Los diarios han difundido una fotografía de Zapatero impartiendo doctrina a la sombra de un cedro. Ignoro hasta dónde llega la riqueza botánica de los jardines de la Fundación Vera; pero, si había donde elegir, el cedro señala la vocación faraónica del líder. La madera de cedro -del Líbano, del Himalaya o del Atlas- es quebradiza y de escaso valor, pero no se pudre nunca. Por eso, en Egipto, la utilizaban para fabricar sarcófagos y otras piezas funerarias. Con todo, a pesar de que todas las variedades de tan hermosa conífera tienden a centenarias, yo no le aconsejaría al presidente insistir en el uso de tan hermoso palio para sus sermones veraniegos. Su piña es de buen tamaño y la inesperada, pero posible, caída de una de ellas sobre su cabeza, en plena disertación magistral, podría hacerle perder la compostura y el respeto de quienes mañana, o pasado mañana si el zapaterismo se perpetúa, serán sus sucesores en la cúspide del partido.
En esta ocasión, a la sombra de un cedro, el marco resulta coincidente con el cuadro. Quien está imbuido de que es la ley, y no la ciencia y la técnica, lo que debe determinar la vida útil de una central nuclear es, como los faraones, dueño de la verdad y la vida. Por ello mismo insiste en que España «puede ser líder en energías renovables». ¿No sería más provechoso tratar de ser autosuficientes en las energías que nos podamos permitir? Lo eólico y lo fotovoltaico pueden arruinarnos.
ABC - Opinión
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