viernes, 22 de enero de 2010

El hundimiento de la percepción económica de España. Por Roberto Centeno

El disparate económico de la semana, ha sido la publicación ayer por el Financial Times, de algo que desde este programa he venido denunciando por activa y por pasiva desde hace más de un año: que LA BANCA, con el apoyo del Banco de España, ESTÁ FALSIFICANDO LA REALIDAD DE SUS BALANCES, en concreto y al contrario que en el resto del mundo, en lugar de valorar sus activos a precio de mercado “mark to market”, los valora al precio de adquisición o casi, cuando el precio de mercado puede ser hasta un 50% inferior en el caso de la vivienda, y hasta un 90% inferior en el caso de los terrenos.

El diario británico no es el primer medio en hacerse eco de esta falsedad, pero si el de mayor repercusión. ¿Y qué nos dice?, pues que la morosidad real de muchos bancos es casi el doble de la oficial, y eso que no tiene en cuenta, ni las refinanciaciones de préstamos que jamás serán devueltos, ni los aplazamientos a empresas quebradas, ni los agujeros de grandes sociedades como Reyal Urbis o Metrovacesa, que tampoco podrán repagar su inmensa deuda, se limitan a calcular el valor de mercado de lo que denominan propiedades inmobiliarias adquiridos, fundamentalmente viviendas – no está claro que incluyan también terrenos y otros activos -, y ver su diferencia con el valor contable.


Pero el diario es muy concreto en sus datos con los bancos cotizados que son los que interesan a sus lectores, así explica, por ejemplo, que la morosidad real del Popular es del 8,43% frente al 5,43% oficial, la del Sabadell del 6,82% frente al 3,87%, la de Banesto del 4,2% frente al 3,02, etc, no es de extrañar por ello, que los especuladores estén apostando por una fuerte caída del valor de los mismos, vendiendo masivamente sus acciones. Solo Santander y BBVA salen mejor librados, porque el engaño no es tan grande, y porque el Santander obtiene los 2/3 de sus beneficios en el exterior y el BBVA los 2/5. Y esto son los bancos, de las cajas ni habla, donde la situación es de quiebra pura y dura en la mayoría, y sin embargo ahí tienen Uds a los presidentes autonómicos, Feijoo por ejemplo, más chulos que un ocho, diciendo que las cajas de la taifa son de la taifa y de nadie más, mientras exigen nuestro dinero y nuestros avales, para salvarse de la ruina.

El Banco de España, en su línea de mendacidad habitual, dice que la morosidad en noviembre ha sido del 5.05%, 92.624 millones de euros, con un par. Cuando la realidad supera los 200.000 millones, una cifra escalofriante, de los cuales unos 120.000 millones corresponde a las cajas de ahorro, no los 48.000 millones que falsamente les atribuye el BdE, y de los cuales a su vez entre un 20 y un 25% serán fallidos (1). Y esto es solo la parte “fácil” del problema, la parte difícil es como devolver los casi 400.000 millones que deben al exterior y que son incapaces de repagar. El año pasado necesitaron casi 60.000 millones de avales del Estado para renovar préstamos, y este año ya ha pedido otros 50.000 millones, porque no son capaces de devolver casi nada. ¡Pero no le da a Ud. vergüenza D. Miguel Ángel!, este es un proceso de locos que nos lleva a la ruina. Tome nota de lo que hizo su predecesor, el injustamente vilipendiado Mariano Rubio, en la crisis de los 80, donde intervino 52 entidades de 100, sin que le temblara el pulso, e intente imitarle. Deje ya de amagar y no dar, deje ya de cubrir con sus mentiras a esta panda de golfos, y sobre todo deje de amenazar con utilizar el “bate de béisbol” como gusta llamar al artículo 7 del Real Decreto del FROB, que le autoriza a intervenir una caja de ahorro insolvente y poner en la calle a sus gestores, y utilícelo y póngalos en la calle ya, antes de que el estropicio se lleve por delante lo que queda de país. El problema es que los barones autonómicos, con el apoyo de Rajoy y Zapatero le toman a Ud. por el pito del sereno, y que ha demostrado no tener lo que hay que tener un regulador para actuar, mientras la situación empeora cada día. Empiece a actuar de una santa vez, ¿se puede saber a que espera?…

Y entre tanto, la situación económica se agrava cada vez más, pero con un diferencia. Los mercados y la prensa internacional son ya conscientes de lo que se avecina, lo que precipitará los acontecimientos. Goldman Sachs, el primer banco de inversión mundial, ha dado un giro de 180º a su percepción sobre España, y recomienda desde ayer vender toda la deuda española, para protegerse ante un posible impago de la misma. Y el Deutsche Bank ha hecho lo mismo, y varios diarios internacionales señalan ya que después de Grecia quebrarán España y Portugal. La dictadura mediático televisiva de Zapatero y sus secuaces, y una oposición mentirosa, corrupta y traidora – han aceptado la asignatura de Educación para la Ciudadanía, y ¡acaban de apoyar el proyecto Sinde de restricción de las libertades fundamentales, con el cierre de los blog de internet contrarios a los puntos de vista del gobierno! Solo Rosa Díez se ha enfrentado al proyecto y propuesto eliminarlo si UPyD saca los suficientes votos! – que allá donde gobierna, hace todo lo contrario de lo prometió a sus votantes y de lo que predica, ya solo engañan a los españoles, y espero que cada vez a menos. 2010 será una año de continuidad en el hundimiento y al final estaremos ya al borde del desastre.

