domingo, 13 de junio de 2010

El recibo de la luz. Por M. Martín Ferrand

Si es usted capaz de entender en todos sus epígrafes y detalles lo que, desde siempre, venimos llamando «el recibo de la luz», siéntase fuerte, único e imbatible

Si es usted capaz de entender en todos sus epígrafes y detalles lo que, desde siempre, venimos llamando «el recibo de la luz», siéntase fuerte, único e imbatible. Lo esotérico no existe para usted e, incluso, sin estar instalado en el conocimiento de la Mecánica Cuántica, tiene capacidad suficiente para comprender conceptos tan herméticos como las teorías de Wolfgang Pauli: no puede haber dos fermiones con todos sus números cuánticos idénticos. Un juego de niños frente a la impenetrabilidad de las tarifas eléctricas y su facturación en España. Una consecuencia más de una privatización del negocio de la energía que no fue acompañada de su deseable liberalización y que, en flagrante abuso intervencionista, le permite al Gobierno manosear, según sus caprichos, los costes de producción y los precios de venta de las energías en general y de las eléctricas en particular.

Ahora, para no ser diferente de los productos y servicios que consumimos y pagamos, nos sube el precio de la electricidad que llega a nuestras casas. ¿Llegaremos algún día a pagar la electricidad a un precio justo? Es decir, a producirla del modo más económico posible, sin complejos estratégicos y falsas consideraciones ecológicas, y venderla con un razonable porcentaje de beneficio para el suministrador. Con la subida que se nos viene encima, pagamos la electricidad con un 25 por ciento de incremento sobre los precios de hace dos años y, aun así, el Estado acumula en su debe una creciente cuantía en el capítulo, tan ambiguo como enigmático, del «déficit de tarifa», un concepto enfermizo que incluye la subvención a un carbón nacional sin calorías, el incentivo a nuevas energías, diz que renovables, que, como la termosolar, no se justifica por su precio y todo un largo rosario-tapadera de viejos errores que se remontan a fechas anteriores a las constitucionales.

Forma parte del misterio energético una razonable duda: la actual malformación tarifaria de la electricidad, a la que hay que añadir el pintoresquismo de los sistemas de distribución y transporte, ¿es consecuencia de la torpeza sucesiva de los Gobiernos o convendría analizarla a través del prisma de los intereses escondidos y no siempre confesables?. Lo pregunto porque no lo sé; pero la experiencia —es decir, la costumbre de los errores— nos enseña que cuando las cosas van de mal en peor, lo contrario de la tendencia natural de los acontecimientos que es la de la mejora, debe aplicarse la V Ley de Baura: Lo que a la mayoría le parece inconveniente e inextricable se compensa por la existencia de una minoría anónima que lo considera benéfico y comprensible.


ABC - Opinión

Crisis. La realidad moral. Por José María Marco

Los gobiernos no pueden permitirse ya lo que hasta ahora se han permitido: ni los lujos para los políticos, ni los derroches culturales, ni actividades que se decían esenciales y eran pura y simple compra del electorado.

Cuando se desencadenó definitivamente la crisis, en otoño de 2008, florecieron los diagnósticos morales que nos machacaban con la idea de que todo aquello era culpa de nuestra avaricia, de nuestra codicia, de nuestro egoísmo. Era una crisis de valores tanto como una crisis económica, y de pronto todo el mundo andaba preocupado con las virtudes, sobre todo las privadas.

Aquello resultaba altamente sospechoso, porque, al final, la mayor parte de aquellos neo moralistas acababan preconizando una mayor intervención del gobierno, como si los políticos y los administradores poseyeran una clave moral de la que los demás carecíamos, y sólo una mayor intervención gubernamental y administrativa nos pudiera rescatar de nuestros pecaminosos desvaríos.


Así era como los sermones acababan exaltando al difunto Keynes, y como Keynes, tan celebrado en su milagrosa resurrección, vino a avalar otra vez políticas socialistas que consiguieron el respaldo de todos los partidos. El resultado era de prever. Sin haber salido de la crisis primera, nos han metido en otra aún más profunda de la que nadie sabe cómo salir porque nadie sabe de dónde sacar el dinero que se requiere para pagar las fantasías morales de aquellos neokeynesianos enfebrecidos.

