miércoles, 6 de abril de 2011

Bronca de dinosaurios. Por Ignacio Camacho

El régimen andaluz amenaza desplome, cuarteado por una crisis de autoridad y una bronca cainita.

EL PSOE tiene en España una crisis de liderazgo, pero en Andalucía ha entrado en estado técnico de guerra civil. El viejo régimen socialista andaluz se ha cuarteado por dentro y su ruina amenaza desplome en medio de un fragor de querellas cainitas y pulsos de poder. Otro éxito estratégico del clarividente Zapatero, que precipitó el relevo del virrey Chaves en un gesto de sobrada intrepidez muy propio de su esclarecida visión política. El chavismo olía a naftalina después de dos décadas de abotargada hegemonía califal, pero sustituirlo sin planificar el recambio era una maniobra iluminada que ha terminado como suelen acabar esta clase de improvisaciones tan gratas al presidente del Gobierno: en un lío descomunal, un descalzaperros fratricida y una implosión institucional cuya consecuencia objetivamente más positiva —la autoliquidación de un entramado de intereses anclado en treinta años de dominancia— es la que menos deseaba el autor de tan extraordinario diseño.

El recambio de Chaves y teórico delfín continuista, José Antonio Griñán, es un político de moqueta mal aparejado para liderar una organización clientelar como la del socialismo andaluz. Para afirmar su autonomía y cumplir el preceptivo designio freudiano de ejecutar al padre sustituyó a los curtidos capataces chavistas por una generación de jóvenes con mucha ambición, pocos estudios y nula experiencia, tal vez confiando en que se ocuparían de manejar el cortijo para dejarle a él su espacio de política ilustrada, tardes de cine y noches de ópera. Mal cálculo; los viejos aparatchiks tienen espolones retorcidos, y alentados desde Madrid por el califa destronado han planteado batalla obligando al elegante sultán a mancharse las manos en una reyerta a cuchilladas. En el fragor de la bronca vuelan ante la opinión pública papeles que testimonian la manera en que se gobernaba el latifundio: Eres fraudulentos, fondos malversados, tráfico de influencias familiares y demás órdenes del día de un sistema caciquil en el que Griñán cohabitaba sin querer darse por enterado. Menguados los recursos públicos que sostenían el tinglado a base de subvenciones y derramas, una revuelta de funcionarios cabreados ha acabado de poner patas arriba la vieja pax chaviana.

En ese tumulto terminal de conspiraciones y artimañas todas las intrigas acaban en movimientos autodestructivos que lesionan los intereses comunes de las partes en un vértigo suicida. Cada complot con el que Chaves intenta desequilibrar a Griñán se vuelve contra su propio legado y rebota en Madrid en forma de escándalo. Al actual presidente le pueden reprochar incompetencia para mantener el antiguo orden, pero un tipo que ha gobernado veinte años no tiene modo de escapar a un levantamiento de alfombras. El espectáculo es apasionante: una disputa entre dinosaurios bajo una lluvia de meteoritos. El prólogo clásico de las grandes glaciaciones.


ABC - Opinión

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