RESPUESTA A CARLOS Y A MORGLUM SOBRE EL AGUA

Carlos y Morglum, Morglum y Carlos. Me resulta no solo increíble sino particularmente triste lo que comentáis sobre el agua. Y me resulta particularmente triste por ver a dos personas inteligentes y valiosas infectadas del virus de la degradación intelectual y moral de este régimen de miserables. ¿En qué país del mundo civilizado el agua no es un bien común?, ¿en qué país del mundo se blindan los ríos? “Todo el agua se tira al mar” (excepto en Israel donde no se tira ni gota), eso es una memez como decir “la tierra pertenece al viento” o “volverán las oscuras golondrinas”, si un río, el Ebro, ha arrojado en las últimas dos semanas al mar más de tres veces más agua que la necesitaba el Plan Hidrológico, ¿por qué coño no se va poder coger ese agua en la desembocadura y llevarla a donde se necesita? Pues porque Zapatero es un miserable lleno de odio, y como el tema era idea de Aznar, decidió cargárselo para empezar, y para seguir lo utilizó para enfrentar a unos españoles contra otros, algo que forma parte de su siniestro programa, un enfrentamiento en que vosotros habéis picado.

Es decir, un personaje malvado toma una decisión canallesca y siembra la semilla del odio, y la semilla fructifica. Desgraciadamente ha fructificado en muchos, pero sinceramente no pensaba que fructificara en gente como vosotros. Eso es lo grave y lo realmente triste.

Dice Carlos, que los tomates que se riegan con el agua ¿por qué no son suyos? Por Dios Carlos ¿qué rayos tienen que ver unos tomates cultivados con el trabajos de una persona en una tierra de su propiedad, con el agua de un río? Por favor, sé un poco más serio. Llegamos al absurdo de los absurdos.

Y termino Morglum, no tengo ni idea de los estudios de Eraso, pero no nos cuentes una batallita conspiratoria, es imposible que Eraso si es lo que dices que es, y no lo dudo, haya puesto en cuestión un trasvase como el del Ebro, que además y al contrario que el Tajo-Segura, es agua residual cogida de la desembocadura y no en la mitad de su curso. Y si lo ha hecho, que no lo creo, entonces tendría que decirte con toda rotundidad que es un perfecto descerebrado. El agua de un país es de ese país, DE TODO EL PAIS, y no de una región concreta, Y TODAS LA OBRAS HIDRAÚLICAS QUE PUEDAN HACERSE PARA DISTRIBUIRLA DE LA MANERA MAS EFICAZ SON ESENCIALES, sobre todo en un país como España con una distribución hídrica tremendamente descompensada. El trasvase Tajo-Segura lo propuso un Ingeniero de caminos, Lorenzo Pardo, a principios del siglo XX, y luego, como toda las obras hidráulicas de este país lo realizaría Franco, porque estos miserables, tanto los que nos gobiernan como los que supuestamente hacen oposición, viven de la rentas y del expolio, no han hecho nada de nada, excepto llevar a España a la división y a la ruina. Quien defiende que el agua es de cada taifa, aparte de estar para que lo encierren, está defendiendo la destrucción de España y eso no puedo aceptarlo, ni puede aceptarlo una persona racional.

El miserable de Zapatero en un mitin en Valencia poco tiempo después de haber anulado el Plan Hidrológico, que para mas INRI se financiaba con fondos comunitarios, diría “voy a acabar con el problema de la sequía en España, voy a llevar agua a todas partes, si he sido capaz de sacar las tropas españolas de Irak, ¿cómo no voy a ser capaz de traer agua a Valencia?” ¿Y qué ha hecho este mentiroso compulsivo?, nada de nada de nada. Lo que ha hecho es un delito de lesa Patria. Y ahora la Cospedal, traicionando los principios y los valores del PP y todo lo que haya que traicionar con tal de seguir chupando del bote también. Si alguien vuelve a votar a estos gusanos/as merece todo lo que le pase, y le pasará, no lo dudéis.


El blog de Roberto Centeno

Bruselas, ¿tumba de Zapatero?. Por Jos´María Carrascal

«Italia, mi ventura, Flandes, mi sepultura». Así rezaba el lema de los Tercios españoles. Cuatro siglos después, Bruselas puede ser la tumba de Zapatero, a poco que ejecute la política que se había trazado como presidente de la UE. El plan era tan sencillo como ingenioso: Europa empieza a recuperarse, mientras España no lo hace. Él se asigna el mérito de la recuperación europea para calmar el desasosiego español, gana tiempo hasta que sintamos sus efectos y llega a las elecciones de 2012 en condiciones de competir. Por eso empezó la presidencia tan farruco.

