sábado, 5 de diciembre de 2009

Manifiesto por la Dignidad de España

Manifiesto por la dignidad de España

Libertad Digital: Una docena de colectivos cívicos lanza un manifiesto por la dignidad de España

El Mundo: Grupos cívicos defienden la Constitución frente a las 'deslealtades nacionalistas'

Arrogarse y descargarse. Por Maite Nolla

Ver a Ignacio Escolar representando a los internautas es como ver a los periódicos nacionalistas catalanes pontificando sobre la dignidad de Cataluña.

No es para desilusionar al personal, pero los internautas, blogueros y demás sois unos pardillos. Entiendo que es muy emocionante pensar que estamos ante la posible dimisión de la ministra de Cultura, que representa la entrada de un grupo de presión en el Consejo de Ministros. Bajo la apariencia de una radicalidad de izquierdas y de la defensa de la cultura, lo cierto es que a los que más perjudica el canon digital es a los que menos tienen. El canon es como el IVA, un impuesto que pagan los pobres más caro que los ricos. Cierto es que el canon ni siquiera tiene naturaleza tributaria –eso conllevaría cierta defensa por parte del pagano– pero es que, como el IVA, lo pagan todos por igual con independencia de su capacidad económica. Y la ministra representa todo esto. Lo mismo que el encarecimiento de productos que hoy en día son casi básicos, como los ordenadores o los teléfonos. Lo mismo que la desproporción inadmisible entre la protección civil y penal de la propiedad intelectual, y la escasa y ridícula de otro tipo de propiedades. Cortarle la luz a un inquilino moroso, declarado moroso por una sentencia, puede ser considerado como un delito de coacciones.

Como decía, sois unos pardillos, queridos. Pensar que porque Zapatero haya dicho que no se va a cortar internet, quiera decir que no se vaya a cortar internet, es de incautos. Necesitaría parte del artículo de Pablo Molina para que cupiera una lista de los embustes y contradicciones de Zapatero y de su Gobierno. Y parte del artículo de cualquiera de mis otros compañeros de Opinión, para hacer un listado de las víctimas que las mentiras de Zapatero han ido dejando por el camino.

Lo que si me ha llamado la atención es que en España arrogarse representatividades sea gratis. Lo vimos con la comedia editorial de Cataluña la semana pasada y lo estamos viendo ésta. Ver a Ignacio Escolar representando a los internautas, es como ver a los periódicos nacionalistas catalanes pontificando sobre la dignidad de Cataluña.

La cuestión es que lo que se pretende es cortar las comunicaciones para resolver pleitos civiles. Lo demás es perderse. Y pensar que Zapatero está en contra de eso es, simplemente, mentira. Zapatero no sólo es el promotor del estatuto de Cataluña, en el que cualquier ilegalidad tiene acomodo, sino que su partido preside, dirige y cobra del famoso CAC, que ya dijo que quería extender sus atribuciones, es decir, su censura, a internet. Y el CAC es lo mismo que el consejo que quieren crear la ministra y Zapatero: un órgano administrativo capaz de censurar a un medio –en este caso, una página– sin intervención judicial. Un estatuto y un CAC con los que está encantado uno de los representantes internautas, llamado Ignacio Escolar. ¡Un ex director de Público defendiendo la libertad!

Otra cosa, ¿desde cuándo una manifestación o una recogida de firmas millonaria ha servido para cambiar nada de alguno de los proyectos iluminados de Zapatero? Lo digo para ir midiendo los esfuerzos.


Libertad Digital - Opinión

El edén de Zapatero nos pilla un poco lejos. Por Juan Carlos Escudier

Tras descubrir que era de izquierdas todo lo que hacía, ya fuera bajar impuestos o subirlos, mejorar las pensiones de los pobres o dar cheques-bebé a los ricos, Zapatero nos ha revelado que cualquier cosa que proponga contribuye a cambiar el modelo productivo, y por eso el anteproyecto de ley de Economía Sostenible le ha salido tan largo. No es sólo lo del famoso coche eléctrico, que parece haber sido inventado por Miguel Sebastián mientras repartía bombillas de bajo consumo. Es que, a partir de este momento y con independencia de su contenido, cualquier iniciativa del Gobierno forma parte de su estrategia de “sostenibilidad”, ya sea la reforma de la ley del Registro Civil, la nueva regulación de las Cajas de Ahorro, el tradicional plan anual de Hacienda contra el fraude fiscal o la perpetuamente anunciada integración de los regímenes de la Seguridad Social.