Entre las consecuencias colaterales de la deriva está el descrédito completo de los políticos. Cuanto más se envolvieron en el lenguaje de la moral para justificar su nuevo poder, menos credibilidad tienen ahora. Aún les queda algo de la ficción de lo "público" que en la práctica, como en todas las economías socialistas, es al mismo tiempo patrimonio de las oligarquías y un recurso cada vez más precario por la ineficacia del sistema económico. Les queda, en otras palabras, la inercia de la costumbre, que al ritmo al que vamos parece que durará poco.

Y sin embargo, la crisis inacabable en la que nos encontramos es también una ocasión para volver a articular –en la medida de lo posible– el mundo de la acción política con el mundo de la moral. Hemos vivido en una ficción que se está desplomando ante nuestros ojos. Los gobiernos no pueden permitirse ya lo que hasta ahora se han permitido: ni los lujos para los políticos, ni los derroches culturales, ni actividades que se decían esenciales y eran pura y simple compra del electorado. Se ha terminado la fábula de los gobiernos todopoderosos, que tenían en su mano la solución de los problemas, la creación de derechos, la felicidad de sus súbditos.

También se han acabado algunas fantasías. Como es fácil de entender, sólo volverá a haber trabajo cuando aceptemos que tenemos que trabajar más... por bastante menos. Que los precios están disparatados. Que nuestra educación, nuestra salud y nuestras pensiones son responsabilidad nuestra, no de los políticos. Que los mileuristas no son seres explotados, sino personas que se ganan muy dignamente la vida, que los inmigrantes no han venido a España para que los españoles nos tumbemos a la bartola o que hay que estudiar para sacar un título, sea cual sea este.

La verdad es que no sé por qué se tiene tanto miedo a afrontar lo que tenemos por delante. ¿Tanto nos gusta vivir en la mentira? ¿Tan terrible es un mundo en el que asome un poco la realidad de las cosas?


Libertad Digital - Opinión

¡Levántate y anda!. Por José María Carrascal

¿Va Zapatero a hacer caso a la figura más importante del socialismo español o va a seguir remoloneando?

¿ES Zapatero un cadáver político? El Zapatero que quería establecer un cordón sanitario en torno al PP, el que hablaba de brotes verdes y aseguraba que el gasto social no se tocaría, desde luego. Se suicidó al anunciar el ajuste más duro de la democracia. Y lo han enterrado el Papa, Berlusconi y Felipe González, tres personajes que él quería enterrar. Lo del Papa y Berlusconi no necesita explicarse. Lo de Felipe González, en cambio, merece una reflexión. ¿A qué fue FG a la fiesta-aniversario de los socialistas? Pues a recordar a su sucesor que su ajuste es bueno, pero necesita ser más duro; que progresismo no es hablar sólo de derechos, sino también de obligaciones; que para recibir un mejor salario hay que trabajar más; o sea, fue a decirle que se olvide del buenismo que viene practicando, y ponga al PSOE al nivel de los tiempos que corren, como él hizo cuando mandó a Marx a las bibliotecas, ingresó en la OTAN y aceptó la economía de mercado. Pues en otro caso, no ya el partido, sino España se va al garete. Y es que, desde que dejó la presidencia, FG sólo se codea con los más ricos y poderosos, y sabe cómo funciona al mundo.

Dos preguntas a ello. La primera: ¿Por qué ha tardado tanto tiempo FG en decir estas cosas a ZP? ¿Por qué ha dejado que la situación se deteriorase hasta este punto? Posiblemente, porque temía que no le hiciese caso, como no se lo hizo a nadie, y prefirió ahorrarse el sofocón. Ahora, no quedaba otro remedio.

La segunda pregunta: ¿va Zapatero a hacer caso a la figura más importante del socialismo español o va a seguir remoloneando, como acostumbra? La respuesta a esa pregunta la tendremos en la reforma laboral que nos presente. Será su prueba de fuego. Si es auténtica, esa reforma significará tirar por la borda cuanto ha dicho y hecho hasta ahora, dejar de ser el presidente de media España contra la otra media, renunciar no solo a sus convicciones, sino también a sus sentimientos, entonar el «adiós amigos, compañeros de mi vida», reconocer que se había equivocado de medio a medio. Algo que nunca se hace fácilmente, menos, con cincuenta años, sin capacidad de reinventarse. Ojo, pues, a esa reforma, no vaya ser que, queriendo contentar a todos, ZP no contente a nadie.

