domingo, 16 de enero de 2011

Lecciones de la crisis tunecina

Es altamente probable que la huida del dictador no haya terminado automáticamente con la dictadura en Túnez.

LA situación socioeconómica que ha provocado el estallido insurreccional en Túnez es prácticamente idéntica a la de los demás países de la región. Las sociedades de Marruecos y Argelia —por no hablar de los libios, sometidos a los pintorescos delirios de Gadafi— padecen males muy similares: falta de libertad, una economía anquilosada y una juventud desesperanzada y sin perspectivas. No se trata de una crisis económica coyuntural, sino un auténtico colapso que en cada país se ha tratado de contener hasta ahora con más Policía y represión, mientras los extremistas islámicos esperan su oportunidad. Los disturbios que han desembocado en la huida del dictador tunecino, Ziane Ben Ali, ni siquiera han sido los únicos de este mes de enero. En Argelia, el Gobierno de Abdelatif Buteflika ha tenido que bajar los precios de los alimentos después de más de una semana de disturbios por todo el país, y no es de extrañar que la Prensa argelina haya reaccionado a los sucesos de Túnez mencionando abiertamente la posibilidad de que se repitan en Argel. En Marruecos, los medios oficiales tratan de minimizar la defenestración de Ben Ali entre la propaganda del régimen, pero es evidente que la noticia corre ya por todas las medinas para intranquilidad de la monarquía.

Por desgracia, no hay nada que permita pensar que los responsables magrebíes estén pensando en recetas democráticas y modernas para proyectar a sus respectivas sociedades hacia el futuro, sino que, al contrario, seguirán con los viejos métodos de represión y aislamiento, confiando en la emigración hacia Europa como el medio más práctico de reducir las tensiones sociales. Incluso resulta probable que la huida del dictador no haya terminado automáticamente con la dictadura en Túnez, puesto que, en medio de la confusión, el Ejército sigue teniendo las riendas de la situación y por ahora las promesas de elecciones realmente libres están en el alero. Para la vecina Europa puede parecer más sencillo entenderse con los regímenes totalitarios que comprometerse seriamente con las reformas democráticas en los países del Magreb, pero la experiencia de Túnez demuestra claramente que la primera opción no tiene futuro. Antes o después, los países sin salida estallan. Como ha sucedido en Túnez.

ABC - Editorial

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