Bajo esta premisa, sería injusto calificar el anteproyecto de errático compendio de propuestas inconexas o de absurda mezcla de churras con merinas. Visto así, la panoplia de planes, comités, comisiones interministeriales y futuras leyes, reglamentos y códigos que han de nacer al amparo de esta guía de la modernidad debe de ser contemplada como el programa de un visionario que pone el futuro por escrito para que nada se le olvide. Los parados habrán de tener paciencia, pero en cuanto se cambie la formación profesional y se presente el Plan de Competitividad Industrial 2020, no habrá albañil que no pueda reciclarse y participar de las oportunidades que se le abrirán en sectores tales como el aeroespacial, la biotecnología, las tecnologías sanitarias o de la información.

¿Imposible? Las Vegas era un páramo yermo del desierto de Mojave antes de que Bugsy Siegel pusiera en pie el Flamingo. Es verdad que a Siegel las cosas no le funcionaron a la primera y que sus colegas de la mafia prefirieron darle matarile antes que pedirle explicaciones, pero suyo será siempre el mérito de haber fundado la ciudad del neón y del pecado. Quizás en eso pensaba Rajoy cuando definía el proyecto de Zapatero como un luminoso en un solar vacío.

Nadie discute la necesidad de eliminar los trámites burocráticos para constituir empresas, aumentar la carga fiscal de las remuneraciones de los directivos, acelerar el pago a los proveedores antes de que se arruinen, modernizar la Justicia o elevar la eficiencia energética de los edificios públicos. Lo que no se entiende es que no se hubiera hecho antes y que ahora, su mero enunciado se presente como la revolución más importante que vieron los siglos pasados y los venideros. No queda más remedio que dar la razón a la oposición cuando afirma que de la chistera de Zapatero ya no salen conejos sino humo, algo que, por otra parte, no es propio de un abanderado de la lucha contra el cambio climático.

Estamos ante el improvisado intento de vestir un santo con retales, con el riesgo evidente de que el resultado sea un indescriptible adefesio. Prueba de ello ha sido la revuelta generada en torno a una disposición adicional de la ley, que dejaba en manos de un comité del Ministerio de Cultura la facultad de cerrar aquellas páginas web que, a su juicio, atenten contra la propiedad intelectual, pisoteando de paso varios preceptos constitucionales y saltándose a la torera el control judicial. Bastaron unas horas para que el presidente del Gobierno anunciara la modificación de este apartado, lo que confirma que el anteproyecto era demasiado largo para que se lo hubiera leído entero y que todo puede cambiarse si enerva a mucha gente, especialmente a potenciales votantes. ¿Qué rigor tiene una norma que ha de corregirse al día siguiente de ser presentada? ¿Cuál es el porvenir que espera a una ministra, la de Cultura, a la que se desautoriza de manera tan tajante?

Después de meses de espera y de la expectativa generada, la frustración respecto de la nueva regulación y de la estrategia que la acompaña está plenamente justificada. Es pobre en contenidos concretos, ya que se limita a proclamar principios cuyo desarrollo se pospone a fases posteriores, y técnicamente es lamentable. Sirva el siguiente ejemplo: se introducen como correcciones a la Ley de Mercado de Valores la adición de un párrafo en el artículo 25.2, se modifica los apartados 1 y 3 del 70 bis, se redacta de nuevo buena parte de 84.1, se amplía el 84.2, se cambia el 85.2, se modifican el 95, el 97.1, el 98.3, el 99, el 100 y el 101, se añade un 101 bis, se corrige el 102, se amplía el 106, el 107 y el 116. Si la cita ley exige tantas enmiendas, ¿no hubiera sido mejor plantear su reforma de manera independiente?