Pero como todas las cuentas de Zapatero -la negociación con ETA, los nuevos estatutos-, éstas le están saliendo también como las de la lechera. A los europeos no puede engañarles tan fácilmente como a los españoles y de entrada, le han marcado el terreno con líneas rojas. Esas propuestas suyas, tan sonoras, tan vacías, tan altisonantes, han hecho sonar los timbres de alarma en Bruselas y Estrasburgo, donde conocen a los fantasmones antes incluso de que abran la boca. De ahí que no hayan perdido tiempo en llamarle al orden. El varapalo, recogido y aumentado por los medios de comunicación más prestigiosos, ha sido tan fuerte que lo ha acusado incluso un autista como él a toda sugerencia extraña. Zapatero se presentó el miércoles ante el Parlamento europeo en su versión más humilde, modosa, apocada. Aún así, las advertencias siguieron: ¿cómo quiere arreglar la economía europea si no consigue arreglar la española?, fue el disparo ante la proa. Obligándole a buscar refugió en lo más melifluo de su programa, contra lo que no podía estar nadie: «cooperación», «pacto social», «actitud a la altura de las circunstancias», sin atreverse a hacer propuestas concretas. Alguien ha debido de explicarle que aquel parlamento, incluso medio vacío, no era el español.

Pero Zapatero no sería Zapatero si siguiese en esa línea candorosa. Además de seguir en esa línea, todo su plan se le viene abajo, al no poder adjudicarse la recuperación europea. Así que, tarde o temprano, más lo segundo que lo primero conociéndole, volverá a las andadas, con sus planes de «economía sostenible», «diálogo social» e «interconexiones de mercado», que, al abarcar todo, no abarcan nada y resultando tan peligrosos como una pistola cargada en las manos de un niño.
Europa, en fin, le tiene tomadas las medidas y no va a permitirle que haga en ella las barbaridades que ha hecho en España. Claro que si Europa no se lo permite, ¿cómo va a poder seguir haciendo barbaridades en España? Ese es hoy su dilema, del que sólo podrá sacarle Berlusconi ofreciéndole un buen empleo en su imperio, como a tantos izquierdistas españoles, que hasta hace poco le denigraban o presumían de nuestro sorpasso. Italia nuestra ventura, Flandes nuestra sepultura. En España no ocurre nada nuevo, no ya en décadas, sino en siglos.


ABC - Opinión

La ruptura con la tolerancia. Por Cristina Losada

Son los Zapateros, los que entonces siguieron el consejo de no meterse en políticas, quienes hoy ejercen de radicales. Se apropian de una memoria y un pedigrí ajenos.

En una caja olvidada ha aparecido una foto que había dado por perdida. Se la prometí a Somalo y Noya para el libro Por qué dejé de ser de izquierdas, pero no emergió a tiempo de su escondite. Treinta y cuatros años tiene la imagen. Es del 5 de febrero de 1976 y de un concierto de Raimon en Madrid. Aunque no se fue allí a oír música sino a un acto político. Asistieron las figuras más populares de la oposición antifranquista o, para ser precisos, del movimiento contra la dictadura. A esos efectos, Felipe González era un recién llegado. De ahí que su presencia despertara curiosidad entre quienes no siendo líderes de nada, llevaban más tiempo en aquellos trabajos, que no dejaban de ser esforzados y arriesgados. Los únicos socialistas que hasta entonces conocíamos eran los que pastoreaba Tierno Galván.


Las distorsiones de que ha sido objeto esa época, terminal y germinal, son de tal calibre, que un acto como ese concierto-mitin resulta hoy casi ininteligible. Al cabo de un año y medio se celebraron las primeras elecciones. Pienso que ninguno de los que aquella noche gritaron "libertad" sospechaba que cambiarían tantas cosas en tan breve período y, en buena parte, gracias a sus presiones. La "ruptura" que, al principio, reclamaba el grueso de la izquierda no se produjo. Pero ha habido, y es reciente, una ruptura de otra clase. Se ha cortado el cordón umbilical con la generación que alentó la Transición, que deseaba democracia, aunque para una minoría no fuera un fin, sino un medio, y que aprendió a ser tolerante en el proceso.

La política de nuestros días la hacen, en la izquierda, los que estuvieron ausentes de aquellas fatigas. Y no tanto por edad, que había quienes con quince años y aún menos se mojaban, como por indiferencia o, tal vez, miedo. Pero son los Zapateros, los que entonces siguieron el consejo de no meterse en políticas, quienes hoy ejercen de radicales. Se apropian de una memoria y un pedigrí ajenos, se remiten a una Historia reducida a panfleto y presumen de representar la continuidad con la izquierda antifranquista. Sin embargo, poco o nada tienen en común con ella. No con aquel PCE de la reconciliación nacional que facilitó que la mutación transcurriera sin traumas. Ni siquiera con aquel González de aire idealista que retrata la foto. De esas cuadras vienen, sí, pero son de otra pasta. El cainismo y el sectarismo que hoy nos asfixian no tienen su origen en aquel tiempo.


