viernes, 26 de junio de 2009

Bárcenas no es lo mismo que Chaves o Camps. Por Fernando Jaúegui

Luis Bárcenas, tesorero del Partido Popular y senador por Cantabria, debe dimitir. Ya. No puede añadir a las muchas presunciones de culpabilidad o juego poco estético que acumula la hipótesis de que chantajea a su partido con las cosas que ha ido sabiendo en el ejercicio de sus cargos para exigir una protección que Rajoy no puede, ni debe, darle.

Estoy casi seguro de que, al final, su trayecto por el Supremo acabará bastante bien para él. No importa: lo verdaderamente relevante es el daño que pueda hacer a la imagen del PP y a la marcha de su partido hacia La Moncloa. Mariano Rajoy, que es persona sin duda honesta, pero con escaso coraje político, ha de forzar su salida del cargo que ocupa.


No me comparen el caso Bárcenas con el del ex presidente de la Junta andaluza, Manuel Chaves, ni con el del president de la Generalitat valenciana, Francisco Camps. Las acusaciones que pesan sobre los dos últimos no tienen comparación con las que afligen a Camps o Chaves, y la situación judicial de cada uno es sensiblemente diferente: el "caso Camps", basado en el regalo de unos trajes al líder de los populares valencianos, carece de enjundia, se empeñe quien se empeñe en lo contrario. Y el "caso Chaves" ha sido engordado con evidente ánimo de "vendetta". Otra cosa es que, estéticamente, la actuación de ambos arroje, para ellos, un penoso balance: el poder corrompe aun incluso dentro de un marco de honradez. Ocurre, además, que muchas veces la estética no tiene un correlato penal, y suele ser perdonada por los electores.

Lo de Bárcenas es peor: ha sido incapaz de explicar, más allá del despacho de Rajoy, los movimientos de sus cuentas bancarias. Ha evitado siempre a la prensa y ha rechazado cualquier posibilidad de dimitir, aun cuando el cerco judicial en torno a él se estrecha. Este jueves pasé unas horas en los pasillos del Congreso de los Diputados: no había uno solo en el grupo Popular que no pensase, a micro cerrado y con promesa de respetar el anonimato, que Bárcenas tiene que abandonar su despacho en la sede "popular" de la madrileña calle Génova.

Algunas veces me he permitido opinar que el director del CNI, Alberto Saiz, también tiene que dejar ya su cargo de jefe de los servicios secretos. No porque haya pescado o cazado con dinero particular o público, no porque haya utilizado o no buceadores del Centro para limpiar su piscina: tiene que irse porque el CNI, que vela por nuestra seguridad, está dejando de ser seguro. Pues Bárcenas, respetando también su presunción de inocencia, lo mismo. Ya no es apropiado para el cargo, y en una empresa privada lo hubiesen echado.

¿Hasta cuándo?

Periodista Digital - Opinión

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