Sobre el mercado laboral conocemos que el Gobierno no transigirá con rebajar el coste de los despidos. Nada más hay sobre la mesa, a excepción del compromiso de trasladar a empresarios y sindicatos propuestas aún no definidas sobre negociación colectiva, bonificaciones a la contratación, fomento del empleo juvenil y de reducción de temporalidad. Eso sí, después de que en el último año se perdieran un millón y medio de empleos, se ha reparado por fin en que en ese país tan lejano y desconocido como es Alemania existe una fórmula que permite combinar la reducción de jornada con las prestaciones por desempleo, y se va a imitar por si aquí funciona. Nadie ha preguntado por qué esa medida no se puso en práctica cuando diariamente 6.000 personas se inscribían como parados en las oficinas del INEM.

Pese a la bondad de sus intenciones, Zapatero vive un auténtico drama: quiere convertir al país en un nuevo Silicon Valley en el que el I+D+i brote espontáneamente de las fuentes de los parques, sustituir al peón del pañuelo de cuatro nudos por el científico de bata blanca, conseguir energía limpia de la mar océana y de la vientos del norte y del sur y llenar las carreteras de silenciosos coches eléctricos. Su problema es que no tiene claro cómo se hace porque la fabricación de paraísos terrenales venía sin manual de instrucciones.

Entre tanto, se olvida que lo verdaderamente insostenible para una economía es tener una tasa de paro del 20% y que, aún iniciándose hoy mismo la salida de la crisis, es posible que pase una década antes de que se recuperen los niveles de empleo de 2008. ¿Pedimos a los parados que recorran sin agua el interminable desierto que nos separa de la tierra prometida? Es aquí donde el Gobierno tiene sus ausencias. Entre tantos planes de futuro, se echa en falta uno para el presente. Si Zapatero espera que patronal y sindicatos le hagan el trabajo es que es un ingenuo bastante irresponsable.


El confidencial

Con razón quieren acabar con internet. Por Pablo Molina

Ahora que estamos seguros de que Zapatero va a realizar una política liberticida en internet (ha afirmado dos veces lo contrario) es un buen momento para recordar que es este medio el que ha permitido que la verdad de la estafa climática salga a la luz.

En la sociedad actual sólo se produce un escándalo mayúsculo cuando el protagonista no es de izquierdas o el asunto concreto no está incluido en la agenda progresista. En caso contrario, los grandes medios disimulan y siguen hablando de las mariposas hasta que el estruendo es tan enorme que se ven obligados a realizar una breve reseña. La línea editorial no la modifican, claro, que para eso son medios "independientes", y así podemos asistir a la divertida situación de ver un periódico nacional informando de que la teoría del cambio climático de origen antropogénico es un fraude que no creen ni sus propios valedores, mientras en la sección de ciencia el calentólogo de nómina sigue alertando a la humanidad su próximo fin (los progres son propensos a la grandilocuencia) si no se reducen las emisiones de CO2.

De todas formas, los españoles no podemos quejarnos demasiado, porque nuestros dos principales periódicos sólo tardaron una semana y media en acusar recibo del Climagate, mientras en Gran Bretaña, país del que surgió la noticia, lo han hecho seis semanas más tarde de conocer la información.

Ahora que estamos seguros de que Zapatero va a realizar una política liberticida en internet (ha afirmado dos veces lo contrario) es un buen momento para recordar que es precisamente este medio el que ha permitido que la verdad de la estafa climática salga a la luz, como anteriormente ocurrió con otros escándalos que los políticos y sus medios afines decidieron ocultar.

En España hemos estado solos durante muchos días informando a los lectores de esta canallada seudocientífica subvencionada por los políticos. En lo que respecta a los medios de comunicación profesionales, Libertad Digital ha estado en solitario cumpliendo con su deber, que es la forma más elegante y honesta de disfrutar la soledad, junto con centenas de blogs particulares que se han hecho eco de este escándalo aportando valiosa información en muchos casos. Se comprende que el fenómeno de internet preocupe mucho a los políticos, porque les priva del monopolio de decidir qué pueden o no conocer los ciudadanos, y a los medios tradicionales, cuyos peajes ideológicos les obligan a difundir únicamente las "verdades" tamizadas del poder. Precisamente por eso, los intentos de intervenir en la red arrogándose el derecho de cerrar los sitios incómodos debería preocuparnos a todos. Han empezado amenazando a las páginas que enlazan contenidos audiovisuales, pero no cabe dudar de que es sólo la puerta por la que el poder político entrará en internet y una vez dentro, expulsarlo será una misión casi imposible.