Pero si el cambio no es duro, profundo, radical, como se le pide, quien tendrá que ser cambiado es él, algo que, hoy, sólo puede hacer su partido. De momento, el partido le ha dicho que se levante de la tumba y se ponga a andar en dirección opuesta a la que venía siguiendo.

Será interesante contemplar el milagro. Si acontece, porque con ZP nada es seguro hasta que ocurre. E incluso tras ocurrir. Este hombre es capaz de mentir después de muerto.


ABC - Opinión

Durán i Lleida. Objeto de mofa. Por Maite Nolla

Ahora sabemos que, aunque se lo llevara a rezar con Obama, Zapatero cree que Durán es un Erkoreka cualquiera. Es como la diputada de Coalición Canaria, como el de Unión del Pueblo Navarro o, lo que es peor, como Joan Herrera.

La política es ingrata e injusta. Un día estás arriba y otro día estás fuera. Más aún con los políticos de cartón piedra que tenemos ahora, que vaciados de su fachada, de las fotos en la Telva o del jabón gratuito, no tienen ni pasado, ni futuro, ni contenido, ni una sola idea que llevarse a la boca. No son más que un pie desnudo. Y así pasas de ser un líder, un estadista, en resumen, un "monstruo", al olvido en una tarde.

De los discursos con motivo de la fiesta del socialismo parlamentario del jueves, ha pasado desapercibida la mofa que de Durán i Lleida hicieron Felipe González y Zapatero. Felipe alabó el discurso presuntamente brillante de Durán, pero le sacó punta con mucha gracia, la verdad. ¿Cómo va a votar en contra de los futuros presupuestos si no conoce su contenido? Pero lo mejor fue cuando Zapatero añadió: "Bueno, ya veremos si no vota a favor; je, je, je...".


Durísimas declaraciones; el fin del mito. Un golpe definitivo después de unos días en los que el líder nacionalista ha estado en lo más alto; parecía incluso que estuviese tutelando al Gobierno en la reforma laboral, aunque no fuera verdad, y que, en general, CiU estuviera tomando medidas económicas o algo así, cuando tampoco es verdad. Durán culminaba su momento de gloria presentándose en el Círculo Ecuestre como el estadista que pretende ser y que algunos le atribuyen sin fundamento, y van Felipe y Zapatero y se ríen de él.

Hasta la fecha, las críticas a Durán tenían diferentes escalas. Algunos criticaban que utilizara la técnica del eslálom democratacristiano –socialcristianos, se hacen llamar– para supuestamente atornillar a Zapatero y acabar apoyándole. Otros ponían el acento en el miedo convergente a que unas elecciones generales anticipadas coincidieran con las autonómicas, cosa que sería catastrófica para CiU. Los menos recordaban que no se puede ser independentista, soberanista, nacionalista moderado y un hombre con gran sentido de Estado, sin tener un grave problema médico. Por no hablar de la corrupción de la que, dicho sea de paso, en Cataluña no habla nadie.

Pero Felipe y Zapatero le han dado donde más duele: siempre hay un precio. Zapatero no considera a Durán un hombre de Estado, un ministrable, un puente entre Cataluña y España. Es más, pasa de la tradición europeísta de Durán. Ahora sabemos que, aunque se lo llevara a rezar con Obama, Zapatero cree que Durán es un Erkoreka cualquiera. Es como la diputada de Coalición Canaria, como el de Unión del Pueblo Navarro o, lo que es peor, como Joan Herrera. Zapatero piensa que es como todos los demás: fácil de adquirir. Si ganan las elecciones catalanas se les podrá comprar porque gobernarán, y si las pierden porque no tendrán otra cosa a la que agarrarse. Y qué que hayan dicho que no van a apoyar los presupuestos, ¿desde cuándo eso ha sido un impedimento para votar luego lo contrario? ¿Quién piensa que Zapatero es tonto?


Libertad Digital - Opinión

Angela Merkel y nosotros. Por Hermann Tertsch

La canciller alemana Angela Merkel tiene suficientes problemas propios como para ocuparse de los que generan sin cesar algunos otros europeos.

