jueves, 6 de octubre de 2011

Los jetas. Por Fernando Jáuregui

Parece que no eran solamente los coches blindados, los favores a cuñados y correligionarios o las tramas gurtelpolíticas. Parece que en determinadas cajas de ahorro anidaban esos jetas, esos caraduras, capaces de blindarse un sueldo para-toda-la-vida, de autoconcederse gratificaciones de escándalo y retiros de mayor escándalo aún. Y si hubiesen sido unos grandes gestores, la cosa, impresentable en todo caso, aún podría tener un relativo pase. Pero resulta que dejaron a sus entidades -llámense CAM o como se quiera- exangües, gracias a un ejemplo de mala gestión e inepcia.

Tampoco podría asegurar que hayan sido solamente algunas de esas cajas ahora "recompradas" por el Banco de España a precios de saldo las que han colocado a jetas monumentales al frente de sus entidades. No: hay despedidores profesionales en empresas públicas y privadas que cobran enormes indemnizaciones cuando cesan en su trabajo de cortar cabezas; algún caso conozco que, solamente con la liquidación que logró llevarse, podría haber salvado una docena de los puestos de trabajo que destruyó.

El jeta es producto típicamente nacional: es el socio que te deja todo el trabajo, excepto a la hora de cobrar. El concejal que se lo lleva crudo o que, al menos, te obliga a colocar al sobrinillo/a. El sableador que alude a la vieja amistad. El que jamás paga el almuerzo, o el que pasa como gastos de empresa la cena con aquella moza que. En fin, que una parte considerable de nuestros males vienen dados por el jeta, españolísimo producto que se cree más listo que nadie y acaba siempre siendo pillado, como no podría ser de otro modo. Pero entonces casi siempre es ya tarde.


Periodista Digital – Opinión

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