jueves, 6 de mayo de 2010

Grecia se incendia

LA aparición de episodios violentos y víctimas mortales en las protestas contra las medidas de austeridad impuestas a Grecia constituye una gravísima señal y un síntoma de que, por lo que respecta a la «zona euro», la crisis puede llevarnos a una situación que hace apenas un año hubiera parecido inconcebible.

Las maniobras de los especuladores que apuestan por la caída de la moneda única han hecho mucho daño a la estabilidad financiera de varios países, a pesar de que casi siempre se han basado en informaciones virtuales, rumores o sencillamente falsedades, como ha sucedido con España. Es fácil deducir lo que podría suceder si lo que se produce es una situación en la que el Gobierno griego pierde el control del país y es incapaz de aplicar las medidas de rigor presupuestario que le han sido impuestas para pagar sus deudas. Si Grecia no cumple, no habría más solución que una suspensión de pagos que no sólo llevaría a los griegos a una situación mucho peor que la que se les propone ahora, sino que arrastraría sin duda al desconcierto a los demás países del euro y dejaría herida de muerte a divisa. Una Grecia ardiendo por los cuatro costados y en situación insurreccional es una amenaza para la propia Unión Europea.

Se escuchan voces que critican acertadamente la falta de liderazgo en la Unión Europea, que ha permitido que una crisis que debería afectar exclusivamente a un país por su escandalosa gestión del dinero público se convierta en una epidemia de desconfianza y auge del euroescepticismo. Pero, incluso en este caso, el trabajoso acuerdo de los países de la «zona euro» para prestar 110.000 millones de euros a Grecia no ha sido más que el principio de la solución. Lo que aparece ahora como el principal problema es precisamente aplicar los dolorosos recortes que se han pedido a cambio. Los griegos tienen en sus manos una tremenda responsabilidad ante una Europa a la que sus dirigentes han engañado durante décadas y tienen razón cuando se quejan de que son los ciudadanos de a pie quienes tendrán que pagar los platos rotos. Pero lo que no pueden esperar es que se tengan que hacer cargo los contribuyentes de los demás países europeos.

ABC - Editorial

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