sábado, 16 de mayo de 2009

LOS PLANES FUGACES DE ZAPATERO>

VISTO lo visto, los tres planes estrella que Zapatero anunció en el pasado debate sobre el estado de la Nación eran medidas orientadas más a la propia salvación del Gobierno y a su supervivencia política que a paliar la gravedad de la crisis económica. De lo dicho por el jefe del Ejecutivo poco o nada se hará realidad en los términos anunciados. Ahora resulta que el tope de 24.000 euros brutos anuales que marcaba el límite para las deducciones en el IRPF por la compra de vivienda era una cifra aproximada y susceptible de ser revisada. La gratuidad de los ordenadores para los alumnos de 5º de Primaria tampoco será tal, sino que estará sujeta, al parecer, a los niveles de renta de la familia y dependerá, en todo caso, de la voluntad de las Comunidades Autónomas. El plan automovilístico de Zapatero de ofrecer 2.000 euros para la compra de un coche se quedará por el momento en sólo 500, después de que Comunidades como Madrid o Cataluña hayan dicho que no cofinanciarán la medida por tener ya en vigor otras alternativas. En apenas tres días, la promesa de Zapatero ha menguado un 75 por ciento. Entretanto, numerosas operaciones de venta de vehículos cerradas antes del plan se han roto o aplazado a la espera de que el comprador sepa a qué atenerse y si va a recibir o no la cantidad ofrecida por el presidente.

Da la impresión de que Zapatero juega con pólvora ajena y sus planes se construyen como castillos en el aire. Nada más lógico que el Gobierno hubiera consensuado antes sus medidas con las distintas Autonomías, sobre las que hace recaer el peso de sus propuestas con una ligereza impropia de quien está obligado a no defraudar las esperanzas con promesas de imposible o difícil cumplimiento.

Lo que ocurre es que si Zapatero y su Gobierno hubieran negociado con anterioridad con las Autonomías, el presidente no podría haber jugado la baza de la sorpresa en el debate sobre el estado de la Nación y el golpe de efecto no habría sido tal. Esto en política se llama oportunismo, que es una práctica que suele volverse en contra de quien la ejecuta, porque con cuatro millones de parados y una economía maltrecha los españoles no están para que se les distraiga con señuelos y guiños, sino para recibir realidades tangibles y no sujetas a la contienda política.

Es la estrategia de corto recorrido de un Gobierno obsesionado con ir salvando a trompicones su propia figura la que está dañando más la confianza colectiva. Poco les importa a los españoles quién ganó el debate, si Zapatero o Rajoy, porque lo que quieren y necesitan nada tiene que ver con la victoria, siempre subjetiva, que unos y otros se atribuyen al término de la batalla parlamentaria. Resultaría un sarcasmo que el Gobierno buscara el triunfo en el debate para mantener la figura del presidente y se olvidara de que aquí no cabe más mérito que el de la victoria conjunta de la sociedad frente a la crisis.

Zapatero habrá salido más o menos indemne de su batalla parlamentaria, peros sus planes se desvanecen a la misma velocidad que disminuye la confianza de quienes creyeron que las medidas anunciadas en el Congreso no estaban sujetas a la letra pequeña de un complejo y confuso libro de instrucciones.

ABC - Editorial

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