miércoles, 8 de julio de 2009

La torpeza de Camps y las anchoas de Zapatero. Por Antonio Casado

Tiene razón Camps cuando califica la situación que le pone al borde del banquillo de “absurda” y “estrafalaria”. Con su decisiva colaboración. Ha gestionado el culebrón de los trajes con inexplicable torpeza y ahí están los resultados. Tiene todas las papeletas para comparecer ante un jurado popular por un asunto de menor cuantía, gracias a su rara habilidad para darse tiros en el pie: negar las evidencias, fustigar al mensajero, buscar la exculpación en las urnas y remitirse permanentemente a los jueces.

“Solo hablaré ante los jueces”, decía. Ya ha hablado ante los jueces y lo volverá a hacer el próximo día 15. Pero no se apea de su irresistible inclinación a dispararse en el pie. Ahora dice estar a dos o tres escaloncitos de la verdad, en la cuenta atrás hacia el final de la pesadilla. Otro mal paso de Camps. En vez de anunciar el desenlace debería limitarse a reclamar respetuosamente el archivo de la causa a través del recurso de sus abogados contra el auto del magistrado Flors. Sin embargo, se empeña en sugerir la inminencia de su exculpación.

Una forma de tocarle las narices al Tribunal Superior de Justicia de Valencia. Digo yo que está sugiriendo el inmediato archivo de la causa, pues de otro modo no hablaría de los dos o tres escaloncitos que faltan para dejar el asunto en el baúl de los recuerdos. Bonita manera de expresar su respeto por el trabajo de los jueces y la independencia de la justicia ¿O más bien se trataba de impugnar el auto del instructor, cuando Camps hizo estas innecesarias declaraciones ayer, en Algemesí?

Aunque tuviera razón, el presidente valenciano no se hace un favor al criticar, siquiera veladamente, la “estrafalaria” situación creada con las resoluciones del magistrado: imputación por cohecho pasivo y juicio con jurado popular. Eso es cosa de sus abogados. O de los periodistas, que tenemos la obligación de analizar el auto, donde se reconoce que no hay cohecho propiamente dicho (regalos a cambio de concesiones), aunque el juez se siente obligado a salvaguardar los valores sociales. Por ejemplo el deber de un gobernante de ser honorable y de parecerlo.

Es como si el magistrado-instructor, José Flors, hubiera dicho, o pensado: no hay cohecho en su versión más reprobable pero como la Justicia también ha de fomentar los valores públicos, voy a empapelar a Camps, por no haber sido ejemplar en su comportamiento, a la luz de esa figura, “cohecho pasivo”, cuyo reproche penal no va más allá de una multa de 2.500 euros. Según el auto conocido el lunes, no es ejemplar quien se deja obsequiar en razón de su cargo, aunque los obsequios no tiendan a obtener una determinada prestación. Así lo reconoce expresamente en el auto.

En resumen, si el recurso de Camps no prospera, las consecuencias serán mínimas en lo penal y máximas en lo político. La imagen del presidente de una Comunidad sentado en el banquillo no es lo mejor para su carrera personal ni para la causa del PP. Además, la imagen de un gobernante mentiroso. Eso es peor que dejarse regalar un par de trajes y, desde el punto de vista político, casi tan malo como gestionar el culebrón de forma tan torpe como lo ha gestionado Camps.

Lo que le faltaba era la singular aportación de Rita Barberá, que ayer comparó los trajes de Camps con las anchoas que Revilla, el presidente cántabro, le regala a Zapatero. La diferencia, entre otras, es que Zapatero jamás ha dicho que se pagase él las anchoas, mientras que Camps sí ha dicho que se pagaba los trajes ¿O no era verdad que se los pagase?

el confidencial - Opinión

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