miércoles, 2 de febrero de 2011

Sueldo en riesgo. Por Gabriel Albiac

La elecciones autonómicas son la mayor agencia de colocación de este país. Con enorme diferencia.

ARRUINADOS. A la espera de la ayuda de una Europa casi en ruina. Humildes ante el fugaz paso de una Angela Merkel que bastante tiene con convencer a sus conciudadanos de que no suelten a plomo el lastre de esa Europa en la cual España es el mayor peligro. Un endeudamiento imposible, una irregularidad financiera (la de las Cajas) mastodóntica y la ausencia de un Estado moderno al cual suplen diecisiete cosas casi feudales y carísimas, hacen hoy a España inviable. Dentro, como fuera de la UE.

Arruinados, y sin mover un dedo. Las sucesivas directrices dictadas desde Bruselas al gobierno español han ido siendo pospuestas. Apenas si algo de su retórica se fue filtrando en el angélico discurso del mejor de los mundos posibles, que es el de Zapatero. Pero esas duras medidas quirúrgicas, sin las cuales la gangrena devorará por completo la economía y la sociedad española, siguen sin haber sido ni siquiera planificadas. En lugar de eso, el gobernante (es un decir) partido socialista sólo exhibe una preocupación: quién será su candidato en las elecciones generales de dentro de algo más de un año. Como si al común de los ciudadanos, con un pie en el abismo de la pérdida de su vivienda por impago de hipoteca y otro en la desesperación de no saber qué va ser de su fuente de ingresos el mes que viene, la historia del reparto de prebendas entre caciques del PSOE le importara una higa.


Marcando una sanitaria distancia, el partido de la oposición hace todo para volverse invisible. Está bien, probablemente, si de lo que se tratara fuera sólo de ganar unas elecciones. Pero quien quiera que vaya a gobernar en España durante los durísimos años que vienen, tiene que ser muy claro ante sus electores; no prometer lo imposible, no repetir la burla del futuro luminoso con la cual los socialistas han llevado a España a su peor atolladero de medio siglo. Quien quiera que sea ese que aspire a gobernar en el páramo que dejará tras su salida Rodríguez Zapatero debe explicar ya el amargo coste a pagar por estos ocho años de utopía iletrada. De la ruina no se sale con el cambio de gobierno. De la ruina se sale, en todo caso, a condición de que un gobierno sepa aplicar las medidas más antipáticas: barrido de sectores no productivos, clausura de las ruinosas comunidades autónomas, control de las finanzas de los partidos.

Lo triste es que todos perdamos el tiempo en enigmas de risa. ¿Tiene hoy relevancia saber cuál será el sujeto que haga el papelón de encabezar las listas del PSOE en las elecciones generales? No, ninguna. Lo que se juega, en realidad, en la charada que estos días representan los feudales señores socialistas, es mucho más inmediato. Ni a Griñán, ni a Fernández Vara, ni a Álvarez Areces se les da un ardite el desastre electoral de 2012. Lo suyo —su sueldo y el de su nutrida clientela— se juega dentro de tres meses. La elecciones autonómicas son la mayor agencia de colocación de este país. Con enorme diferencia. Una contabilidad que diera el número exacto de políticos locales que no vivieron nunca más que de eso, dibujaría el mejor retrato de nuestra democracia: empleo. Arbitrario, estable empleo de los peores, de los más sumisos. Empleo suculento, que pagamos todos.


ABC - Opinión

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