No se puede tolerar el menor ataque de los gobiernos hacia las nuevas tecnologías de la información, porque nuestra libertad es lo más importante. Incluso más que la discografía completa de Ramoncín y las obras completas de Suso del Toro, lo más descargado de internet a escala mundial desde hace décadas como es bien conocido.


Libertad Digital - Opinión

Un chollo para el PP. Por M. Martín Ferrand

MÁS de una de las ministras amuñecadas que se gasta José Luis Rodríguez Zapatero son de alipori. No quiero decir con ello que muchos de los ministros de tan errático Gobierno sean mayores que ellas en edad, sabiduría y dignidad; pero disimulan mejor y no inducen al oprobio de la vergüenza ajena que tiene amustiados a los clásicos de la militancia socialista. La derecha tampoco luce con singular talento. Esteban González Pons, por ejemplo, se equivoca cuando pide la dimisión de la ministra de Cultura, la evanescente Ángeles González-Sinde. Es cierto que su proyecto de censura para Internet sobrepasa las líneas del más rancio totalitarismo y que es propio de chinos y cubanos; pero, ¿puede haber mayor chollo para un partido de la oposición que un Gobierno formado por personajes y personajas de tanta endeblez, sectarismo tan evidente, ignorancia latifundista y tan escasamente democráticos en sus planteamientos?

Lo que no sería justo es decir que el Gobierno se viene abajo o empeora. Lo que ocurre es que ha agotado su capacidad de disimulo y hasta los menos avisados son capaces de percibir que el responsable de Exteriores, como acredita el «caso Haidar», no sabe muy bien por dónde se anda. Debates artificiales y superfluos, como el del crucifijo en las escuelas, demuestran una escasez intelectual de mayor cuantía y son prueba de un sentido perverso de la política. No por su contenido, sino por su intención de forzar la reflexión en direcciones contrarias a las que exige el momento político y económico que sufrimos. Mientras el electorado se enzarza en discusiones accesorias, del aborto al crucifijo, no se enfrenta a la realidad social del paro y a la política del descoyuntamiento de la Nación y de las instituciones del Estado; como es el caso, entre risible y desesperante, del Tribunal Constitucional.

La situación es insostenible. Mientras nuestros socios en la UE comienzan a salir de la crisis, nosotros seguimos sumergiéndonos en ella y buscando cataplasmas que la alivien, como el último invento de la vicepresidenta que no manda, Elena Salgado, que predica el retraso de la edad de jubilación para sostener el sistema. Paridas. Bueno será aprovechar el puente que ya está en marcha, y que no nos podemos permitir, para serenar los ánimos y, sin pretensión electorera alguna, buscarle remedios drásticos a los grandes males que amenazan a la Nación y al Estado.


ABC - Opinión

Algo más que una anécdota. Por Andrés Aberasturi

La mayoría de los titulares de prensa coinciden en que han sido los internautas, las llamadas redes sociales, los responsables del frenazo y la marcha atrás que ha anunciado el presidente del Gobierno en relación con el increíble proyecto de la ministra de Cultura que pretendía cerrar páginas webs por decisión única de una extraña comisión. Y es cierto. Pero no podemos conformarnos con que, a última hora y casi sobre la marcha, se pare y se desautorice (aunque traten de disimularlo) ese disparate en proyecto; lo peor de todo esto es que se llegue a plantear una cosa así en un estado de derecho.

