domingo, 3 de mayo de 2009

DESTALIBANIZACION

Ofensiva del ejército paquistaní, presionado por Estados Unidos, para detener el avance talibán.

Los planes del presidente Obama para poner fin a la guerra de Afganistán pasan por la colaboración de un ejército como el paquistaní, que desde hace años prefiere pactar en vez de luchar. Pero el disgusto de Washington con la pasividad del presidente Asif ali Zardari, junto a la temeridad de los talibanes, que han llegado a 100 kilómetros de Islamabad, han persuadido al Gobierno de que ha de actuar. Y desde hace una semana ha lanzado una ofensiva para desalojar al enemigo de la provincia de Buner, desde donde amenazaba la capital.


Estados Unidos planea en el vecino Afganistán una ofensiva contra las provincias de Helmand, Kandahar y Zabul, donde se cultiva gran parte del opio del país -un 60% de su PIB-, para acabar con un comercio que engrasa la máquina de guerra talibán. Tras su rápida victoria en 2003 en la guerra convencional, las fuerzas occidentales, de las que EE UU lleva la parte del león con sus 30.000 soldados, han ido perdiendo el control del territorio en favor de los irregulares que operan en la frontera entre Afganistán y Pakistán, y de ahí que en el Pentágono se hable de Af-Pak como único teatro militar. Sin destruir el poder talibán en Pakistán, en connivencia con elementos del ejército y de los servicios de información, es imposible ganar la guerra mayor.

Pero no parece que Pakistán vaya a jugárselo todo a esa estrategia, porque el Gobierno es sólo un poder más y no quien tiene todo el poder, con una opinión pública que se opone a combatir en una guerra percibida como de interés puramente norteamericano. El Ejército paquistaní, con más de 600.000 efectivos y en posesión del arma atómica, es poderoso, pero está organizado para hacer frente al enemigo tradicional, la India, más que a irregulares fanatizados talibanes.

Obama sabe que para ganar la guerra ha de negociar y golpear; lo segundo resulta relativamente fácil, aunque no siempre se acierte en el blanco, pero para lo primero hay que saber con quién hacerlo. La diplomacia norteamericana trata de convencer al presidente paquistaní para que asocie a su Gobierno al jefe de la oposición, Nawaz Sharif, bien relacionado con los islamistas moderados, para que éstos frenen a los yihadistas. Aislar políticamente al terrorismo parece un objetivo a medio plazo de la política norteamericana en la zona, pero de momento Pakistán tiene que frenar con las armas el avance de los fanáticos hacia el sur.

El País - Editorial

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