La canciller alemana Angela Merkel tiene suficientes problemas propios como para ocuparse de los que generan sin cesar algunos otros europeos. Europeos por situación geográfica, pero caribeños por convicción. No hay más que escuchar las sinsorgadas sobre la evolución positiva de Cuba de nuestro ministro Moratinos por el hecho de que la dictadura castrista va a soltar a un preso medio muerto y quedarse con todos los demás. O el papel de España en exigir al resto de los europeos, desde la presidencia de la UE, que se dediquen a las mismas ocurrencias cretinas de nuestro ministerio de Igualdad, que nos cuestan decenas de millones de euros. Y que sólo responden a esa ideología sectaria de barrio de la que es máxima responsable nuestra ministra Bibiana Aído, «la intelectuala», aunque muchos otros miembros de la tropa gubernamental no le van demasiado a la zaga. O la defensa hasta de un orden laboral franquista y de unos sindicatos que han tomado con toda naturalidad —y la misma representatividad— el papel de los viejos sindicatos verticales.

Por eso, Angela Merkel, y no sólo ella, ha llegado a la conclusión de que aquí hay muchos que quizás sobren, porque no reman, sino infestan la sentina. El proyecto europeo ha sido siempre una apuesta alemana de la posguerra. Por mil razones. Unas históricas y otras de pragmatismo económico. Y pocos países se han visto más beneficiados de esa actitud alemana que España. Pero ni unas razones ni otras pueden justificar a medio plazo una sangría económica alemana por el tontiloquismo de unos vecinos o socios. Simplemente no hay razón lógica que lo fundamente. Como tampoco es comprensible que vayan a asumir la pérdida de votos y si acaso el poder por defender o financiar las películas socialistas en rincones que, por falta de competitividad, por nula política energética razonable —es decir nuclear y no de bailes carísimos como la solar—, y por imposiciones ideológicas perfectamente obsoletas, van camino de ser estados fracasados.

Aquí cada uno se suicida por sí mismo como el término especifica. Y nadie puede esperar que otros se vean inducidos a acompañarle. La solidaridad no llega tan lejos como para compartir la ruina o la muerte entre las naciones. Nunca fue así y nunca lo será, por mucha reunión común de los 27 que se organice. Y aquí, en la UE, cada vez estamos hablando más de estados nación y menos de filigranas unitaristas y federales. Está claro ahora, después de ver las gamberradas cometidas por Grecia o por España, que el euroescepticismo británico tenía mucho de racionalidad. No se puede bailar tan apretado con parejas que carecen, no ya de ritmo, sino de intenciones saludables. Y además tienen ocurrencias y hábitos enfermizos como es el caso de la España de Zapatero. En Alemania esa convicción va cogiendo fuerza día a día y obligando a los gobernantes a tomar decisiones en consecuencia. Porque las toman ellos o las toman por ellos los votantes. Y entonces podríamos ver en muchos países el surgimiento de fuerzas que no tienen el menor interés en cooperar con quienes son las auténticas y procaces cigarras en la comunidad de hormigas. En algunos países, especialmente en Alemania, no se juega con enfrentar a una parte de la sociedad contra la otra como aquí hace el presidente Zapatero.


ABC - Opinión

Impuestos. Cómo la socialdemocracia extorsiona a las clases medias. Por Juan Ramón Rallo

Tengo malas noticias para estos hijos de proletarios: gracias a la izquierda que supuestamente defiende sus intereses, seguirán siendo de por vida simples proletarios; ellos, sus vástagos y los vástagos de sus vástagos.

La izquierda siempre se ha llenado la boca diciendo que sus intenciones pasaban por querer igualar las condiciones de partida y de llegada de todos los ciudadanos. Era la zanahoria de este igualitarismo extremista lo que justificaba el palo de la más injusta de las desigualdades, aquella que pasaba por que los políticos se constituyeran en una auténtica casta, en una terrible nomenclatura, que viviera como los antiguos monarcas absolutistas explotando al pueblo.