Es lógico que a un gobierno le asuste el ruido de la red, las manifestaciones convocadas y el malestar general, pero lo terrible es que nos coloquen a todos en esa frontera sin que nadie, desde dentro, avise de que se está a punto de vulnerar algo tan fundamental como la seguridad jurídica para la libertad de expresión. ¿Cómo que una comisión nombrada al afecto, decidirá si cerrar o no una pagina web? ¿Qué mente privilegiada ha redescubierto, sencillamente, la censura y cómo es posible que nadie en su entorno lo haya advertido?


Este no es un problema de González Sinde, al menos no es sólo suyo. Lo que viene pasando en España desde hace mucho tiempo es que los partidos y los gobiernos se creen por encima de Ley y una y otra vez se saltan la frontera como quieren. El problema es que las máximas representaciones del poder judicial están llenas de ilustres personalidades que llegan allí con su nombre, su apellido y la sigla que les ha colocado y así es imposible creer en su independencia. Y más imposible si a lo largo de los años han ido dejando por el camino tantas muestras de su comunión ideológica con los partidos.

Que un Gobierno democrático tenga que salir al paso a última hora del proyecto de uno de sus miembros, no resulta muy tranquilizador porque todo el mundo conocía ese proyecto y el dislate que representaba contra la libertad de expresión. Sólo el ruido de la red que ya era clamor, ha hecho dar marcha atrás sin que aun sepamos cómo se va a resolver el problema.

Otra historia es que la ministra de Cultura barra para casa y para los suyos, no para los de su partido sino para los de su profesión. Eso lo podemos discutir otro día, pero lo que hoy nos ocupa y nos preocupa es el sentimiento de desprecio a Ley que se ha apoderado de esta partitocracia nuestra. Es que no se trata sólo de una anécdota o de una metedura de pata de González Sinde; es que esta anécdota es el reflejo de una forma de entender lo que es el gobierno del país. Y no estoy exagerando: eleven un poco el listón y se encontrarán de bruces con el lamentable espectáculo coral del estatuto catalán.


Periodista Digital - Opinión

Marruecos toma el pelo a Zapatero

El avión que iba a trasladar a la activista saharaui Aminatu Haidar a El Aiún no puedo despegar porque las autoridades marroquíes no lo permitieron, después de acordar el vuelo con el Gobierno español.

EL GOBIERNO español se las prometía ayer muy felices cuando por la tarde el régimen de Rabat accedió a que Aminatu Haidar, en huelga de hambre en Lanzarote desde el pasado 16 de noviembre, pudiera retornar a El Aiún con un salvoconducto que garantizaba su seguridad.

Haidar aceptó poner fin a su huelga y subió a un avión medicalizado que, al parecer, no llegó a despegar porque en el último momento el Gobierno marroquí dio marchas atrás, dejando claro que no permitiría desembarcar a la activista saharaui.


Lo sucedido es una tomadura de pelo de Rabat, que pone en evidencia la debilidad con la que el Gobierno español ha manejado la crisis. Cuando la diplomacia española ya estaba celebrando como un triunfo el retorno de Haidar al Sáhara, el cambio de criterio marroquí produjo una verdadera consternación en el Ministerio de Asuntos Exteriores, que había negociado frenéticamente en las últimas 48 horas.

Haidar había sido expulsada por el Gobierno marroquí el pasado 14 de noviembre tras aterrizar en el aeropuerto de El Aiún, con el pretexto de que ella se había negado a hacer constar en un impreso que era de nacionalidad «marroquí». Fue embarcada a la fuerza en un avión español y deportada a Lanzarote tras serle retirado su pasaporte. Asuntos Exteriores aceptó su entrada en España, alegando que tenía concedida la residencia en nuestro país.

Desde entonces, Haidar había permanecido en el aeropuerto de Lanzarote, tras rechazar las ofertas de asilo político o de concesión de la nacionalidad española, realizadas infructuosamente por el ministro Moratinos. Por el contrario, Haidar había presentado una denuncia contra las autoridades marroquíes y españolas por malos tratos que la Audiencia Nacional se negó ayer a admitir a trámite, declarándose incompetente.

Si el Gobierno de Zapatero tenía hasta ayer un problema, hoy adquiere proporciones mucho mayores puesto que queda en evidencia su incapacidad para solucionar esta crisis y el chantaje que está practicando Marruecos, que llegó a condicionar el retorno de Haidar a que ésta pidiera perdón al monarca alauita, como si hubiera agraviado a un señor feudal.

