lunes, 7 de marzo de 2011

Política de pegatina. Por Ignacio Camacho

Inconsistente, provisional y reversible: la pegatina es el logotipo de la política tornadiza del zapaterismo.

EN su vorágine arbitrista de improvisaciones y ocurrencias, el Gobierno ha acertado involuntariamente a diseñar el mejor logotipo posible del zapaterismo. La pegatina es desde hoy el símbolo de esta política de criterios reversibles, ideas inconsistentes y medidas transitorias con las que el presidente y su equipo se atornillan a un poder cuyos resortes hace tiempo que dejaron de controlar. Principios inconsistentes, decisiones retráctiles y normas convertibles a tenor de las circunstancias o vaivenes de opinión pública: todo el carácter tornadizo, liviano e inestable del estilo de gobernar de Zapatero está condensado en el ejercicio de quita y pon que mediante un simple adhesivo cambia la velocidad máxima en las carreteras como un epítome de la provisionalidad de sus métodos y valores.

Con un simple cambio de etiquetas, Zapatero ha ido adaptando su política a las necesidades derivadas de sus reiterados fracasos. Su concepto del poder está basado en una circunstancialidad relativista refractaria a cualquier fundamento permanente. Acostumbrado a la reinvención continua de sí mismo, cambia de avatar con una naturalidad desacomplejada y es capaz de asumir sin remordimientos la identidad de un reformista liberal tras seis años de contumaz autoproclamación como paladín del proteccionismo. Ayer era el campeón antinuclear y mañana revisa la vigencia de las centrales; antier entregaba dadivosos cheques sociales y hoy rebaña el subsidio del desempleo terminal; un día dispara el déficit al 12 por ciento y otro amanece como adalid del equilibrio presupuestario; un año niega la existencia misma de la crisis y al siguiente pronostica un estancamiento quinquenal; lo mismo se abraza en Túnez a Ben Alí (septiembre de 2004, ¿recuerdan?) que se presenta a dar a sus sucesores lecciones de tránsito democrático. Incluso sus señas de identidad más preclaras están sometidas al revisionismo express: la democracia deliberativa acabó en el diktat autoritario de los decretos-ley, los Ministerios de Igualdad o de Vivienda desaparecieron con la fulgurante determinación con que fueron creados y la guardia pretoriana del feminismo juvenil se transformó de repente en la masculina madurez del rubalcabismo. Como en una versión paroxística del devenir presocrático, en el zapaterismo todo fluye y nada permanece, sometida cualquier convicción al contraste de un pragmatismo exacerbado. Gobernanza posmoderna, oportunismo de cartelería, socialdemocracia versión 3.0.

Todo esa impronta de superficialidad y utilitarismo está condensada en el carácter efímero, cambiante y aparencial de las flamantes pegatinas viales: máxima flexibilidad, mínima sustancia y reversibilidad garantizada. Son desechables, biodegradables y fáciles de reciclar. Como las bombillas de bajo consumo. Como la política de bajo coste. Como la ideología de baja intensidad.


ABC - Opinión

0 comentarios: