domingo, 8 de febrero de 2009

Despilfarro y ocultismo

EMILIO Pérez Touriño es un político cuya gestión como presidente de la Xunta de Galicia se recordará por su complacencia hacia los socios radicales del PSdeG en el bipartito y por una alarmante carencia de soluciones eficaces a los problemas reales. Como sucesor de Fraga, es evidente que su capacidad de gestión sale malparada con cualquier criterio comparativo. El máximo responsable del Ejecutivo gallego ha sido noticia, sobre todo, por una gran facilidad para el despilfarro del dinero público en gastos perfectamente inútiles. La opinión pública recibió en su día con indignación las noticias sobre el coche blindado (más caro que el de Obama, según algún análisis reciente) y sobre los lujos superfluos en la reforma de su despacho oficial. Ahora los ciudadanos exigen explicaciones rigurosas sobre las denuncias formuladas por ABC acerca de materiales tan exóticos como las sillas modelo «Oxford», los ventanales inteligentes o los pavimentos acristalados que adornan salas cuyo uso es muy poco frecuente. En lugar de justificar hasta el último euro gastado en tan sorprendentes adquisiciones, Touriño se niega a contestar a las preguntas de este periódico y utiliza el viejo truco de cargar contra el mensajero para eludir la respuesta obligada en democracia. Tal vez el todavía presidente de la Xunta se considera a sí mismo como titular de un poder absoluto, cuando no es más que un político surgido del aparato de su partido y encargado de gestionar -a base de concesiones- una coalición que crea más problemas de los que resuelve. Si pretendía ser ingenioso mediante la fórmula «siguiente pregunta» que reiteró en su reciente rueda de prensa, el candidato socialista debe saber que mientras no conteste como debe la cuestión será siempre la misma: ¿es aceptable malgastar el dinero público en plena crisis? Hay muchos miles de parados que reclaman una rectificación urgente. Como los hechos no se pueden negar, la única solución es dar marcha atrás y eliminar estos gastos exorbitantes que suponen una ofensa moral para los ciudadanos que sufren carencias elementales.

No es ético, ni estético, ni políticamente admisible que un presidente autonómico incumpla de manera flagrante el deber que impone el artículo 31 de la Constitución: la programación y la ejecución del gasto público debe responder a criterios de eficiencia y economía. El candidato socialista ha viajado a Iberoamérica en busca del voto de los gallegos con la esperanza de que allí no llegue el eco del escándalo y no le pidan cuentas sobre su derroche. Las encuestas anuncian un resultado muy ajustado y, en este sentido, el PP puede obtener provecho electoral no sólo de la pésima gestión del bipartito, sino también de este escándalo reiterado, que se agrava cuanto más hablan los socialistas de austeridad.

Mientras que Núñez Feijoo ha reaccionado con rapidez ante las dudas que suscitaba un candidato popular en asuntos fiscales, Touriño sigue empeñado en callar y esperar que pase la tormenta. Parece no ser consciente de que la crisis hace más sensibles a los ciudadanos ante estos privilegios injustificados de un sector de la clase política que mancha el buen nombre de muchos políticos honrados y causa un grave daño a la legitimidad del sistema. Es intolerable tirar el dinero en caprichos absurdos. A la Xunta no le hacen falta sillas de diseño ni vehículos de último modelo, sino trabajo duro y eficaz al servicio del interés general.

ABC - Opinión

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