue siendo que no está respaldada por una dirección política fiable.

La reforma de las pensiones tiene una oposición casi total de los sindicatos, que ya han anunciado que la aprobación de los planes del Gobierno justificará una nueva huelga general, con visos de tener mayor respaldo social que la primera. El acuerdo con los sindicatos se presenta prácticamente imposible, salvo que el Gobierno esté poniendo el listón de la negociación muy alto para luego rebajarlo y vender el consenso como un éxito de su política social. Estos experimentos con la situación económica del país no son aconsejables, porque el consenso que se obtenga con los sindicatos puede tener un alto coste en la respuesta de los organismos internacionales y de los mercados. El Gobierno está inmerso en una crisis de identidad, obligado a renunciar desde el 12 de mayo de 2010 a todos los principios económicos de su ortodoxia ideológica, con importantes componentes de deserción de ideales en política internacional, como se ha visto en la relación con Marruecos o en la reciente visita del viceprimer ministro chino. La imagen del Ejecutivo es la de un desorden absoluto, que priva a España de una agenda económica realista y planificada, capaz de generar confianza en el exterior y esperanza en el interior.

ABC - Opinión