lunes, 28 de marzo de 2011

El quinielismo sucesorio no le sienta bien a la economía. Por Antonio Casado

El vicepresidente Pérez Rubalcaba declaró ayer en Alcázar de San Juan -un clásico en los arranques de las campañas socialistas desde los tiempos de Felipe González- que el PP sufriría un ataque de contrariedad si la economía se recuperase antes de las elecciones generales de 2012. Aunque es una acusación muy dura, no se inventa nada. Resulta de una observación medianamente atenta de la realidad. “Sin ti no soy nada”, le cantaba el PP a ETA en la primera Legislatura de Zapatero. “Sin ti no soy nada” le canta el PP a la crisis económica en el aquí y ahora de nuestra reyerta política nacional.

Tomar nota no incluye rasgarse las vestiduras. Al PP le incumbe como fuerza alternativa moverse por el método de contradicción. La oposición está para oponerse y a Mariano Rajoy no le toca celebrar el aumento de las exportaciones o la pacificación de los mercados, sino repetir hasta la saciedad que vamos de mal en peor, que las últimas medidas presentadas por Zapatero en Bruselas no van a servir para nada y que esto sólo se arregla con elecciones anticipadas y un Gobierno del PP.


Es la lógica de la política. Sin embargo debe ser muy duro que sean precisamente los más “poderosos” del tejido empresarial (el calificativo, en su acepción menos amable, es de la número dos del PP, Dolores de Cospedal) quienes vengan a reventar el guión de acoso y derribo a Zapatero elaborado por el PP. Eso hicieron el sábado unos cuantos de los grandes empresarios reunidos por el presidente en Moncloa: decirle a los populares que la convocatoria anticipada de elecciones generales no es la purga de Benito contra los males de la economía.
«A diferencia de Sócrates, Zapatero dispone de mayoría parlamentaria y paz social. ¿Qué sentido tendría zarandear la barca más allá de jalear a ciertos creadores de climas artificiales?.»
Una alegría en casa del pobre. Ni tan pobre ni tan sólo. La propia elite empresarial española le indica la localización exacta del palo mayor -el proceso de reformas económicas-, por si necesita amarrarse cuando se sienta aturdido por el quinielismo sucesorio o por quienes le piden que anticipe el final del partido. No hacía falta porque hubo plena coincidencia en que el calendario político estará supeditado al programa de reformas.

Un severo correctivo, en definitiva, a quienes creen, y quieren hacernos creer, que el anuncio de la retirada de Zapatero como candidato y la convocatoria de elecciones generales anticipadas, cuanto antes mejor, es el mejor remedio para acelerar la remontada de la economía nacional. Ni la cercanía del síndrome portugués lo ha hecho verosímil. A diferencia de Sócrates, Zapatero dispone de mayoría parlamentaria y paz social. ¿Qué sentido tendría zarandear la barca más allá de jalear a ciertos creadores de climas artificiales?

Se lo han pedido Botín, Borja Prado, Villar Mir, Rafael del Pino y otros. Que no mueva la barca ahora que empieza a notarse una mejora en la estabilidad económica. Con notable rasgado de vestiduras entre los esforzados pregoneros de la bancarrota socialista, que acusan a la elite empresarial de querer marcar el calendario político.

Hombre, no. Son otros los que se empeñan en marcarle el calendario a Zapatero. Enredadores profesionales, napoleoncitos de cercanías y locos por la hípica. Pero el calendario político ya viene marcado por la normativa constitucional y consiste en celebrar elecciones cada cuatro años, salvo que el titular del poder pierda la mayoría parlamentaria y no pueda gobernar. Cosa que no ha ocurrido todavía.


El Confidencial - Opinión

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