sábado, 6 de febrero de 2010

Rezar lo que sabe y donde no debe. Por Tomás Cuesta

Que Zapatero haya querido interpretar la Biblia como si fuera un manual de relaciones laborales es una grosería tragicómica y un ejercicio de ligereza irresponsable. Que haya tomado en vano el nombre de Cervantes para reivindicar el español allende el charco mientras fomenta la tiranía deslenguada en un lugar de Europa de cuyo nombre no quiere acordarse supone rizar el rizo del descaro. Que haya quien considere que se ha ganado a pulso figurar en el Éxodo como undécima plaga es una triste gracia y un chiste barato, pero tampoco merece más el personaje. A fin de cuentas, el desayuno de oración ha sido un tentempié irrisorio que ni nos sacará de pobres ni nos redimirá de la insignificancia. Lo que no tiene perdón de Dios -ni de los hombres, a nada que se sigan respetando- es que alguien se haga pasar por piadoso después de cometer un sacrilegio infame. O por civilizado, tras incurrir en la barbarie.

No parece probable que al señor presidente -pese a los arrebatos quijotescos que sufre de cuando en cuando- le ocurra igual que al desventurado hidalgo «que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y el mucho leer, se le secó el celebro, de manera que vino a perder el juicio». De lo cual se deduce que, aunque no sea muy leído, Rodríguez Zapatero, «ora et labora», tampoco es un orate: no hay mal que por bien no venga. Queda, pues, excusado de zambullirse en L_vy-Strauss, o en cualquier antropólogo que le quede cerca, a fin de averiguar por qué al irse a Washington y desertar de las exequias del último caído en la no-guerra ha puesto a la virtud a barato y la moral en almoneda. Una comunidad que deshonra a los muertos está herida de muerte, se agosta en la tisis ética. ¿Acaso la soldada ensucia y el jornal ennoblece? ¿Acaso le amedrenta el pacifismo que reina en los cementerios?

Metidos a alternar la sopa boba con la sopa de letras, la receta de Homero es inefable, es olímpica, es... ¡Homérica, en efecto! «¡Congratulations, Chapatero!» La cosa va de que Odiseo y sus compinches consiguen escapar de las garras de Circe (una bruja perversa que seducía a los incautos y luego los transformaba en cerdos. Tal cual Fidel Castro, que diría Cabrera) abandonando los despojos del desdichado Elpénor que tornará, en espíritu, a reclamar lo que le adeudan: «Sé que, partiendo de acá, la morada de Hades, fondearás tu nave en la isla de Eea. Yo te ruego, ¡oh rey!, que al llegar me recuerdes. No partas sin llorar mi cadáver, no ofendas a los dioses con la impiedad de los que no recuerdan. Quema mi cuerpo junto a las armas que me pertenecieron y erígeme un túmulo en la ribera del espumoso mar de modo que la memoria de este hombre se perpetúe en los venideros. Hazlo así y clava en el túmulo aquel remo que pulieron los años y el esfuerzo».

Zapatero, por contra, ni siente, ni padece. Encarna el arquetipo cínico que Oscar Wilde acuñó en una paradoja espléndida: «Conocer el precio de todo y el valor de nada», ésa es la ecuación de la miseria. Rezar lo que no se sabe allí dónde no se debe, formulado en cristiano adusto y evangélico.


ABC - Opinión

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