martes, 20 de abril de 2010

El frufrú de las togas. Por M. Martín Ferrand

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YA produce suficiente alipori contemplar el espectáculo de los magistrados del Tribunal Constitucional en un largo debate -va para su primer cuatrienio- en el que las ideas se subordinan a la génesis política de cada uno de ellos, a la inercia concordante con el partido político que les designó para vestir la toga que les faculta para interpretar la Constitución; pero, como aquí todo es posible, nos quedaba por ver que uno de los magistrados, el que parece más serio y constante en sus criterios, le escribiera una carta al director de un periódico para hacer valer su independencia frente a las voces que le acusaban de incumplir los pactos establecidos entre los integrantes «progresistas» de tan notoria y ruidosa institución.

El frufrú de las togas, de todas las del muestrario institucional, resulta crecientemente inquietante. Se dice en el conventillo en que ha decaído el chismorreo de la Justicia, y lo aseguran dos notables diarios nacionales, que Baltasar Garzón podría haber recibido sugerencias para que, motu proprio, se aleje de la Audiencia Nacional y, con el mutis, dar por cerradas las tres causas que tiene abiertas en el Tribunal Supremo. Como dijo José María Pemán en otra chocante circunstancia; aquí, en España, si te dicen que el cardenal Segura toma la alternativa en La Maestranza conviene limitarse a preguntar: ¿de qué ganadería son los toros y quien es el diestro con el que cambiará los trastos?

Ese sonido -¿desafinado?- de los ropones de la Justicia produce curiosos bailes. Luis Bárcenas, por ejemplo, no se ha visto cómodo con la melodía del Supremo y, para evitarla, ha devuelto su acta de senador y, ya sin inmunidad parlamentaria, ser juzgado por el Tribunal Superior de Justicia de Madrid, cuyas claves le parecen de más fácil entonación. Son demasiados casos singulares para que cuaje la sensación de certeza que debiera inspirarnos la Justicia; pero, quiso el felipismo y no pretendió enmendarlo el aznarismo, que la promiscuidad se entreteja por entre los poderes del Estado. Lo del TC es de nacencia, un capricho ostentoso de los padres de la Constitución, pero lo del CGPJ es fruto de la reforma marcada por las necesidades gubernamentales del momento en la reforma de 1985. Mal está que las togas hagan ruido; pero es que, además, quienes las llevan tratan muchas veces de convertir el ruido en melodía e interpretarla con bombo y platillos.


ABC - Opinión

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