El Gobierno de Rabat no tenía ninguna razón para expulsar a esta mujer, que, según sus propias leyes, es una ciudadana marroquí. Su rechazo a declararse de esa nacionalidad es un gesto político, no un delito. Si Zapatero aplicara la misma lógica, tendría que expulsar a los catalanes o los vascos que niegan -cuando tienen oportunidad- su condición de españoles.

El Gobierno ha claudicado ante Marruecos en la defensa de los derechos humanos y no ha apoyado el derecho de autodeterminación del pueblo saharaui. Por otro lado, Marruecos ha boicoteado de forma sistemática todas las resoluciones de la ONU sobre la antigua colonia española y ha torpedeado todas las iniciativas de intermediación internacional.

Y además, Rabat ha maniobrado de forma sucia para crear al Gobierno español un problema que no es suyo. Su actitud ha sido totalmente inamistosa, como han admitido algunos dirigentes del PSOE.

Por mucho que el Gobierno quiera restar importancia a lo sucedido ayer, ha quedado claro que Marruecos se ha comportado como un vecino hostil y que su estrategia ha sido la de poner en el disparadero a Zapatero. Ello merece una contundente respuesta diplomática: el Gobierno debería hoy mismo llamar a consultas a nuestro embajador y transmitir a Rabat que sus gestos inamistosos tendrán consecuencias en el futuro.


El Mundo - Editorial

Nuevos compromisos. Por José María Marco

Después de tanta retórica contra Estados Unidos y contra la fuerza como medio de defensa, el Gobierno socialista seguirá manteniendo tropas españolas en un conflicto internacional, algo que no ocurría desde Felipe González.

Al final, Obama ha hecho lo que tenía que hacer. El discurso de West Point ha sido confuso, no habla de victoria, da un plazo absurdo –y destinado tanto o más a calmar a los demócratas de izquierdas que a presionar a Karzai–, intenta no repetir la retórica de Bush sobre la movilización a favor de la democracia, huye de cualquier apariencia de arrogancia... Siendo todo esto así, también es verdad que la administración norteamericana manda 30.000 hombres a la lucha (antes guerra) contra el terrorismo islámico. Sumados a los 21.000 que ha enviado desde primeros de años, Obama habrá mandado 51.000 hombres. Y sumados éstos a los que ya había, a finales de 2010 tendrá 100.000 compatriotas jugándose la vida en Afganistán.

En cierto sentido, la decisión era la que se podía esperar. Obama llegó diciendo que la guerra buena era la de Afganistán y que, por tanto, esa era la que había que ganar (la mala, la de Irak, se daba por ganada). Por mucha ironía que haya en el hecho de que se apliquen ahora estrategias parecidas a las que se utilizaron para ganar la otra guerra, era difícil aceptar la nueva posición de la izquierda del Partido Demócrata, según la cual todas las guerras son igual de malas y había que retirar las tropas de Afganistán cuanto antes. Quien votó por Obama, por mucho que lo hiciera movido por los dulces sentimientos que fluyen del pensamiento utópico, votó por la continuación de la presencia de Estados Unidos allí. El "Yes we can" también quiere decir que se puede ganar –o gestionar bien, según la neolengua aceptada hoy en día– el "conflicto" afgano.

La decisión, como se sabe, no ha sido fácil por la presión a la que la Casa Blanca ha estado sometida, presión que la propia administración había suscitado. Incluso ha habido que superar un surrealista Premio Nobel concedido para que hiciera exactamente lo contrario de lo que acaba de hacer. Después de estos meses agónicos, surge una nueva situación.

Está por ver si las tropas enviadas son suficientes, si desde la Casa Blanca se puede conseguir que la opinión pública norteamericana apoye la nueva estrategia, si los talibán dejan de encontrar refugio en Pakistán y si la población afgana, como ocurrió en Irak, empieza a perder el miedo a los terroristas.

