sábado, 2 de mayo de 2009

DECLIVE SINDICAL

CON más de cuatro millones de parados, de los que varios cientos de miles no cobran subsidio alguno, una demoledora tasa de desempleo superior al 17 por ciento -más del doble de la media europea-, una reducción preocupante del superávit de la seguridad social y un decrecimiento cercano al 3 por ciento en el PIB del último período internanual, el 1º de mayo de este año era el más indicado desde 1978 para que los sindicatos asumieran su responsabilidad con la clase trabajadora. Sus antecedentes inmediatos de huelgas generales, especialmente la que organizaron contra el Gobierno de Aznar, apuntaban a que CC.OO. y UGT exhibirían una sensibilidad reforzada. Sin embargo, el sindicalismo español está dando muestras de una extravagante forma de entender su función social, comportándose como filiales de la propaganda del Gobierno y asumiendo el papel de arietes contra los iconos favoritos de la izquierda en tiempo de crisis, como el mercado, la clase empresarial y el liberalismo.

La confusión de personalidad que atenaza a los sindicatos españoles es una de las características más notables de la actual crisis económica, porque si con los datos que día a día se acumulan son incapaces de armar un discurso de reivindicación que tenga como destinatario al Gobierno, acabarán suicidándose socialmente. Está clara la razón por la que Rodríguez Zapatero es hoy el único presidente europeo capaz de pedir «cariño» a un sindicato socialista. Los mensajes que ayer lanzaron los líderes sindicales podían haberse oído en el Consejo de Europa durante la comparecencia de Zapatero. Lejos de ser una mera coincidencia, la utilización de los mismos dardos verbales contra las empresas y el mercado demuestra que la izquierda anda necesitada de chivos expiatorios que expliquen por qué España, cuya economía está intervenida o condicionada administrativamente por los cuatro costados, es la que aporta dos tercios del desempleo generado en Europa. Y esta explicación es inaplazable porque las acusaciones de codicia, especulación e insolidaridad se dirigen contra sectores económicos sometidos al control de agencias o entidades públicas reguladoras con capacidad de inspección, fiscalización y sanción, a las que nadie pide cuentas por los resultados de su gestión. Que la única entidad financiera intervenida hasta hoy haya sido una caja de ahorros representa un fallo clamoroso en el diagnóstico antiliberal.

El problema de descrédito que sufren los sindicatos tiene su origen en el seguidismo que practican con el Gobierno, a sabiendas de que su limitada implantación entre los trabajadores no les permitiría desenvolverse con autonomía frente a los poderes políticos. A Aznar le montaron una huelga por un decreto que ponía coto a los abusos del subsidio y propiciaba la movilidad laboral, recetas que hoy están defendidas por los más cualificados expertos, esos a los que el Gobierno y los sindicatos mandan callar, como si la realidad a la que se refieren fuera ocultable. Las circunstancias son hoy mucho más perjudiciales para los trabajadores, pero los sindicatos han elegido jugar como peones de la estrategia del Gobierno de echar la culpa a los demás, pasando por alto que no hay Gobierno más antisocial que aquel que no frena la pérdida de miles de puestos de trabajo al día.

ABC - Opinión

0 comentarios: