miércoles, 6 de julio de 2011

SGAE. Teddy como síntoma. Por José García Domínguez

De entrada, podría ir confeccionando las fichas para los casos en que el presunto resulte ser de los nuestros. "Fulanito es víctima de una inadmisible campaña de linchamiento mediático", "ha sido condenado a la pena de telediario"...

Prueba de la definitiva pérdida del sentido del decoro en nuestra vida pública, aquí, en España, lo sustancial ya no es qué sucede sino a quién le sucede. Sin ir más lejos, he ahí el recital de sonrisas y lágrimas suscitado por lo de Teddy. Tan es así que uno anda tentado de imitar en sus columnas aquel método para redactar media docena de novelas a la semana que ingenió la gran Corín Tellado. Una técnica que, por cierto, no esconde arcanos misterios. Basta con procurarse un exhaustivo inventario con todas las peripecias que quepa imaginar entre un galán en celo y su amada. Luego, una vez catalogadas y numeradas las escenas, se puede poner en marcha la máquina de hacer churros.

"Quince, cuatro, treinta y dos, nueve", daba en dictar Corín a su secretaria. Al punto, otra irresistible historia de pasión, deseo, celos, concupiscencia, amor y créditos hipotecarios estaba lista para arrasar en los quioscos. Después, a barajar de nuevo las situaciones, y vuelta a empezar: "siete, veintiuno, tres, quince...". Pues otro tanto, digo, procedería hacer con el análisis político. De entrada, podría ir confeccionando las fichas para los casos en que el presunto resulte ser de los nuestros. "Fulanito es víctima de una inadmisible campaña de linchamiento mediático"; "ha sido condenado a la pena de telediario"; "no se está respetando, circunstancia gravísima, la presunción de inocencia".

"No olvidemos que imputado de ningún modo significa condenado"; "todos conocemos al juez menganito: solo busca protagonismo"; "detrás de esto se esconde una mano negra"; "no hay duda de que se trata de una campaña orquestada", "es una burla al Estado de Derecho", etc. Cada argumento, una cartulina; cada cartulina, un número. Y cuando el baranda resulte ser de los otros, lo mismo. "Todo el mundo sabía que éste se lo estaba llevando crudo"; "lo han pillao con el carrito del helao"; "es intolerable que todavía no haya presentado su dimisión "; "no puede seguir ahí ni un minuto más"; "en España la justicia es un cachondeo"... Qué placer entonces enfrentarse al artículo del día. Que el inculpado es de los buenos: cinco, doce, cuatro, y a otra cosa. Que por el contrario es de los malos: seis, once, dos, y aire. El Nirvana.


Libertad Digital - Opinión

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