Libertad Digital - Opinión

El truco. Por Ignacio Camacho

Siete reformas de la Ley de Extranjería en diez años indican que España no sabe qué hacer con la inmigración. Que falta un criterio coherente sobre el asunto esencial, que es el de cuántos inmigrantes pueden venir y en qué condiciones se pueden quedar. Que la decisión de cerrar o abrir la puerta ha obedecido hasta ahora a impulsos de índole electoralista y no a razones estratégicas de Estado. Y que nuestros grandes partidos son incapaces de acordar un marco estable que sobreviva a su alternancia de poder y a los bandazos políticos de sus propios programas.

Por más que unos y otros se tiren los inmigrantes a la cara, cruzándose acusaciones de buenismo y de xenofobia, la ausencia de claridad alcanza por igual a socialistas y populares, que blanden políticas elásticas improvisadas a tenor de las encuestas de opinión pública. Manuel Pimentel dimitió de ministro cuando Aznar le rectificó sus planes de acogida generosa imponiéndole una legislación restrictiva, y Zapatero se cargó a Jesús Caldera reprochándole una excesiva benevolencia regularizadora... ¡que él mismo le había ordenado! Esa incongruencia legal que ahora admite José Blanco representa también una flagrante incoherencia política en tanto que el Gobierno que reconoce la contradicción no pone voluntad alguna para solucionarla. Simplemente, el poder vive mejor en el limbo de un absurdo porque la ambivalencia jurídica le permite bascular el criterio a medida de la demanda de coyuntura. Hay una ley que sanciona la expulsión de los sin papeles y otra que obliga a empadronarlos; en pura lógica, los empadronados sin permiso de residencia deberían ser de inmediato devueltos a sus países, pero en la práctica prevalece ante semejante desatino la doctrina del arraigo respaldada por la jurisprudencia del Constitucional y del Supremo. Se trata de la consagración de la ambigüedad y de los hechos consumados ante la ausencia de una política razonable.

Zapatero tiene razón cuando denuncia el «truco» subterfugial e indecente de Vic, pero la política gubernamental se basa también en el truco de aplicar a conveniencia un principio y su contrario sin modificar la legalidad que permite el equívoco. El presidente recién llegado mandó regularizar a la brava a setecientos mil irregulares de una tacada: abre la muralla. Cuando los sondeos reflejaron la inquietud popular y el PP le madrugó la iniciativa de canalizarla, liquidó al ministro que cumplió su encargo y quiso poner cara de antipático: cierra la muralla. Pero la realidad es la que es: de un modo u otro casi todo el que llega se acaba quedando. Sin planificación, sin control, sin reglas y sin método. Y en medio del caos legal y administrativo de un país que no sabe decidir cuántos extranjeros necesita y cuántos puede acoger, la única política de flujos migratorios la está haciendo por su cuenta la crisis económica.


ABC - Opinión

O incendiamos La Moncloa, o ponemos un poco de sensatez . Por Federico Quevedo

Ya sé que esto me va a suponer los exabruptos de los intolerantes de siempre de uno y otro lado, pero para qué les voy a engañar, el hecho de acumular odios en los extremos me complace sobremanera porque siempre he creído que en el centro y en la moderación se encuentra la virtud. Viene esto a cuento de la decisión del PP de renunciar en parte a su exigencia de retirada total de la asignatura de Educación para la Ciudadanía con el fin de facilitar la consecución de un Pacto por la Educación que actualmente negocian el ministro del ramo, Ángel Gabilondo, y la secretaria general de los populares, María Dolores de Cospedal. Es cierto que el PP había incluido en su programa electoral el anuncio de que si ganaba las elecciones retiraría esa asignatura, pero qué quieren que les diga, creo que este gesto por parte del principal partido de la oposición dice mucho de su voluntad por intentar alcanzar un acuerdo que en sí mismo es mucho más urgente e importante que la supervivencia o no de la asignatura de marras.

Además, quienes acusan al PP de renunciar a sus principios y esas cosas, mienten y falsean la realidad, porque en ningún caso el PP ha renunciado al fondo del asunto, es decir, a que Educación para la Ciudadanía deje de ser, de una u otra manera, lo que hoy es: una asignatura de adoctrinamiento en los principios que rigen la política social de Rodríguez Zapatero. Verán, la realidad es bien distinta. Cuando en un principio el ministro Gabilondo propuso al PP un Pacto por la Educación, en Génova 13 se acogió la propuesta con mucha desconfianza. Pero después de varios encuentros entre Gabilondo y Cospedal, las cosas han cambiado y en la sede del PP han percibido por parte del ministro una seria voluntad de intentarlo como sea. Además, lejos de la posición inamovible que hasta ahora venían exhibiendo los ministros de Educación de Rodríguez, Gabilondo se ha mostrado muy perceptivo a las posiciones del PP y, sobre todo, como buen profesional del sector, ha resultado ser muy crítico con el actual sistema en cuanto que no solo no consigue alcanzar los objetivos que se había propuesto sino que ha convertido a los escolares españoles en los peor formados de toda la Unión Europea, o casi.

