jueves, 9 de septiembre de 2010

Beneméritos, pero mal pagados. Por M. Martín Ferrand

Solivianta el ánimo que un centenar de guardias civiles se manifiesten para reclamar algo que la Nación les debe.

YA sabemos que Alfredo Pérez Rubalcaba, gran señor de urdimbres y maquinaciones, tiene mucha tarea por delante. En los últimos días hemos podido verle, en sustitución de los tres vicepresidentes que adornan el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, en plena negociación con el PNV de cara a la aprobación de los próximos Presupuestos y, en el lugar del vicesecretario general y de la secretaria de Organización del PSOE, dedicado al zascandileo para favorecer a su colega ministerial, Trinidad Jiménez, en perjuicio de Tomás Gómez en el divertido vodevil que ha estrenado el socialismo madrileño de cara a su futuro enfrentamiento electoral autonómico con Esperanza Aguirre. Es mucha la capacidad del cántabro que tiene demostrada su potencialidad polimórfica, poliédrica y hasta polisémica; pero un violín, aunque sea Stradivarius, no soporta más de cuatro cuerdas.

Entre las tareas pendientes, descuidadas, por Rubalcaba no es la menor la de poner al día las condiciones y medios de trabajo de las Fuerzas de Seguridad del Estado. Es una responsabilidad que, mirando hacia atrás, puede compartir con sus predecesores en Interior —Alonso, Acebes, Rajoy, Mayor Oreja, Belloch...—, pero que ofende al sentido de un Estado en el que sus equivalentes autonómicos gozan de mejor retribución, mayor respeto y más adecuadas herramientas de trabajo. La Policía Nacional y especialmente, por su naturaleza militar, la Guardia civil tienen demostrada su eficacia y capacidad de servicio y entrega. Por eso solivianta el ánimo ciudadano que, a pesar de jugarse el empleo y empujados por el estado de necesidad, un centenar de guardias civiles hayan tenido que manifestarse para reclamar algo que la Nación les debe.

No vale, como justificación gubernamental, la invocación a la escasez de recursos disponibles. Bien está el ahorro en lo accesorio; pero, en lo fundamental, en lo que afecta a la columna vertebral del Estado, no caben recortes. La Guardia Civil —y la Policía Nacional— merece salarios dignos y no el agravio comparativo frente a sus colegas vascos y catalanes, necesita equipos de trabajo y material que no resulte anacrónico y, sobre todo, tiene derecho a un mayor reconocimiento ciudadano del que tienden a privarles una larga serie de circunstancias, entre las que destacan los complejos instalados entre quienes, sumergidos en la mentecatez plurinacional española, parecen incapaces de valorar adecuadamente lo que es la Nación y lo que deben ser los servicios del Estado que han de protegerla y hacerla funcionar. En cuanto Rubalcaba aligere su carga multifuncional debiera tomarse en serio esta tarea.


ABC - Opinión

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