viernes, 6 de agosto de 2010

Castillos en el aire. Por M. Martín Ferrand

No debiera servir de consuelo para la derecha el hecho de que los españoles (78,9 por ciento) no confíen en Zapatero.

SORPRENDE la alegría con que muchos de los santones del PP han acogido la sospechosamente extemporánea encuesta del CIS que ayer se enseñoreaba de los diarios nacionales. Es cierto, y constituye una buena señal, que, si las elecciones se celebraran hoy, el 41,2 por ciento de los españoles votarían al partido de la gaviota: 6,3 puntos de ventaja sobre las estimaciones de voto que se le atribuyen al PSOE; pero también lo es, según la misma fuente, que el 84,6 por ciento de los electores piensan que Mariano Rajoy les produce «poca a ninguna confianza». Aun sabiendo que la demoscopia, siempre más cercana a la sociología recreativa que al análisis científico de la realidad, es la organización de la entelequia, el dato es sobrecogedor. Además, del 1 al 10, los encuestados del CIS valoran a José Luis Rodríguez Zapatero con 3,48 puntos y a Mariano Rajoy con tres décimas menos: 3,18 puntos.

Si se ahonda en las tripas de la encuesta del CIS, la realidad se hace todavía más negra para un PP, que, irresponsablemente, se jalea a sí mismo por su pírrica victoria. El PP, con respecto a las legislativas de 2008, solo ha crecido 1,3 puntos en expectativa de voto, mientras que el PSOE ha bajado 9 puntos. Es decir, por formularlo llanamente, que la abstención, IU, CiU y UPyD recogen más renta electoral de las pérdidas socialistas que el PP, lo que, en una formulación drástica, niega la cacareada opción alternativa que encabeza Rajoy. No debiera servir de consuelo para la derecha, como se han hartado de repetir ayer en los programas de la radio fofa que cubre el expediente veraniego, el hecho de que los españoles (78,9) no confíen en Zapatero. Es mayor, como señalaba más arriba, la desconfianza que provoca Rajoy.

El PP, sometido a la astucia rajoyana, un cóctel entre el no hacer nada y estarse quieto, es un partido sin liderazgo y, que sepamos, sin programa. Su tremenda debilidad se expresa en la encuesta que comentamos. Cuando el PSOE pierde 9 puntos, el PP solo gana 1,3. Así no hay manera de acortar distancias, todo lo contrario. Esa pasividad actuante está configurando y fortaleciendo nuevos partidos bisagra —atención a UPyD de Rosa Díez— que, unidos al vampirismo operativo de los nacionalismos ya establecidos, pueden llegar a condicionar, e incluso impedir, la recta gobernación de la Nación. Algo que por cierto, y sin que nadie lo impida, ya sucede en virtud de los excesos socialistas y de las perezosas carencias populares. Aun así, el PP se manifiesta contento y esperanzado. Su falta de percepción de la realidad resulta pasmosa y, lo que es peor, define a sus responsables.


ABC - Opinión

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