Una concesión a medias

Y, por si fuera poco, Gabilondo coincide también con el PP en la necesidad de que el sistema educativo se apoye en el mérito y el esfuerzo como ejes del mismo. Todo ello ha llevado al PP a confiar en la voluntad del titular de la cartera en quien, como ha dicho Rajoy, reside mucha más seriedad de la que pudiéramos encontrar en Rodríguez. Ese es, de hecho, el único inconveniente que puede hacer peligrar el pacto. Un pacto que debería haber existido desde hace mucho tiempo entre las dos principales fuerzas políticas. La educación es algo demasiado importante como para que esté sujeta a los cambios electorales, y lo cierto, sin embargo, es que cada gobierno que llega intenta implantar su modelo, con la salvedad de que hasta ahora solo conocemos el socialista, porque ya se encargó Rodríguez de que nunca pudiera ponerse a prueba el modelo del PP. ¿Consecuencia? Una educación pésima fundamentada en el colegueo en lugar de fomentar el esfuerzo personal. Consciente de que la necesidad de ese pacto, el PP ha elaborado un documento muy interesante que deja espacios para el encuentro entre los dos modelos educativos, sin renunciar al esfuerzo y la superación como elemento sustancial de un sistema educativo que debería tener la excelencia como objetivo.

Pero para encontrar puntos de acuerdo, es obligado hacer concesiones, y Educación para la Ciudadanía es una de ellas. Una concesión a medias porque lo que realmente propone el PP es incorporar al nuevo modelo la sentencia del Tribunal Supremo, es decir, que sobreviva la asignatura pero modificando sustancialmente su contenido. De tal modo que del programa de máximos que era la retirada completa de Educación para la Ciudadanía, el PP propone excluirla como tal de la educación primaria y convertirla en una asignatura transversal que ofrezca unos primarios conocimientos sobre la Constitución, y mantenerla en secundaria con ese mismo objetivo, pero más ambicioso, de conocimiento de la Carta Magna e incorporando algo que el Gobierno socialista había marginado de nuestro sistema de enseñanza: la Filosofía, fuente del saber y del conocimiento desde los orígenes de la humanidad. Consciente, sin embargo, Rajoy de que el Pacto no depende solo de la voluntad de Gabilondo, sino de la arbitrariedad de un presidente del Gobierno que siempre se ha caracterizado por su sectarismo, antes de que se acuse al PP de romper nada, ha dado a conocer su propuesta y, sobre todo, sus concesiones a un Pacto mucho más que necesario si en el futuro queremos tener una educación de calidad.


El confidencial

El cóctel. Por Alfonso Ussía

Joaquín Leguina fue un buen presidente socialista de la Comunidad de Madrid. Es un hombre ilustrado, un magnífico escritor, y, por ello, alejado de los dogmas partidistas. Siente tanto respeto por la libertad que el primero en ejercerla y disfrutarla es él. Tiene para mí otra cualidad de gran importancia, pero se me puede acusar de parcialidad. Que es cántabro, montañés. Nació en Villanueva de Villaescusa y creció en Guarnizo, cuna de Francisco Gento, y ese dato no carece de singularidad. Por lo demás, Joaquín Leguina representa lo que tanto se echa de menos en España. El socialismo culto y evolucionado, la cortesía y la reconciliación. Gobernó para todos, y cuando fue derrotado por Alberto Ruiz Gallardón, abandonó con suma elegancia el escenario del protagonismo y fue despedido con cariño y gratitud por la ciudadanía del Foro y aledaños, eso que se ha terminado por llamarse Comunidad de Madrid. Hasta sus patinazos, –todos los gobernantes resbalan–, fueron divertidos y benéficos. Aquel Himno de Madrid que se sacó de la manga, con música del maestro Sorozábal y letra de García Calvo –himno, por otra parte, todavía vigente aunque nadie lo conozca–, superó las cumbres del surrealismo. Si una Comunidad autónoma precisa de un himno, le brindo la idea a Esperanza Aguirre. Aquí tenemos a Bocherini y su Música Nocturna de Madrid, y la adaptación no sería complicada. El himno nacional de Austria es de Mozart, y a mí esa chulería me descompone. Madrid reclama a Bocherini. Y si Madrid no lo reclama, lo hago yo, con muchísimo gusto.

Leguina ha escrito un libro de «Memorias». La literatura memorialista en España no tiene prestigio. Los políticos escriben y cuentan lo que les da la gana. Las estupendas –literariamente– «Memorias» de Azaña son un ejercicio de cinismo prolongado y de medias verdades con un sólo objetivo. Que el autor siempre quede bien. Leguina escribe con mucha más libertad y, de cuando en cuando, arrea sopapos valientes. Intuyo que intelectualmente no aprecia ni a Zapatero, ni al zapaterismo ni al socialismo que hoy impera en España. Cuidado con los montañeses, que guardan en sus rincones un sentido del humor cáustico y borrascoso, muy molesto para quienes lo padecen. Porque en España, el sentido del humor de los demás no se disfruta. Se padece y sufre, y así nos va.

