miércoles, 10 de marzo de 2010

Tercera fase. Por José María Carrascal

O bien este hombre tiene unas facultades paranormales que le permiten ver más allá de la realidad, o tiene más cuento que Calleja.

Si lo peor ha pasado, si ha tomado las medidas oportunas, si anuncia la recuperación a fin de año, ¿por qué pide ayuda a todos los demás partidos y quita a los españoles una hora de entretenimiento televisivo contestando a las preguntas de periodistas que le sirven balones como Guti a Ronaldo para que los remate a su antojo? Si la crisis, como dice, está bien diagnosticada, mejor tratada y perfectamente encarrilada, a su gobierno debería bastarle mantener la línea que lleva, y esperar el resultado previsto. Pero, no. Venga a darle con lo de «sumar fuerzas», con lo de «juntos saldremos antes», con lo de «tirar del carro». Lo que nos hace sospechar que él mismo duda de lo que está predicando y busca el acuerdo con los demás para diluir su responsabilidad tanto en los errores pasados como en los que aún quedan por venir. No hace falta tener memoria de elefante para recordar que este hombre se equivocó en el diagnóstico de la crisis -negó incluso que existiera-, en su tratamiento -con medidas que no han resuelto nada- y en las previsiones sobre ella, hablando de brotes verdes, de luz al fondo del túnel y de camelos por el estilo. ¿Quién nos garantiza que esa «recuperación en puertas» que anunció anoche no será la misma que anunció hace un año y hace seis meses? Cuando lo que hemos tenido es más paro, más deuda y más dudas sobre la solvencia económica de España. Mientras él, impertérrito, sonriente y embelesado.

Más que un Maquiavelo de León, como ahora se le presenta no sabemos si en serio o en broma, Zapatero se nos aparece como aquellos prestidigitadores que en las plazas de los pueblos divertían al vecindario haciendo aparecer y desaparecer objetos. «¿Veis este huevo?». «Pues ya no lo veis». «¿Veis esta carta?». «Pues fijaros cómo se la saco a este señor de la oreja». Juegos de manos, escamoteos de la realidad, malabarismos del año de catapún, palabrería tan hueca como reiterativa. En vez de a la política, este hombre hubiera tenido que dedicarse a la escena. No habría conseguido un Oscar, pero seguro que hubiese sacado un Goya como actor secundario en una película argentina. Y los españoles nos hubiéramos ahorrado muchos disgustos y mucho dinero.

Porque no estamos en la plaza de un pueblo ni en un escenario ni en unos platós de cine o televisión. Estamos en el siglo XXI, en la peor crisis en 80 años y en los últimos puestos de la cola de recuperación. Pero él se empeña en seguir interpretando su película, que, dice, va ya por la Tercera Fase, como las series de ciencia ficción. ¿Cuántas le quedan? Las que sean necesarias. Esto no se le había ocurrido ni a Maquiavelo.


ABC - Opinión

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