Ahora bien, cuanto más difícil se pongan las cosas, más valdrán, en las relaciones internacionales, los aliados que apoyan a Estados Unidos en su nuevo compromiso. Resulta que entre estos aliados está España. Se le llame guerra o no, el caso es que hay 998 soldados españoles destacados en el conflicto de Afganistán y que el Gobierno de Rodríguez Zapatero está dispuesto a enviar más. Son mejorables muchas cosas: la dotación, la estrategia, las reglas de intervención... Pero si los militares españoles no estuvieran allí, no habría discusión posible.

Después de tanta retórica contra Estados Unidos y contra la fuerza como medio de defensa, el Gobierno socialista seguirá manteniendo tropas españolas en un conflicto internacional, algo que no ocurría desde Felipe González. Es de suponer que nadie quiere perder esta guerra: así que España estará entre los más interesados en acabar con el terrorismo islámico. Y si Alemania y Francia se abstienen de mandar más tropas, y España ayuda a Obama en este trance, también estará entre los tres grandes países europeos que se comprometen en los momentos difíciles. Rodríguez Zapatero habrá abierto, insinuando que hace lo contrario de lo que está haciendo, una nueva etapa en las relaciones con Estados Unidos.


Libertad Digital - Opinión

Insostenible en 24 horas. Por Ignacio Camacho

EN menos de horas veinticuatro el Gobierno ha autosaboteado su ley fetiche de Economía Sostenible, marcándose en propia puerta con una torpeza inusitada el gol de la enmienda de la censura en Internet. La ministra de Cultura ha quedado en evidencia, desautorizada y puesta en solfa por el de Justicia y por el mismísimo presidente que en mala hora la nombró, mientras todo el equipo gubernamental volvía a poner de manifiesto su descoordinación y falta de diálogo interno. La crisis del «Alakrana» demostró que no hablan entre ellos, y ahora unos por otros se han enredado en un lío que ha ensordecido la feliz alharaca con que el Gabinete festejaba su proyecto estrella. Ni siquiera han necesitado tropezar con la oposición; esta vez se han pisado ellos solos su propia manguera.

Para los anales queda el hito de un Zapatero obligado a envainarse en tiempo récord una ocurrencia. No le quedaba más remedio porque el asunto afectaba a uno de sus graneros electorales más queridos, el de los jóvenes entusiastas de las nuevas tecnologías. Con esos pocas bromas. Al presidente le va la marcha de pisar callos de sectores sociales cuyo voto da por perdido, pero esta vez se trataba de una oleada rebelde entre un núcleo sensible de sus propios apoyos. En la Red se estaban formando espontáneas ciberbarricadas y esa manifestación, incorpórea pero masiva, sí le importaba. Tuvo que salir de inmediato con bandera blanca aunque fuese para echar a los leones a González Sinde, que apenas unas horas antes había dicho a un improvisado comité de blogueros que nadie puede cambiar una ley en una reunión. La ministra, que no es de las que no tienen a dónde ir, ya está tardando en presentar su renuncia.

En todo caso, la turborrectificación zapateril ha dejado tocado del ala su proyecto más publicitado. Nadie sabe qué pintaba el asunto de las descargas piratas en una ley llamada de Economía Sostenible, pero es el problema de utilizar un mantra como celofán político para envolver cualquier cosa. Si se llamase Ley de Economía Productiva, o de Recuperación Económica, quedaría voluntarista pero comprensible. Sin embargo el Gobierno ha preferido apelar a ese tópico de la sostenibilidad para respaldar su tenue intento de reformismo económico, un totum revolutum de medidas alicortas en el que algunos técnicos han debido de pensar que cabía todo lo que se les pasara por la cabeza, y al primer tapón descorchado ha salido zurrapa. Los abogados de la SGAE y del clan de artistas se acogieron a sagrado para colar un párrafo a su conveniencia que ha convertido la flamante norma en un tropiezo-express. En un abrir y cerrar de ojos, en lo que dura un relampagueante pantallazo de ordenador, los internautas se han cargado el invento emitiendo sobre la tal ley un diagnóstico demoledor: es tan insostenible que el Gobierno no la ha podido sostener ni un triste día.


ABC - Opinión