lunes, 29 de marzo de 2010

El maquillaje de Salgado

El Gobierno se ha visto obligado a aplazar diez días la reunión de la llamada Comisión Zurbano, prevista para hoy, ante el rotundo y general rechazo que las propuestas económicas remitidas por la vicepresidenta Salgado ha suscitado en los demás partidos.

Las críticas cosechadas han caído como un mazazo en La Moncloa, que confiaba en que al menos Coalición Canaria y CiU estamparan sus firmas al pie del documento y posaran para la foto que salvara a los ojos de la opinión pública dos meses de negociaciones. El «tridente» ministerial elegido por Zapatero para dialogar con los partidos no sólo no ha logrado el gran objetivo de alcanzar un pacto de Estado para afrontar la crisis económica; tampoco ha materializado el modesto deseo de llegar a acuerdos parciales de cierto calado. Las discrepancias son tan profundas que un aplazamiento de la firma no basta para solventarlas. No es cuestión de tiempo, como se ha aducido desde el Gobierno para justificar el fracaso, sino de fondo y de filosofía. Las cincuenta propuestas presentadas por Salgado son una mera acumulación de iniciativas ya debatidas en el Congreso, de cesiones particulares a partidos minoritarios como Coalición Canaria y de medidas cosméticas sin apenas recorrido, todo ello mezclado con otras más ambiciosas planteadas por CiU y el PP.

No faltan, incluso, algunas propuestas exóticas sobre el África Occidental o sobre las tiendas de los aeropuertos, que provocan gran perplejidad. El conjunto, en resumen, resulta anárquico, sin cohesión ni congruencia interna, y su capacidad para revitalizar el tejido económico no se alcanza a ver por ningún lado. Es verdad que el documento de Salgado incorpora incentivos para las pymes y dota de mayor protagonismo al ICO para impulsar los flujos de crédito hacia las empresas. Pero el balance se antoja muy escuálido y, sobre todo, frustrante para las esperanzas que había generado entre los ciudadanos después de que se presentara la Comisión Zurbano como la fórmula ideal para llegar a un pacto. Si esto es todo lo que el Gobierno es capaz de poner sobre la mesa para forjar un frente común, habría sido mejor no crear nada, ni alimentar falsas expectativas ni invocar el patriotismo de la oposición. Da la impresión de que con ese artefacto sólo se ha querido calmar los ánimos de un país que pide a sus dirigentes políticos menos retórica y más acuerdos palpables. La crisis por la que atraviesa España, con un número de parados que roza los cuatro millones y medio, con una imagen internacional severamente deteriorada y con un clima interno de pesimismo cada vez más acusado, no se supera con maquillajes como el de Salgado. Por el contrario, requiere de una cirugía profunda, necesita que se tomen decisiones difíciles pero imprescindibles y exige, en suma, dejar a un lado los cálculos electorales porque nunca será popular apretarse el cinturón, reducir el gasto público y reformar el mercado laboral. El Gobierno no puede serguir eternamente esquivando su papel, dilatando sus deberes o, como se dice popularmente, mareando la perdiz. Para lograr que la oposición firme un pacto hay que demostrar más seriedad y más responsabilidad.

La Razón - Opinión

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