viernes, 26 de noviembre de 2010

Los mercados miran a España como el lobo a Caperucita . Por Antonio Casado

Sube la prima de riesgo porque baja la confianza en la economía española. Esa es la única ecuación que sirve para descifrar lo que ocurre en los mercados. Pero nada que ver con la matemática, que es una ciencia exacta. Cuando se trata de intangibles no sirven las recetas al uso, el voluntarismo de los gobernantes o las fórmulas matemáticas. Eso es lo malo. Y aquí estamos dándole vueltas a algo tan vaporoso como la “confianza”. Las comillas expresan la dificultad de descubrir el cuánto, el cuándo y el cómo de un plan que merezca la confianza de los inversores.

Quienes no somos expertos en cuestiones económicas, aunque hayamos aprendido a hablar de primas de riesgo, cedeses, futuros, puntos básicos, etc., seguimos instalados en la perplejidad del ignorante. Ignorancia no aliviada por los sesudos especialistas que, mirando a los mercados, te dicen simultáneamente una cosa y la contraria sobre lo que nos espera. Los únicos que no dicen nada, pero hacen -o sea, compran y venden-, manejan en la sombra los movimientos de esa famosa mano invisible descrita en los manuales de Economía.


¿Pero, qué se proponen?, ¿Qué significa su inclemente acoso de los últimos días? No es nada personal, como diría el personaje de Coppola. Y ahí es donde los expertos aclaran que la crisis irlandesa, como antes la griega, o eventualmente la de España, expresa la debilidad de una potencia económica, la europea, en cuyo diseño asimétrico la política económica no camina junto a la política monetaria. Pasto fresco para satisfacer la voracidad de los especuladores que, para salir ganando, atacan los flancos débiles y ponen en evidencia a un euro con los pies de barro.
«Los inversores seguirán denunciando la escandalosa asimetría entre una unión monetaria completa y dieciséis políticas presupuestarias distintas, con severas barreras laborales e idiomáticas entre ellas.»
En el flanco débil está España, aunque no tan vulnerable como Grecia e Irlanda, sobre las que los mercados quieren poner a prueba la capacidad de la Unión Europea para reabsorber sus desequilibrios internos, los que anidan en su tóxica pluralidad de políticas fiscales. Pero si los inversores siguen mirando a España como el lobo miraba a Caperucita, ya me contarán ustedes dónde irá a parar la foto que Zapatero se va a hacer mañana con los empresarios. O los esfuerzos del Gobierno para marcar distancias con Irlanda. Entre el 9,3 % de déficit público de aquí y el 32% de allí, el 62,8% de deuda en España y el 99% en Irlanda, nuestra mejor calificación crediticia y bancarias por parte de las agencias y los organismos internacionales, con un sistema bancario español mucho más dependiente de los mercados financieros que el irlandés, etc.

Los inversores, con un considerable componente especulativo en sus operaciones, seguirán denunciando la escandalosa asimetría entre una unión monetaria completa y dieciséis políticas presupuestarias distintas, con severas barreras laborales e idiomáticas entre ellas. Uno de esos dieciséis países es España, cargada de deuda pública y privada, aunque no tanto como Grecia e Irlanda, ya rescatadas por la UE y el FMI ¿Será España la próxima víctima de sus acreedores?

Ahí estamos. Sin inspirar confianza a los mercados porque no crecemos ni creamos empleo lo suficiente para tranquilizar a nuestros acreedores. No crecemos ni creamos empleo porque los mercados nos imponen la austeridad y los recortes necesarios para reducir el déficit público. Pero si lo que toca es amarrar y apretarse el cinturón, no hay estímulos para crecer y crear puestos de trabajo. Y si no crecemos ni creamos empleo, no inspiramos confianza. Atentos a la pantalla.


El Confidencial - Opinión

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