Sin embargo, el igualitarismo nunca pasó de ser un camelo. Como mucho, allí donde la socialdemocracia supo guardar la compostura y no degenerar en un populismo corrupto y corruptor, las medidas izquierdistas lograron convertirse en un lastre que impidiera a todos enriquecerse y despuntar por igual. Lejos de permitir que la riqueza de todos se acelerara en la misma medida, trataron de colocarles a todos un peso que les dificultara el vuelo de forma equitativa.


De ahí que la socialdemocracia sea la primera enemiga real de los trabajadores, de esas clases medias que aspiran a amasar un cierto patrimonio que les permita jubilarse anticipadamente o completar las remuneraciones que obtienen vía salarios. Es la sencilla idea de una sociedad de propietarios, donde se haya consumado el sueño de Marx pero a la inversa: no que los trabajadores arrebaten, previa aniquilación, a los capitalistas los medios de producción, sino que los trabajadores se hayan convertido, gracias a su ahorro y a sus inteligentes inversiones, en los capitalistas propietarios de los medios de producción.

A cambio de la sociedad de propietarios, nos ofrecieron ese fraude piramidal, ese timo que empequeñece el de Madoff, llamado Seguridad Social. Un castillo de naipes que el propio PSOE ya ha reconocido que no nos aguanta otra década a menos que reduzcamos de un modo u otro las pensiones de los actuales cotizantes.

Pese a ello, o precisamente por ello, quedaban algunos hijos de obreros que, ay ingenuos de ellos, todavía aspiraban a poder promocionar socialmente. Sus padres habían trabajado duramente durante décadass para poderles costear una educación hasta los veintitantos años, habían accedido gracias a ella a una escala salarial que les permitía ahorrar algo más que para entregar propina en los bares, y pensaban acumular un cierto patrimonio que al cabo de 25 ó 30 años les llevara a vivir con comodidad incluso sin trabajar.

Pues bueno, tengo malas noticias para estos hijos de proletarios: gracias a la izquierda que supuestamente defiende sus intereses, seguirán siendo de por vida simples proletarios; ellos, sus vástagos y los vástagos de sus vástagos. Mientras tanto, los hijos de los antiguos capitalistas tendrán su parcelita asegurada con esas SICAVs prácticamente libres de impuestos –no me malinterpreten, yo no aboliría las SICAVs, las generalizaría para todos los ciudadanos– y muchos de ellos incluso vivirán de las subvenciones que el Estado les entregue en concepto de amistad e intereses comunes (por ejemplo, las empresas que han medrado gracias a las renovables).

Vean, si no, cuáles serán los efectos de la reforma que ha propuesto la Fundación Ideas para reducir el déficit sin tocar ni un euro el gasto a los apesebrados, es decir, subiendo salvajemente impuestos a las clases medias. Entre muchas otras medidas: incremento del IRPF al 50% para las rentas superiores a 200.000 euros (no descarten que como Griñán también se lo suban a tramos menores) y aumento de la tributación sobre el ahorro al 25%.

Ahora imaginen a un hijo de obrero como el que les describía antes. En un año muy bueno de su actividad profesional, un año como tal vez no tenga otro en su vida, consigue una renta bruta de 250.000 euros. Puede que haya escrito un libro de éxito, haya vendido un proyecto industrial, haya logrado enormes comisiones de venta... Con la nueva reforma que propone el centro socialista que dirige Caldera, esa renta bruta se reducirá aproximadamente en un 40% hasta los 150.000 euros; si con esos 150.000 euros decide adquirir acciones de una empresa que obtiene unos beneficios antes de impuestos del 10% de su capital, en principio esas acciones podrían abonarle hasta 15.000 euros anuales de dividendos. Pero dado que la empresa debe pagar un 30% en concepto de impuesto de sociedades, el dividendo máximo que podría repartir se reduce a 10.500 euros; y, como a su vez, el hijo de obrero deberá pagar un 25% de impuestos sobre ese importe (paradigma de la doble tributación que padece este país), el dividendo final que podrá percibir será inferior a los 8.000 euros anuales.

Compare, en cambio, qué sucedería sin la intromisión del Estado. El hijo del obrero podría invertir los 250.000 euros en acciones y obtener un 10% de dividendos, es decir, 25.000 euros anuales; lo que, dicho sea de paso, sería una renta muy decente para vivir sin trabajar. 25.000 frente a 8.000 euros anuales. Ése es el empobrecimiento que produce la socialdemocracia: impedir de facto que los trabajadores lleguen a convertirse en capitalistas; atarles durante toda su vida a un empleo que pueden incluso detestar. Progreso.


