Para afrontar la cuestión lingüística, mascarón del proa de la causa nacionalista, Núñez Feijóo no se ha dejado impresionar por la apropiación ilegítima que los nacionalistas han hecho de la lengua de su comunidad, y ha decidido, sencillamente, preguntar a los padres de familia en qué idioma quieren que se eduque a sus hijos, el español o el gallego. Porque Galicia, en la senda de Cataluña, marchaba a pasos agigantados hacia la imposición del gallego en todo tipo de aulas. Lo que fue una de las causas de la derrota del bipartito en las pasadas elecciones. Pues, aunque pocos amarán su lengua más que los gallegos, pocos conocen mejor que ellos la importancia del español para moverse por el mundo. Tampoco creo que Núñez Feijóo sea menos galleguista que Touriño o Quintana. Creo, en cambio, que es más inteligente -o más honesto- que ellos, y que sabe mejor lo que necesita su tierra, como lo saben los gallegos, a quienes piensa consultar sobre un asunto tan trascendental como es la formación de sus hijos. Si responden que quieren que sea en gallego, perfectamente, es su decisión y su responsabilidad. Pero si dicen que es en español, que no nos vengan con más gaitas, nunca mejor usada la expresión. Y sospecho que ésta será la decisión de la mayoría, ya que, en otro caso, quienes hubieran hecho esa consulta hubiesen sido los nacionalistas. Y no la hicieron cuando podían. Por algo será.
«Discrepo del nacionalismo de importación, que se afana en sembrar el sentimiento antiespañol; y también de los grupos minoritarios que usan la lengua como arma», ha dicho Núñez Feijóo. Unas palabras que deberían de figurar en el frontispicio de todo Gobierno autonómico que trabaje por el bien de sus ciudadanos, y no de aprovechar el amor a la patria chica en beneficio particular.
ABC - Opinión
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