viernes, 8 de octubre de 2010

Momento dulce de Rajoy, agujero negro de Zapatero. Por Antonio Casado

Mientras prepara su intervención en el debate presupuestario, previsto para los días 19 y 20 de octubre –el que más tiempo y más trabajo le lleva, dice-, el presidente del PP, Mariano Rajoy, está viviendo el mejor momento político en su accidentada tarea de casi siete años al frente del principal partido de la oposición. Al menos en expectativas electorales.

Los últimos sondeos otorgan la máxima ventaja que el PP ha llegado a tener desde la victoria socialista en las elecciones generales de 2008 por 3,5 puntos. Nada menos que 14,5 puntos de diferencia. Significa que Rajoy gobernaría con mayoría absoluta si las elecciones se celebrasen ahora mismo, en estos momentos. Pero las elecciones no se van a celebrar en estos momentos y es inequívoca voluntad de Rodríguez Zapatero de agotar la Legislatura, aunque se le recuerde cada día que está en el tiempo de prórroga, siempre propicio a los calambres y la pérdida de reflejos.

Conviene fijarse en cómo se ha forjado la espectacular ventaja obtenida por el PP en todos los sondeos sobre intención de voto. Dicho sea con toda propiedad: ventaja, espectacular ventaja. Pero no subidón del PP. Ni de Mariano Rajoy, pues en los cruces con Zapatero viene a obtener una valoración parecida y a suscitar una similar desconfianza por parte de los ciudadanos. Y eso ocurre cuando el declive de Zapatero se manifiesta en una alarmante pérdida de crédito personal, mientras la causa electoral del PSOE parece haber entrado en caída libre.


La matemática es muy elocuente. Desde las últimas elecciones generales el PSOE ha perdido más de 15 puntos (15,2, por ser precisos). Pero el PP sólo ha subido 2,9 puntos desde entonces. Significa dos cosas. Primera, los votantes socialistas han caído en un agujero negro. O una gran depresión, que en Moncloa califican de ocasional y recuperable, como la crisis económica. Y segunda, no hay trasvase hacia el PP o es muy escaso.

Los analistas de la calle Génova creen que de los 3,5 millones de votantes perdidos por el PSOE, unos 700.000 votarían ahora por el PP, percibido mayoritariamente como una fuerza política escorada más hacia la derecha que hacia el centro. Aunque me parece un cálculo demasiado voluntarista, sí celebro la decisión de Rajoy de moderar su discurso para potenciar la referencia centrista. Sobre todo en las formas y no necesariamente en el fondo. En realidad se trata de adaptarlo a su talante personal, reacio a la bronca, la descalificación personal del adversario, el grito destemplado, la soflama, como le piden en ciertas terminales mediáticas de la derecha y como practican algunos dirigentes de su partido.

En respuesta a quienes le acusan de indolente, o hacer una oposición demasiado blanda, no hace mucho tiempo le oí comentar: “No me voy a poner a gritar por tener dos o tres diputados más. No es mi estilo. Y además creo que no sirve de nada”. Me parece un comentario inteligente y muy bien orientado al objetivo de ofrecerse al decepcionado votante de Zapatero como líder alejado de la derecha furiosa.

Ese decepcionado votante se ha convertido en la tarea pendiente del Gobierno y los dirigentes socialistas. Sueñan con la remontada en el año y medio que falta hasta las elecciones. Es decir, con la posibilidad de recuperar a su electorado, cuyo índice de fidelidad es no menos desalentador. En torno al 56%, en tanto que el del PP es del 85%, según los últimos sondeos. Lo van a tener muy difícil.


El Confidencial - Opinión

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