Unas pocas líneas para mostrar el sentido del humor de Joaquín Leguina. El humor, que en otras sociedades vuela muy alto, en España está condenado al silencio por culpa del analfabetismo de la cultureta en el poder. Cultureta de la Izquierda antigua y nada desarrollada, anclada en el dogma del tostón trascendental. Leguina, en la agonía de su último libro, nos regala la fórmula de un nuevo cóctel. Se hace «barman» el de Guarnizo, y como un revivido Pedro Chicote, nos regala el acierto de su hallazgo. El cóctel «Zapatero» o «zapaterista», de cuyos ingredientes nos informa: «Se prepara metiendo en el recipiente un toque progre, cuarto y mitad de feminismo radical y otro tanto de retórica ecologista. Añádanse unas rodajas de buenismo, un vaso de anticlericalismo y unas esencias de memoria histórica para darle el aroma adecuado. Mézclese todo con cuchara larga, pero no debe agitarse, no vaya a ser que explote».

No lo probaré a tu salud, don Joaquín.


La Razón - Opinión

Toca volver a cambiar la Ley de Extranjería

El caso de Vic o una legislación disparatada que obliga a facilitar el arraigo a quien al mismo tiempo ordena expulsar.

LA DECISIÓN del Ayuntamiento de Vic de acatar las normas y volver a empadronar a todos los inmigrantes, sin atender a si están legalmente o no en España, resuelve la polémica inmediata planteada por el consistorio barcelonés, pero no acaba con el problema de fondo, que es la vigencia de una legislación disparatada que obliga a facilitar el arraigo a quien al mismo tiempo ordena expulsar. Si el miércoles era el número dos del PSOE, José Blanco, quien asumía que existe esa «incongruencia» en la normativa, ayer era el lehendakari y líder de los socialistas vascos Patxi López quien reconocía la «contradicción». El propio ministro de Trabajo e Inmigración, Celestino Corbacho, admitía estar abierto a debatir «lo antes posible» sobre la materia. Las manifestaciones de los tres desmienten la versión oficial de su partido de que no existe ninguna incoherencia en la ley, versión miope que sólo responde al interés por intentar que no se abra una controversia en la que el PSOE da por supuesto que quien más tiene que ganar es el PP. Eso explica que Blanco intentara ayer dar marcha atrás en sus declaraciones. Sin embargo, el absurdo en el que incurre la legislación es tan patente que los socialistas se ponen en evidencia cuando pretenden hacer comulgar a los ciudadanos con ruedas de molino.


En ese sentido, el ministro de Justicia, Caamaño, hace trampa cuando asegura que el informe del abogado del Estado que declara improcedente no empadronar a extranjeros sin visado es la prueba de que no existe «disparidad» en la normativa, cuando lo único que ese informe revela es algo obvio: que la ley que rige para el padrón municipal no es la de Extranjería, sino la de Régimen Local. Por eso hemos mantenido desde el principio que el Ayuntamiento de Vic tenía razón en el fondo, pero no en la forma, ya que no tenía en sus manos resolver la contradicción y estaba obligado a empadronar.

Es comprensible que Zapatero trate de echar tierra sobre este asunto, porque admitir ahora que la Ley de Extranjería hace agua supone, en primer lugar, reconocer la incompetencia del Gobierno y de toda la clase política, que no advirtieron el problema cuando aprobaron -aún no hace ni dos meses- la última reforma de la norma. Pero además, volver sobre la legislación, empujaría de nuevo al PSOE a enfrentarse a sus evidentes contradicciones en esta materia, y es que empezó con la alegría del papeles para todos de Jesús Caldera, siguió con el endurecimiento progresivo de la legislación a raíz de las críticas de la Unión Europea y ha acabado, de momento, con la teoría del empadronamiento universal, que es una forma de regularización encubierta permanente.

Sin embargo, un país serio no puede amparar un sistema que estimula la ilegalidad y permite a las mafias del tráfico de personas seguir prometiendo a sus víctimas que tienen una vía para obtener papeles. Esa situación contribuye a mantener vivo el efecto llamada.

Por todo ello, el Gobierno haría bien en impulsar el debate que Corbacho dice estar dispuesto a abrir y que la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, también reivindicaba ayer. El Ejecutivo debería explicar cómo piensa corregir la actual contradicción normativa y presentar un plan que contemple qué hacer con los inmigrantes no empadronados y qué hacer con los que, estándolo, no han obtenido aún el permiso de residencia porque entraron ilegalmente. Sólo con una ley clara y pactada por los grandes partidos se evitará la inseguridad jurídica que ha llevado a un sindicato policial a reclamar, con toda lógica, que los agentes tengan acceso a los datos de empadronamiento para cumplir así de manera más eficaz con su obligación de perseguir a quien está de forma ilegal en el país.


El Mundo - Editorial

La mentira térmica de Gallardón

El problema de Ruiz Gallardón no es tanto el confundir a un humorista con un periodista, sino a los madrileños con un bolsillo sin fondo y a la política con un cortijo de su propiedad.

