viernes, 17 de junio de 2011

La astucia como problema. Por M. Martín Ferrand

Es de alabar la propuesta de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, para reformar la Ley Electoral.

RYSZARD Kapuscinski utilizó su conocimiento del mundo, su fina percepción política y un sutil olfato periodístico y compilador para concluir que «los peores rasgos del ser humano son la desconfianza, la astucia, la avaricia y el odio». El mayor y más trascendente de nuestros muchos problemas colectivos, en tanto que somos españoles, es que los dos primeros rasgos del catálogo del periodista polaco aquí son tenidos, especialmente en la vida pública, como virtudes. Jerarquizan y dignifican la personalidad de quienes los ostentan. Los otros dos tienen practicantes que alcanzan el virtuosismo del género; pero, afortunadamente, están mal vistos y no gozan del prestigio social, incluso intelectual, de los dos primeros.

Quienes han instalado en la desconfianza la estrategia operativa de sus partidos políticos se sienten astutos y superiores y, por ello mismo, son los responsables de una parte importante de la cuota de despropósitos con que la actualidad, acampada en la Puerta del Sol o en asedio del parque de la Ciutadella, nos sacude cada día. De ahí que resulte conveniente aplaudir las iniciativas, no muchas, para mejorar nuestro nivel de convivencia. En ese sentido es de alabar la propuesta de la reelegida presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, para reformar la Ley Electoral y, con ello, hacer verdaderamente representativos a los que hoy son, sencillamente, representantes de sigla y emblema: máquinas de aplaudir y votar en sus respectivos parlamentos.

La idea de Aguirre resume una vieja demanda ciudadana; pero, como en la política española —según demuestra la experiencia de los siglos— todo es susceptible de empeorar y degradarse, conviene tener presente que puede haber algo peor que una lista cerrada y bloqueada con la que votantes de Albacete sospechen estar reforzando a quien, en verdad, encabeza la lista equivalente de Madrid. Algo menos deseable que un disparate funcional, como el que ya aceptamos como costumbre, sería un amplio muestrario de disparates diversos. En ese sentido, incluso contando con el catálogo de Kapuscinski, no estaría de más que Aguirre utilizara su influencia, que es mucha en razón de sus éxitos electorales y de su pesquis político, para que el PP, Mariano Rajoy incluido, tomara clara posición en ese orden de ideas. La vigente normativa electoral tuvo sentido para el tránsito de una dictadura a una democracia que ahora, sentadas sus bases, conviene convertir en verdaderamente representativa y funcionalmente parlamentaria. Lo de la avaricia puede quedar para otra ocasión y el odio, aquí y ahora, es posible que no tenga remedio.


ABC - Opinión

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