domingo, 13 de diciembre de 2009

Ni Policía ni televisión. Por M. Martín Ferrand

HERMANN Tertsch, brillante frecuentador de estas páginas, ha sufrido dos agresiones que invitan a meditar sobre la endeblez de nuestras estructuras sociales y políticas. Una, la más tremenda, fue de naturaleza física. Un canalla le pateó por la espalda mientras, en un pub, consumía la última copa del día, la que nos sirve a muchos para aliviar el examen de conciencia que conviene al final de una jornada. Ese es un asunto meramente policial y el hecho de que una semana después del atentado, producido en un lugar cerrado y con testigos, no conozcamos la identidad del agresor demuestra la escasez funcional del Ministerio del Interior, entregado a los grandes asuntos de la seguridad del Estado en olvido de la protección a los ciudadanos.

La segunda de las agresiones padecidas por Tertsch, la primera en el tiempo, me parece de mayor gravedad y es sintomática del impresentable modelo audiovisual, publico y privado, que padecemos. Un programa pretendidamente humorístico de La Sexta, «El intermedio», manipuló unas imágenes del periodista en el transcurso del informativo que presenta y dirige en Telemadrid y, aunque sea difícil verle la gracia al montaje, le tildó de asesino múltiple. Le presentó como un malvado dispuesto a llevarse por delante a un largo muestrario de gentes indeseables. Eso es muy alarmante porque, en diferencia con la patada que le rompió unas costillas, la grosería difamatoria, la bellaquería calumniosa, está a la orden del día en las televisiones que se dicen respetables y, para parecerlo, presentan en el vértice de sus pirámides de poder a personajes de generalizado respeto.

Tertsch podría ser una provocación constante para la olvidada polémica periodística. Su transformación personal y profesional acreditan una cierta indigestión en las lecturas del errático André Gluksmann, del confuso Mijail Bulgakov o de otros especimenes intelectuales del corte de Adam Michnik. Esos son elementos para un debate enriquecedor, de los que tanta falta hacen y no suministran los medios audiovisuales. Pero lo de la patada, que clama al Purgatorio, o lo del agravio de La Sexta, que clama al Cielo, son muestras de un Estado que no funciona y de una Nación que ha alcanzado un nivel de envilecimiento insufrible y repugnante. La libertad conlleva responsabilidad y, como dijo George Bernard Shaw, que no era de derechas, por eso la teme la mayoría.


ABC - Opinión

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