La reacción de Alberto Ruiz Gallardón ante las preguntas de esRadio y la confesión ante los micrófonos de la Sexta sobre su pasión irrefrenable por el Gran Wyoming da la medida justa del concepto de verdad, y de periodismo, que posee el alcalde de Madrid. Para el fracasado promotor de la capital de España como sede de los Juegos Olímpicos, el humorista de izquierdas es "muy buen periodista" –según confesó a la propia cadena de Roures en un estado francamente mejorable–; sin embargo, los periodistas que le preguntan por un asunto que preocupa a los madrileños no son más que "humoristas".


La gracieta sobre la central nuclear en la Asamblea de Madrid y la base de submarinos en el proyecto de Madrid Río, sin embargo, no han provocado en el auditorio las risas que parecía esperar el alcalde. Quizá sea porque resulta difícil reírse cuando se piensa que cualquiera de esos ridículos proyectos hubiera resultado menos oneroso para los madrileños que los faraónicos gastos en que ha incurrido Gallardón en sus años de alcalde, en los que ha multiplicado la deuda por cinco y ha convertido Madrid en la ciudad que acumula un cuarto de toda la deuda municipal y la mitad de la deuda de todas las capitales de provincia.

El coordinador general de Vivienda del Ayuntamiento de Madrid, Juan José de Gracia, reconocía poco después de esta escena que en Puente de Vallecas se está construyendo una central térmica. Hace bien, pues en el proyecto oficial de la construcción que se está llevando a cabo en ese barrio se menciona la central térmica al menos en 40 ocasiones, y lo de mentir con tanto descaro es más propio de políticos como Zapatero, Rubalcaba o su propio jefe.

Cabe preguntarse qué ha llevado, entonces, a Gallardón a mentir, parece que con el único objeto de burlarse de una periodista de esRadio y LDTV. No se puede dudar de que si hubiera trabajado para el Grupo Prisa, el alcalde se hubiera desvivido por contestar adecuadamente a sus preguntas. Al fin y al cabo, ya ha defendido públicamente la "libertad de expresión" de unos periodistas de la cadena SER condenados por publicar los nombres, apellidos y domicilios privados de una serie de afiliados al partido al que, teóricamente, pertenece Gallardón, mientras que ha demandado a otros periodistas por limitarse a expresar su opinión.

Quizá Gallardón no ha hecho otra cosa que hacerle pagar a una periodista su frustración. Al fin y al cabo, sus miles de asesores, los miles de millones de deuda que dejará como herencia y sus continuos fracasos olímpicos se han llevado por delante, para siempre, su antigua fama de buen gestor, que para muchos era suficiente como para perdonarle su afición por halagar a la izquierda y huir de la derecha que le vota. Además, su continua obsesión por ser califa en lugar del califa ha sido frustrada incluso por un líder tan débil como Mariano Rajoy, y parece ya difícil que pueda optar de nuevo al puesto, especialmente cuando sus únicos padrinos están en la ruina.

Y es que el problema de Ruiz Gallardón no es tanto el confundir a un humorista con un periodista, sino a los madrileños con un bolsillo sin fondo y a la política con un cortijo de su propiedad.


Libertad Digital - Editorial

Diagnóstico de la salud presidencial. Por Ramón Pérez-Maura

«Boston Tea Party» es el nombre que recibe la más celebre revuelta popular que hubo en las Trece Colonias antes del estallido de la Guerra de la Independencia contra el gobierno del Rey Jorge III en 1775. Tuvo lugar el 16 de diciembre de 1773. Los colonos arrojaron al mar sacas de té como forma de manifestar su negativa a pagar impuestos a nadie más que a gobernantes elegidos. El pasado martes, en el Estado del que Boston es la capital, se produjo una nueva revuelta que puede haber pillado tan desprevenidas a las autoridades como aquella de hace 237 años, que encontró al primer ministro de Su Majestad, lord North, cazando lagunejas.

Ya hemos visto los primeros y pobres argumentos en defensa del presidente Obama y de su nula responsabilidad en el cataclismo electoral de Massachusetts. «La culpa es sólo de la candidata derrotada, Martha Coakley». La única ventaja de engañarse a uno mismo es que, a corto plazo, suele ser gratis y puede, incluso, consolar mucho. Porque lo que vimos en el primer aniversario de la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca fue una derrota del mensaje, no del mensajero. Obama asumió el poder en loor de multitudes planetarias y abstraído por ellas ha dejado que su proyecto de reforma sanitaria pasara de estar inspirado por el sector del partido afín a él mismo o a Bill Clinton, a quedar bajo la batuta de los herederos más radicales de George McGovern -el hombre al que Richard Nixon humilló en las presidenciales de 1972 derrotándolo por 520 votos electorales contra 17- o de Howard Dean, la izquierda de la izquierda del Partido Demócrata actual.


