lunes, 21 de marzo de 2011

El pulso global por la libertad

Es necesario que la operación militar occidental en Libia se defina como una toma de posición a favor de los demócratas de todo el mundo árabe.

DESDE la perspectiva del gigantesco terremoto político que se está desarrollando en el mundo árabe y musulmán, la guerra civil libia en la que numerosos gobiernos occidentales han decidido intervenir se puede definir como una transición traumática entre los episodios de países en los que la demanda de mayor libertad ha logrado derribar a los déspotas que mantenían las riendas de la sociedad y los de aquellos donde ese proceso todavía está en plena fermentación, como, por ejemplo, Marruecos, donde las promesas de reformas hechas desde el poder no han acallado las protestas. El caso libio es indeseable en todos los sentidos, y por ello resulta tan importante para los defensores de la libertad que concluya cuanto antes con el derribo —en este caso voladura— de un sistema totalitario que los delirios de un perturbado han llevado a este desenlace dramático. El pulso que se lleva a cabo en Libia explica las razones por las que la mayoría de los gobernantes alérgicos a la democracia están tomando abiertamente posiciones a favor de Gadafi. De hecho, la Liga Árabe ya ha empezado a desmarcarse del objetivo de una coalición a la que apoyó en su inicio, señal evidente de que la organización también está siendo sometida a esa división entre los que luchan por la libertad y los que intentan —esperemos que inútilmente—perpetuar la situación actual.

Frente a esa guerra a la que Gadafi ha conducido a su pueblo, resulta esperanzador ver que ayer mismo la inmensa mayoría de los egipcios se han manifestado a favor de una reforma constitucional que permita la construcción de un sistema democrático en el país. Pero ese proceso que se ha abierto en Túnez y Egipto está tan cargado de de esperanzas como de riesgos. No es fácil que los sistemas viciados por décadas de totalitarismo corrupto estén dispuestos a perder todas sus posiciones, ni que otras fuerzas tanto o más nocivas para la libertad vayan a quedar automáticamente anuladas. Por ello es necesario que la operación militar occidental en Libia se defina indudablemente como una toma de posición a favor de los demócratas de todo el mundo árabe. Aquellos gobiernos de la región que se han sumado al esfuerzo militar, como Marruecos, han de saber también que ello no les exime de su obligación de atender las ansias de apertura de sus sociedades.


ABC - Editorial

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