miércoles, 26 de enero de 2011

Cajas. ¿Quién teme al lobby feroz?. Por José García Domínguez

¿Quién retornaría a los contribuyentes el dinero tan alegremente prestado si las cajas, propiedad todas del señor Nadie, deviniesen incapaces de hacerlo?

En un rapto de lucidez, novedad siempre improbable tratándose de don Manuel, sostuvo Fraga en su día que los socialistas solo aciertan cuando rectifican. Tal que así, en el asunto de las cajas de ahorros han venido a atinar a medias con la penúltima reforma de la reforma de la Ley. A ese oneroso respecto, si algo ha caracterizado a la roja rojez de nuestro rojísimo presidente ha sido la capacidad para desteñirse en el acto, víctima de sudores fríos, ante el Dinero con mayúsculas. De ahí, servil, su mansedumbre en el diseño y manejo del Frob.

Como es sabido, el sistema financiero más sólido del mundo va a recibir en breve veinte mil millones más del erario con tal de que no se nos licúe entre las manos. Y a modo de dulce bicoca, huelga decir. Al punto de que ni uno solo de los directivos causantes del siniestro total habrá de presentar su dimisión a cambio de la enésima transfusión estatal. Ni uno. Nadie. Y es que, como en la canción de Gabinete Caligari, la culpa fue del Cha, cha, chá. O al menos, eso barrunta el optimista antropológico. Bien distinta, sin embargo, será la copla que suene en el rediseño de la propiedad, hasta ahora ignota, de las cajas. Más que nada por aquello de que a la fuerza ahorcan...en Bruselas.

A fin de cuentas, lo de ayer fue la crónica de una nacionalización anunciada. Acontece al respecto que las subvenciones a las entidades de crédito, ¡ay!, están prohibidas en la Unión Europea. Pequeño detalle que daba pie a una pregunta nada baladí. A saber, ¿quién retornaría a los contribuyentes el dinero tan alegremente prestado si las cajas, propiedad todas del señor Nadie, deviniesen incapaces de hacerlo? A malas, a los bancos se les puede arrancar un fajo de acciones por las bravas. Pero, y a esos espectros etéreos que moran en el limbo de las finanzas a la invariable sombra de los caciques provinciales de turno, ¿qué se les podría sacar? La respuesta, por lo demás, es simple: nada. Nada de nada. Clamorosa evidencia que hace aún más escandalosa la presión del lobby de los cajeros a fin de mantener cercado su particular corralito. Suerte que andamos intervenidos.


Libertad Digital - Opinión

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