domingo, 16 de mayo de 2010

El gran transformista. Por M. Martín Ferrand

ZAPATERO no es de Cabra ni de Antequera; pero quiere ir a ver al Papa, como los peregrinitos de Federico García Lorca.

Los pregones radicales de laicismo, tan excesivos como sus contrarios, no niegan el principio de que todos los caminos conducen a Roma. El cardenal Antonio Cañizares y el embajador de España ante la Santa Sede, Francisco Vázquez, trabajan para hacer posible, el mes que viene, la visita de José Luis Rodríguez Zapatero a Benedicto XVI, en el Vaticano, y así será si Dios quiere. Aquí y ahora no cabe extrañarse con nada. España, que siempre fue rarita, ha alcanzado la cima de sus mutaciones y, tras asistir a una guerra sorda, profunda e inútil entre el Gobierno y la Conferencia Episcopal, podemos contemplar ahora un giro copernicano en la actitud del líder que se dice socialista y recorta las pensiones de los viejecitos.

Antes, en el circo y el varieté, los transformistas constituían una notable atracción. Recuerdo, bajo una carpa de Ángel Cristo, un artista polaco que era capaz de cambiar de aspecto -vestuario, peluca y maquillaje- al ritmo con que contaban los asombrados espectadores: más de cien veces en tres minutos.

Eso no es nada para Zapatero. El de León, al tiempo que se traga los sables de sus mentiras precedentes nos cuenta sus nuevas verdades con la velocidad del rayo. Así, en un zas, puede saltar de ignorar una crisis a negarla, de negarla a minimizarla y de minimizarla a decir haberla superado para, como colofón y tras escuchar las inquietas voces de sus colegas internacionales, dictar medidas de recorte presupuestario que, como la crisis, había desmentido previamente.

Ahora quiere visitar al Papa. Por algo será. Si atendemos a las constantes de su vida pública en el último sexenio, tendrá que ver con la propaganda. ¿Cuántos votos puede inducir una fotografía junto a Su Santidad? Va camino Zapatero, si sus conmilitones no le frenan y la oposición no le contiene -que no lo hará -, de superar a Gregor Samsa y evolucionar de presidente a escarabajo gigante, algo más difícil que hacerlo desde el oficio de mercader de tejidos y novedades.

Atrás quedan el matrimonio gay, la reforma de la ley del aborto, la píldora del día después y otras parecidas cuestiones. Está por delante, en la carpeta gubernamental de asuntos pendientes, la reforma de la ley de libertad religiosa, pero ahora lo urgente es ver al Papa.


ABC - Opinión

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