Libertad Digital - Opinión

Impuesto sobre el éxito. Por Ignacio Camacho

Se trata de pasar la factura a las élites burguesas que emergen sobre la mediocridad general de unas sociedades subsidiadas

ANDALUCÍA es la autonomía española con más altos cargos —sólo los delegados provinciales de la Junta suman más de cien— y Extremadura, la de más funcionarios por habitante; en ambas comunidades vive también el mayor número de trabajadores subsidiados. El parque móvil andaluz suma unos 1.200 coches oficiales, y el gobierno regional mantiene en el exterior —en esto le ganan Cataluña y Valencia— 22 oficinas de representación con cometidos poco claros. Uno de cada cinco empleados extremeños trabaja para la Administración. Un sector público sobredimensionado tutela —causa y efecto— la mortecina actividad de los dos territorios menos desarrollados del país, gobernados desde hace treinta años por un mismo partido que ha echado en ellos las raíces de sendos regímenes hegemónicos. Para mantener todo ese tren de gasto clientelista, y sobre todo para enarbolar un falso discurso redistributivo, las autoridades autonómicas han decidido incrementar de uno a tres puntos el IRPF de sus élites burguesas, estableciendo un impuesto adicional progresivo a partir de los 60.000 y 80.000 euros de renta. Un impuesto sobre el éxito que gravará a los escasos profesionales —alrededor de 30.000 en total— que han logrado saltar la barrera del adocenamiento burocrático.

Estos son los «ricos» que identifica el PSOE: no empresarios ni terratenientes, casi todo ellos también subvencionados, sino asalariados de cierto nivel, directivos de empresas, médicos, abogados, arquitectos, ingenieros, catedráticos universitarios. Se trata de pasar la factura política del ajuste —porque la recaudación cuantitativa será insignificante— a las clases medias altas, a los ciudadanos que han logrado a base de estudios, esfuerzo y superación situarse en un nivel de ingresos ligeramente desahogado, a la tenue masa crítica que emerge por encima de la mediocridad general de unas sociedades subsidiadas. Al ejecutivo que logra buenas cifras productivas, al jurista que gana pleitos, al especialista que ha establecido una consulta de prestigio. A la gente que ha invertido dinero y años en desarrollar su formación y no se ha conformado con el puestecito oficial, a la que aporta valor añadido en comunidades uniformadas por la resignación y la dependencia.

Esa es la mentalidad socialdemócrata en estado puro, la del arrinconamiento inclemente de cualquier intento de sobresalir en el marasmo. Una especie de anatematización del progreso individual destinada a satisfacer el instinto popular de la envidia. El mundo gris de un pseudoigualitarismo sectario: un ejército de mediocres burócratas en coche oficial dedicados a desalentar y estigmatizar la excelencia independiente.


ABC - Opinión

Agentes de Igualdad, la policía de Aído

Estamos ante una ofensiva estatal, otra más, que tiene por objetivo infiltrarse en las capas más amplias de la sociedad para transformarla según el dictado de la ex responsable de la oficina de flamenco de la Junta de Andalucía.

La Ley de Igualdad, aprobada en 2007, bien hubiera podido ser un documento voluntarista repleto de lugares comunes y proclamas igualitarias con el único objetivo de convertirse en un sugerente reclamo electoral. Sin embargo, la tenacidad de la titular del ministerio más prescindible que hemos padecido en toda nuestra historia, está convirtiendo esa aparente declaración genérica en el origen de una ofensiva estatal, otra más, que tiene por objetivo infiltrarse en las capas más amplias de la sociedad para transformarla según el dictado de la ex responsable de la oficina de flamenco de la Junta de Andalucía.

No es probable que los socialistas consigan finalmente adecuar la realidad a sus prejuicios, porque para eso hace falta gozar de un poder absoluto, cosa que por desgracia para el PSOE y por suerte para la sociedad civil sólo ocurre en las tiranías marxistas que aún perduran por el mundo. Sin embargo, el daño que este empecinamiento igualitario puede provocar en los sectores productivos es algo que debiera provocar la oportuna reacción de los agentes privados implicados en el proceso.

