miércoles, 13 de mayo de 2009

DESBARAJUSTE. Por Alfonso Ussía

Dos ministras anuncian que las niñas de 16 años pueden abortar a su capricho y antojo, sin permiso paterno ni receta médica

Sería muy conveniente que los ministros de Trabajo, señor Corbacho, de Sanidad, señora Jiménez, y de Igualdad, señora Aído, se reunieran a tomar un café. O una copita, si les gusta más. Sus rumbos son tan errados y contradictorios que han superado con creces el suceso de la condecoración a Antonio Mingote en el anterior Régimen. Así que Antonio se hallaba dibujando en su despacho, cuando Isabel le entró una carta que le había enviado a mano el ministro de Exteriores. «Por su genialidad continuada en los dibujos publicados en ABC, le ha sido concedida la Gran Cruz de Isabel la Católica». -Pues ¡bueno!-, comentó Mingote con su estallante expresividad.


Y siguió dibujando. Pocos minutos más tarde, también Isabel, le llevó otra carta, igualmente enviada a mano, del ministro de la Gobernación. «Lamentamos comunicarle que por sus continuas ofensas e ironías contra el Régimen, aparecidas en sus dibujos publicados en ABC, ha sido sancionado con una multa de 25.000 pesetas, con independencia del proceso judicial que se ha abierto contra su persona». -De acuerdo, pero a ver si me dejan terminar el dibujo-. En el mismo día, y casi a la misma hora, el Gobierno premiaba y castigaba a Mingote por interpretación descoordinado de sus dibujos. Unos gansos. Ayer, las señoras ministras de Sanidad y de Igualdad, con sonrisa de victoria, anunciaron que la píldora «del día después» se dispensará en las farmacias sin necesidad de receta y sin límite de edad. Para conducir hay que cumplir los dieciocho años, y para abortar no es necesario ni el permiso paterno en las menores de edad. Y sin receta, a pesar de los efectos adversos que denuncian los farmacéuticos. Por eso mostraban tanta felicidad esa atractiva pareja de gamberras. Aquí vale todo, parecían decir mientras se reían a mandíbula batiente. En el mismo día y a la misma hora, el ministro de Trabajo, señor Corbacho, que está pasando por una mala temporada, buscaba fórmulas para garantizar las pensiones, que pocos años atrás estaban garantizadas, y en la actualidad, tararí que te vi. Corbacho no se reía tanto como sus compañeras en el Gobierno. Es hombre de seriedades altas y reflexiones dolorosas. Para tomar copas, sin duda alguna, infinitamente mejores doña Trini y doña Bibi, que amenizan con su sonrisa su espectacular ignorancia. De llamarme para solicitar mi compañía en un bar, no tardaría en responder que sí. A una y a otra. Si lo hiciera Corbacho, me lo pensaría más. Con el ministro de Trabajo más que a tomar unas copas a un bar le encaja degustar un café en la barra de un tanatorio. Pero el hombre hace lo que puede. Y de tanto buscar fórmulas para garantizar las pensiones en el futuro, ha encontrado la solución. También la adelantó ayer. «La primera medida para asegurar las pensiones es fomentar la natalidad». Manda huevetes. Sin entrar en trifulcas morales, éticas o religiosas, dos ministras anuncian que las niñas de 16 años pueden abortar a su capricho y antojo, sin permiso paterno ni receta médica, y el ministro de Trabajo anuncia que la primera medida para asegurar las pensiones no es otra que nazcan más niños. Al menos, que se pongan de acuerdo, porque están dando una imagen de desbarajuste conmovedora. Ellas, sonrientes, abriendo la máquina de eliminar a los indefensos, y él tan serio y formal, defendiendo, en nombre de la economía, la natalidad. Coordine, Zapatero.

La Razón - Opinión

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