lunes, 2 de agosto de 2010

Y después de llorar, ¿qué?. Por Félix Madero

Señor Montilla, eso mismo que siente usted en su butaca viendo Rigoletto sentía yo viendo a Julio Robles en Las Ventas.

BIEN, vale, de acuerdo. Sabemos lo que a Zapatero le gustan los toros. Lo sabemos: si el PSC hubiera querido, los toros se salvan en Cataluña. Que sí, que Montilla cree en la libertad: quien quiera que vaya y quien no pues no, oiga. El president no gusta de fútbol, ni de toros. Un día me dijo que lo suyo es la ópera. No creo que el político más triste de la historia de España albergue la más pequeña esperanza de volver a gobernar. Las encuestas anuncian una tormenta con piedra que destrozará la cosecha socialista. Que pierdan la mitad de los votos es, como ahora se dice, para hacérselo mirar. No lo harán.

Desde que Zapatero manda todo se fía para el final. En el último minuto terminarán con ETA; en el último remontarán la economía, la desconfianza y el paro. En el último se irá Zapatero. En el último agónico y definitivo minuto todos a hacer puñetas. Y, ojo Rajoy, que todos tenemos un minuto postrero. Y tu reloj es de arena.


Pero ya digo: hemos llorado. ¿Y? Sabemos quiénes son, qué pretenden. Sabemos que el debate tiene que ver sólo con la libertad, un terreno viscoso y resbaladizo. El PP, por ejemplo, si llega, va a declarar la lidia bien protegido en el Congreso. No sean ventajistas, no metan el pico de la muleta por un puñado de votos. No den munición al que asiste a este debate desde la distancia, que no desde la intolerancia. A los toros les sobran política y también algunos defensores. Aficionados hay pocos; aficionado no puede ser cualquiera. A los toros les sobran ganaderos criadores de animales con horchata en las venas. Les faltan empresarios que sepan que esto no puede ser gestionado como una tómbola. Y les faltan toreros.
Los toros agonizaban cuando llegó José Tomás y los sacó de la UVI. Ahora resulta que en el escalafón lo más parecido al torero de Galapagar es Curro Romero en la portada de ayer de ABC. Y tras un burladero.

Se mueren los toros porque fabrican —sí, vale el verbo— animales bobalicones; porque los toreros, de luces pero sin luces, son maestros de la posturita y la mirada al tendido mientras el público les grita: torero, torero; maestro, maestro. Más dura que la puya independentista es la incuria del sector. Puede que el enterrador sea quien te despacha la entrada o te brinda un toro. Puede que seas tú y no lo sepas.

Manuel Alcántara, joven y aficionado periodista de más de 80 años, cree que pierden el tiempo quienes legislan en contra porque los toros no son una fiesta, son un rito, una ceremonia. O sea, que se trata de sentimientos. O se tienen o no. Señor Montilla, eso mismo que siente usted en su butaca viendo Rigoletto sentía yo viendo a Julio Robles en Las Ventas. ¿Cuesta tanto entenderlo? Haga un esfuerzo, por favor. Vaya usted a la ópera. Y déjeme ir a los toros. O a las dos cosas.


ABC - Opinión

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