Como es sabido, la función crea el órgano, y eso es lo que está empezando a ocurrir con las “políticas transversales” que el lúgubre ministerio de Bibiana Aído se ha propuesto imponer en la administración, la educación y la empresa. No de otra forma cabe interpretar la creación de un nuevo cuerpo de “agentes” de la igualdad que, a impulso del ministerio y con la colaboración interesada de los sindicatos y la universidad pública, amenaza con adquirir carta de naturaleza para especificar a los empresarios a quién deben o no ofrecer un puesto de trabajo en función, por ejemplo, del número de empleados de cada sexo existentes en un momento dado.

En mitad de una recesión económica sin precedentes que amenaza con devastar nuestra economía para varias generaciones, el Gobierno de Zapatero tiene la desvergüenza de auspiciar con dinero de todos estas nuevas especialidades académicas para perjudicar a las empresas en la misma medida en que benefician a los sindicatos y las universidades, dispuestos a degradarse hasta lo obsceno a cambio de acaparar unos fondos que de otra forma permanecerían en el bolsillo de los contribuyentes.

La nueva “policía” de Aído es tan inútil como su ministerio pero con un agravante. Y es que si sus funciones se institucionalizan, el que se atribuya también una potestad sancionadora será sólo cuestión de tiempo. Justo lo que necesita un país que, desde que gobierna el jefe de la señorita Aído, no deja de provocar desastres, infortunios y mucha, mucha vergüenza ajena.


Libertad Digital - Editorial

Aislado y sin horizonte

El PSOE pierde votaciones en el Congreso, y sus socios hipotéticos se desmarcan un día sí y otro también, dejando al descubierto la penuria política de un presidente que ya no da más de sí

NI el eterno voluntarismo del presidente ni la infatigable propaganda gubernamental pueden ocultar la realidad de los hechos: el Ejecutivo está desprestigiado ante la opinión pública y nadie confía en su capacidad para encauzar un proyecto agotado cuando ha transcurrido poco más de la mitad de la legislatura. La soledad del PSOE en sede parlamentaria queda patente en numerosas ocasiones, con derrotas —a veces estrepitosas— frente al resto de los grupos como ha ocurrido recientemente en materia de pensiones. Las maniobras de José Antonio Alonso y demás responsables socialistas en el Congreso no consiguen disfrazar una situación insostenible que puede desembocar en la imposibilidad de sacar adelante los Presupuestos Generales del Estado para 2011. En este sentido, la entrevista que hoy publica ABC con el portavoz de CiU Josep Antoni Duran i Lleida anticipa lo que puede ocurrir en los próximos meses. Es cierto que los nacionalistas catalanes mantienen una ambigüedad deliberada que cabe interpretar en función de las ya cercanas elecciones autonómicas. Sostiene Duran que su grupo ha salvado a la economía española y no a Rodríguez Zapatero con su apoyo al «decretazo», pero no se pronuncia todavía sobre la eventual convalidación del decreto ley que impondrá la reforma laboral. El parlamentario catalán —que juega con habilidad sus bazas en el Congreso y ocupa un lugar de privilegio entre los líderes mejor valorados— afirma, en cambio, de forma rotunda que CiU no apoyará al Gobierno en el debate de Presupuestos y que votaría «no» en caso de una hipotética cuestión de confianza.

En definitiva, hay que descartar que los nacionalistas catalanes sirvan de soporte a un Ejecutivo desbordado por las circunstancias de aquí a final de legislatura, de manera que —gracias a las urnas autonómicas— le queda al presidente un margen de pocos meses para sacar adelante sus proyectos, aunque sea a trompicones. En plena crisis económica, España no se puede permitir este desbarajuste político. El PSOE pierde votaciones en el Congreso o bien se ve obligado a «apoyar» a la oposición para disfrazar su aislamiento. Los socios hipotéticos se desmarcan un día sí y otro también, dejando al descubierto la penuria política de un presidente que ya no da más de sí. El clamor social en favor de unas elecciones anticipadas está más que justificado porque en democracia los ciudadanos tienen siempre la última palabra, una vez agotada la confianza que Rodríguez Zapatero obtuvo en 2008.

ABC - Editorial