Que no haya lugar a dudas. La reforma sanitaria de Obama, en su actual redacción, está más muerta que viva. La mayoría vigente hasta el pasado martes era de 60-40 -contando en la mayoría el alma de difunto senador Kennedy. Con los 40 votos que el jefe de la minoría republicana ha logrado mantener compactos como una roca de mármol -algo poco usual- el Partido Republicano no podía bloquear la reforma en el Senado. El problema es que el ganador en Massachusetts el pasado martes, Scott Brown, hizo campaña diciendo que su voto sería el número 41. El que bloqueará la reforma. Y ese lema hizo que los votantes que se declaran independientes en Massachusetts, que son la mayoría, votaran abrumadoramente por Brown. Esos independientes huyen de las políticas radicales de uno u otro partido. Y en el caso que nos ocupa han visto cómo, con tal de sacar adelante la reforma, Obama cedía ante unos sectores de su partido que no estaban dispuestos al compromiso. Unos maximalistas que quieren tener patente de corso ideológica y que prefieren no lograr una reforma antes que lograr una reforma consensuada con la oposición -en la que, obviamente, habría que hacer concesiones. Brown nunca hubiera derrotado a Coakley si la votación del pasado martes no llega a ser sobre cuestiones de ámbito nacional de tanta trascendencia.

Hay políticos que escuchan la voz del pueblo cuando va a las urnas. Hay otros que antes de reflexionar un minuto ya han concluido que el pueblo se ha equivocado. Y hay otro tercer grupo que se anticipa al error que va a cometer el pueblo y estudia cómo ignorar su voz. En ese grupo está el Partido Demócrata del presente. El pasado fin de semana, horas antes de la votación que ha desatado la crisis, los jefes de la mayoría en Capitol Hill estudiaban planes de contingencia para poder ignorar la voz de las urnas de Massachusetts. La presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, ya advirtió que al margen de cualquier voluntad popular, «tendremos reforma sanitaria por una vía o por otra». Como muy bien ha sentenciado editorialmente The Wall Street Journal «Verdaderamente, algunos políticos son tan obtusos como lo parecen».

Pelosi y sus colaboradores tienen tres planes para capear el temporal. Uno es convertir a Scott Brown en Leire Pajín y al Senado de Estados Unidos en las Cortes Valencianas. Y demorar la recepción de sus credenciales hasta que se haya votado la reforma sin que los republicanos tengan 41 senadores. Hasta los más radicales en el partido saben que ese desprecio a la voluntad popular crearía problemas a medio plazo. Obama ya se ha manifestado en contra, pero Harry Reid, jefe de la mayoría demócrata, sigue en ello. Otra alternativa es recurrir al proceso de conciliación de los textos y dar la batalla ahí, pero eso prolongaría esta cuestión durante meses. Y esta alternativa, ética y políticamente impecable, es de alto riesgo para Obama. Hay muchos demócratas que votaron por la reforma sabiendo de su impopularidad. Y ellos son los que en noviembre tienen que ser reelegidos en distritos en los que tienen ventaja marginal. Y esos demócratas sí que prestaran atención al pueblo de Massachusetts por muy lejos que esté de su circunscripción electoral. Hay también una tercera opción, aún más complicada: que la Cámara de Representantes ratifique el texto aprobado por el Senado en Nochebuena sin alterarle una coma. Así, se tragarían todas las enmiendas que ellos negociaron, pero el Senado no podría volver a votarla. Las posibilidades de que eso ocurra parecen escasas.

Massachussetts ha puesto de manifiesto una crisis de gran calado. Las elecciones de mitad de mandato suelen ser el termómetro político que diagnostica la salud del presidente. Pero este año ha habido toma de temperatura diez meses antes de lo habitual y el resultado es que al presidente con la mayor votación de la historia de los Estados Unidos le urge internamiento en la unidad de cuidados intensivos. El sentido común indica que los demócratas debieran reconocer qué mal entendieron la victoria de 2008. El mandato entonces fue el de sacar la economía de la crisis. Y en lugar de eso, lo que estamos viendo es cómo se resucitan las utopías izquierdistas de la década de 1960.

Utopías que son tan caras a la dinastía Kennedy, pertenenciente a la clase más elitista, de la ciudad más cosmopolita, del Estado de factura más europea de toda la Unión. El pasado miércoles el conductor de un importante espacio de la radio pública española afirmaba que Obama había perdido el «escaño del pueblo». Los Kennedy... ¿el pueblo? Después de su batalla contra la reforma sanitaria, la frase de mayor éxito en la campaña de Brown fue la que espetó a Coakley en un debate televisivo. Ante la disputa por el escaño que había sido del clan Kennedy desde que John se lo ganó a Henry Cabot Lodge en 1952 Brown sentenció: «Este escaño no es de los Kennedy. Este escaño pertenece al pueblo de Massachusetts».

Quince años después del «Boston Tea Party», Thomas Jefferson estaba en Europa como enviado del Congreso de los Estados Unidos. El 8 de enero de 1789 escribía a Richard Price, el célebre moralista, economista y pastor calvinista galés. «Para mí es una nueva prueba de consuelo que allí donde el pueblo está bien informado, se le puede confiar su propio gobierno; y que cuando quiera que las cosas se hagan tan mal como para llamar su atención, se puede estar seguro de que [el pueblo] las corregirá». Un mes después, el 4 de febrero, George Washington era elegido el primer presidente de los Estados Unidos. Y en 1800 Jefferson sería el tercer presidente de la gran república norteamericana, que sigue fiel a la visión de aquel redactor de la Declaración de Independencia de 1776.


ABC - Opinión