martes, 28 de abril de 2009

BRUNI. Por Alfonso Ussía

Esta cumbre, que será como todas las cumbres, sólo tiene un interés. Ella. Y ella lo sabe. Y nos enamorará a todos.

Cumbre hispano-francesa en Madrid. La gente llama para ser invitada a la cena de gala del Palacio Real. La gente tiene muy poca vergüenza. A las personas que maniobran para ser invitadas por los Reyes no les importa nada el resultado de la reunión bilateral. Quieren ver a la Bruni. Como yo, pero me aguanto. Además, yo conozco a Carla Bruni de tiempos pasados. La conocí en una concentración hippy-ecologista en Saint Jean de Trois Eglises, hace unos años. Y tuve que dejarla en Aix les Bains una semana más tarde por los tostones que me daba con sus canciones mañaneras. Los hipotensos no soportamos la música hasta bien entrada la mañana. De todas maneras, reconozco que conocer a Carla Bruni tiene su importancia. Cuando Sarkozy se topó con ella creció siete palmos. Es como una diosa. A estas alturas de mi escrito debo reconocer que es mentira nuestra relación anteriormente descrita.


No existe Saint Jean de Trois Eglises, no abandoné a Carla en Aix les Bains, y jamás he formado parte de una concentración hippy-ecologista. El único objetivo de mi farol ha sido el de originar cólicos de envidia entre los lectores en el breve plazo de diez líneas. Reconocida mi bola, paso a lo fundamental. Esta mujer que nos ocupa la mente es extraordinaria. Me encantan los juncos mimosos. No ha sido necesario gastar ni un euro ni un día para que sepa representar con naturalidad su papel de mujer del Presidente de la República Francesa, que como es de todos conocido, es la República más monárquica del mundo, y su Presidente, casi un Rey absoluto. Sarkozy viene del exilio, de la indómita y romántica Hungría, y sabe que es bajito. Lo último es importante. España está llena de bajitos con vocación de altos, y así nos va. Y de altos que se avergüenzan de serlo y anuncian otoños con joroba. Carla Bruni es altísima, pero su otoño no será corcovado ni contrahecho. Ni el de Sarkozy un atardecer triste. Lo más preocupante de Sarkozy es que piensa que Zapatero es tonto, y no contento con ello, va y lo dice. Así que la cumbre va a resultar un poco incómoda, si bien sus objetivos, los de España y Francia, son casi coincidentes, con un matiz que los distancia. Francia combate la crisis con inteligencia y España con demagogia, y en casos como éste, la inteligencia y la demagogia viven cada una por su lado. Pero me voy del fundamento de esta reflexión manuscrita, que estoy escribiendo a mano, último detalle de cortesía que puede ofrecer un escritor a una mujer bellísima. Carla Bruni consiguió, hace unos meses, que la Reina de Inglaterra le dedicara tres horas seguidas de atenciones y palabras. Eclipsó a la mujer de Obama en Londres. En Holanda, las féminas de la Familia Real holandesa parecían quesos de bola a su lado. Quesos de bola de color naranja. En Egipto interrumpió los sueños de los faraones. Lo de España está por ver, pero va a resultar histórico. Los periodistas de por aquí quieren establecer comparaciones con otras mujeres, y eso no promete buenas intenciones. Esta maravilla de la naturaleza no admite comparación con nadie. Cuando Sarkozy la lleva a todas partes, por algo será. Y ahí están los ridículos esnobs de nuestra sociedad, llamando a Protocolo para acariciar sus manos en la tanda de saludos. Que se fastidien. Esta cumbre, que será como todas las cumbres, sólo tiene un interés. Ella. Y ella lo sabe. Y nos enamorará a todos. Pero conmigo no tiene nada que hacer. Nací digno.

La Razón - Opinión

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