miércoles, 27 de julio de 2011

«Atroz, pero necesario». Por Ramón Pérez-Maura

Como si alguna confesión cristiana tuviera entre sus postulados el asesinato masivo de niños.

El pasado viernes por la mañana, horas antes de la bárbara carnicería perpetrada por el matarife Anders Breivik, él mismo dejó difundida en la red una afirmación que los hechos volvieron escalofriante: «Hoy os convertiréis en inmortales». Y parece que él quería decirlo en sentido literal, como tantas otras locuras salidas de su enfermo cerebro. Dado el cúmulo de filiaciones diversas a las que se ha intentado atribuir los actos del demente Breivik, no parece improcedente afirmar ahora, como lo ha hecho Bret Stephens en el WSJ, que esa afirmación no responde a impulsos religiosos porque si los hubiera tenido no está claro qué espacio dejaba para la vida en el más allá. Tampoco tiene nada de cristiano («terrorista cristiano» le llaman con regocijo). Como si alguna confesión cristiana tuviera entre sus postulados el asesinato masivo de niños. Eso era de Herodes y, según parece, no era seguidor de Cristo. Y tampoco parece tener nada de conservador, que es una ideología que entre sus postulados no tiene un ápice de utopía.

En cambio tiene mucho de algo que no es una ideología ni de extrema derecha ni de extrema izquierda. Una ideología que no es política en el sentido que damos a ese término y que ni siquiera puede ser comparada con el terrorismo islamista. La única conexión de Breivik con algo que se aproxime a un pensamiento estructurado es con el milenarismo, la demencial propuesta redentora de tantos trastornados necesitados de atención psiquiátrica que creen que toda posibilidad de redención llega por medio del caos y el sufrimiento. Y que, por si no estuviéramos dispuestos a sufrir por nuestra propia voluntad, están ellos preparados para infligirnos ese sufrimiento.

De ahí la afirmación de Breivik tras su detención: «Atroz, pero necesario». Stalin, hablando de las purgas en el Gulag, hubiera dicho lo mismo.


ABC - Opinión

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