miércoles, 29 de diciembre de 2010

Rubalcaba y el cuento de la lechera de los amigos de ETA. Por Antonio Casado

Sin hacerse el encontradizo, pues su viaje de ayer al País Vasco estaba programado con antelación, el vicepresidente del Gobierno, Pérez Rubalcaba, en entregas de mañana y tarde, no tuvo otro remedio que comentar las declaraciones de Arnaldo Otegi al Wall Street Journal. El dirigente de la ilegalizada Batasuna ha anunciado desde la cárcel, a través de del diario norteamericano, que ETA está preparada y dispuesta a dejar la violencia para seguir intentando por las buenas el sueño de un Estado vasco independiente.

Pues que la deje, sin tomarse las molestias de anunciarlo tantas veces, dice Rubalcaba y decimos todos. Solo serán creíbles cuando pongan las tres letras de la palabra “FIN” donde ahora ponen las tres letras de la palabra “ETA”, según el último hallazgo verbal del vicepresidente y ministro del Interior. O cuando lean un comunicado en el que se anuncie el fin definitivo de la violencia, “pero sin capucha”, como suelde decir Javier Rojo, presidente del Senado.


No merece mayor atención la enésima intentona de ETA y sus amigos por recolocar en la agenda política la expectativa de una tregua (“permanente, unilateral y verificable”, según reclaman ciertos profesionales de la mediación internacional) como paso previo a la presentación en sociedad de una nueva Batasuna con otros collares. En todo caso, las declaraciones de Rubalcaba nos vienen a recordar que ni él, ni Zapatero, ni el lehendakari López, ni Chus ni Mus, están por la labor de escuchar los cuentos de la lechera de Otegi y los filantrópicos firmantes de la llamada Declaración de Bruselas (29 de marzo).
«No merece mayor atención la enésima intentona de ETA y sus amigos por recolocar en la agenda política la expectativa de una tregua como paso previo a la presentación en sociedad de una nueva Batasuna con otros collares.»
Los cuentos incluyen pasar la factura de la paz en una nueva mesa negociadora con el Gobierno. Pero la única negociación posible que el Gobierno podría aceptar, y no hay razón para especular con una vuelta a las andadas, es la que sirviese para establecer cómo, cuándo y dónde dejan las armas los responsables de la banda terrorista. Y en cuanto a sus amigos políticos, pastoreados por Otegi, Rufi Echevarría y compañía, no les queda otra que condenar inequívocamente la violencia y desmarcarse de ETA mientras ETA siga existiendo.

Y es el caso que existe. Lo prueba, sin ir más lejos, el reciente robo de material de uso habitual en las actividades propias de la banda. O las cartas de extorsión. O los eficaces descabezamientos policiales de la cúpula etarra. O la tensión real y verificable entre sus presos, los fieles y los insumisos.

Es evidente la prisa de la llamada izquierda abertzale por blanquearse antes de las elecciones municipales de mayo, so pena de divorcio. Por eso le piden a ETA que abandone el terrorismo y vayan unidos, sólo por las vías políticas, hacia la meta de la Euskadi soñada por Sabino Arana como unidad de destino en lo universal. Niegan estar movidos por criterios tácticos y apelan a su voluntad de hacer política sin violencia. Puede ser. O puede no ser. Si es como ellos dicen, no tendrán mayor inconveniente en formalizar públicamente su divorcio de ETA. Si no, tendrán que seguir esperando en la ilegalidad a que ETA anuncie su disolución. Nada de treguas.


El Confidencial - Opinión

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