lunes, 13 de abril de 2009

Gente de tierra y sangre. Por Gabriel Albiac

¿Cuál es la lengua en que hablan los políticos?

Palabras en Bilbao. Ayer, domingo. Manifiesto del PNV en su «día de la patria». Festejo hilarante para los como yo: para todos aquellos a quienes una sonora lista de apellidos vascuences no salva -porque no les da la gana- de la degeneración cosmopolita. Sacramental liturgia para los creyentes en la tectónica fe en los mitos patrios de lengua, tierra y sangre. Georges Brassens, hace cuarenta años, se pitorreaba de eso en una descacharrante canción que glosa a «los imbéciles felices que han nacido en algún sitio». Un peligro de gente. Pero Brassens está muerto y enterrado. Y sus «felices imbéciles», más contentos que nunca de haberse conocido. Y mucho más numerosos. Respetados, incluso. Yo seré menos que polvo y nada de recuerdo, y estos del terruño patrio, hemomanía y neurona monótona seguirán dando la vara al que se tercie. Intemporales. Al fin, en este mundo, de nada salvo de la estupidez se dice lo eterno.


Palabras en Bilbao, ayer. Perfectas. En lo que limpiamente retratan la sesera del que habla. Más aún, el encefalograma de aquel que escucha sin fenecer de la risa. Palabras. De un enfermo. Que hiciera de sus fobias doctrina, sin temor al ridículo: «Vuestra raza, singular por sus bellas cualidades, pero más singular aún por no tener ningún punto de contacto o fraternidad ni con la raza española, ni con la francesa, que son sus vecinas, ni con raza alguna del mundo, era la que constituía a vuestra Patria Bizkaya; y vosotros, sin pizca de dignidad y sin respeto a vuestros padres, habéis mezclado vuestra sangre con la española o maketa, os habéis hermanado y confundido con la raza más vil y despreciable de Europa, y estáis procurando que esta raza envilecida sustituya a la vuestra en el territorio de vuestra Patria». Palabras de un pobre tipo no muy en sus cabales. El que acuña el salvífico lema bajo el cual ponían fe y esperanza los creyentes de ayer domingo. Redoble fundacional de Sabino Policarpo Arana: «Etnográficamente hay diferencia entre ser español y ser euskeriano, la raza euskeriana es sustancialmente distinta a la raza española... El roce de nuestro pueblo con el español causa inmediata y necesariamente en nuestra raza ignorancia y extravío de inteligencia, debilidad y corrupción de corazón, apartamiento total, en una palabra, del fin de toda humana sociedad... La patria de los vascos es Euskadi. Nuestra única patria es Euskadi». Y exégesis de sus sacerdotales discípulos de un siglo luego: «Euskadi es una nación con todos los derechos... Testimonio vivo de un pueblo con identidad propia..., depositario de un patrimonio histórico, social y cultural propio y asentado geográficamente en siete territorios ubicados en dos Estados a ambos lados de los Pirineos... Nuestro objetivo político es consolidar un marco político y jurídico en el que el sujeto político del pueblo vasco en su integridad tenga definido el derecho a decidir su futuro: el reconocimiento del derecho de autodeterminación». Y a uno le lleva un viento de estupor leopardiano: Non so se il riso o la pietà prevale... ¿Risa o piedad? Pero, tras de la Europa de los años treinta, risa o piedad ante esto son por igual imposibles.

¿Cuál es la lengua en que hablan los políticos?

Palabras en Berlín. 1933. «Estamos en el final del siglo de la razón. La soberanía de la inteligencia es una degradación patológica... Desconfiemos de la inteligencia, de la conciencia, y fiémonos de nuestros instintos... Sólo sobrevivirá la raza más viril y la más dura». Cierto pintor de brocha gorda austriaco: Adolf Hitler. ¡Qué pesadez, las gentes de terruño, raza y sangre!

ABC - Opinión

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