Al mal gusto y a la procacidad de la campaña se añade la impertinencia de la invasión pública de la esfera más íntima de los jóvenes, usurpando un espacio propio de la educación familiar, como es la sexualidad, que, además, en esta iniciativa de la Junta extremeña, es enfocada desde una perspectiva puramente física y amoral. Por si hubiera alguna duda al respecto, los contenidos de la campaña han sido subcontratados a una tienda de productos eróticos llamada «Los placeres de Lola», marca comercial que no remite precisamente a una institución docente.
Para agravar el despropósito, los promotores de esta campaña, el Consejo de la Juventud y el Instituto de la Mujer de la Junta de Extremadura, se justifican con el manoseado argumento de la lucha contra los «estereotipos» y la «discriminación de género», como si algo tuviera que ver la masturbación con todo esto. Más deberían preocuparse por la complacencia de una parte de la juventud hacia la violencia de género y reflexionar sobre la pérdida de valores que conduce a la falta de respeto entre hombres y mujeres. La banalización de la sexualidad entre los jóvenes, como la que alienta la Junta de Extremadura, tiene mucho que ver con la despersonalización de las relaciones humanas y el menosprecio hacia cualquier propuesta educativa basada en la exigencia de responsabilidad y madurez. Luego nadie debería sorprenderse por las consecuencias que causa este tipo de modelo de juventud que propone, promueve y financia la Junta de Extremadura.
ABC - Editorial
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