martes, 16 de noviembre de 2010

Diplomacia caótica

La ausencia de condena de este Gobierno a la brutalidad empleada contra los saharauis y al trato dispensado a los periodistas es inaceptable.

EL Gobierno de la «comunicación» tampoco ha funcionado con la crisis del Sahara, mostrando nuevamente que el problema de fondo del Ejecutivo es la ausencia de dirección y de proyecto políticos. Mientras Marruecos arrasaba el campamento saharaui en Ggeim Izik, el Gobierno español no sabía si reconocer la soberanía marroquí sobre el Sahara, como hizo el ministro de presidencia en el Congreso, o limitarse a «constatar» que Marruecos ejercía su autoridad en esta región. Mientras la ministra de Asuntos Exteriores hacía gira por Bolivia y Ecuador, en una primera salida al extranjero de dudosa oportunidad, Rodríguez Zapatero rescataba al recién destituido Miguel Ángel Moratinos para que viajara a Argel a interponer sus buenos oficios. Mientras algunos miembros del Gobierno negaban que este hubiera sido avisado por Marruecos de la operación policial contra el campamento saharaui, otros lo admitían. En medio de este caos diplomático, la titular de Exteriores, Trinidad Jiménez, se afanó ayer en retomar la posición tradicional de los gobiernos españoles, reconociendo el apoyo a la autodeterminación del pueblo saharaui. Pero lo hizo intentando recomponer a toda prisa un equilibrio roto y con argumentos que demuestran que la actitud del Gobierno español está bajo un síndrome de alienación, revestido de interés estratégico, por las consecuencias que puede tener una reacción hostil de Marruecos en materia de lucha antiterrorista, narcotráfico e inmigración. La ausencia de condena explícita a la brutalidad empleada contra los saharauis y al trato dispensado a los periodistas españoles es inaceptable en un Gobierno que siempre ha querido ser visto como abanderado de la ética frente al pragmatismo. Todo el discurso buenista que construyó Zapatero para salir de Irak e invitar a los aliados a que desertaran de la coalición liderada por Estados Unidos, y toda la propaganda pacifista de la Alianza de Civilizaciones, no ha aguantado el tirón de Marruecos.

España tiene un compromiso con el Sahara que es de naturaleza moral, histórica y jurídica, en virtud de los tratados de 1975 y de las resoluciones de Naciones Unidas. Todos los gobiernos, hasta que llegó Zapatero, habían comprendido que la suerte del pueblo saharaui forma parte de la responsabilidad histórica de España. Responsabilidad que este Gobierno ha abdicado por no saber defender los intereses de España con firmeza y diplomacia.


ABC - Editorial

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