sábado, 10 de enero de 2009

Maleni sepultada por su incompetencia

«Si a estos incentivos perversos del poder público le añadimos una gestora que difícilmente podría ser más inútil, el resultado sólo puede ser el que viene padeciendo España desde hace cinco años: una impotencia total frente a los elementos.»

La ola de frío siberiano que azotó ayer a España ha colapsado todo el país: carreteras, aeropuertos, escuelas y numerosas empresas se han visto paralizadas por la nieve. Las autoridades, supuestas encargadas de garantizar el funcionamiento de las infraestructuras y de los espacios públicos, sólo han sabido justificar su pésima actuación apelando a dos argumentos contradictorios: "no es todavía el momento de buscar responsabilidades" (según De la Vega) y "todos los españoles tienen su parte de culpa en lo sucedido" (de acuerdo con Magdalena Álvarez).


Si este discurso esquizofrénico ya muestra una importante desorientación dentro del Gobierno, la lamentable comparecencia de la ministra de Fomento –tartamudeando, equivocándose, descartando preguntas incómodas y siendo incapaz de aportar una explicación coherente de lo que ha sucedido– aporta la guinda a todas las sospechas sobre la incompetente actuación de las Administraciones Públicas. Si varias horas después de que la nieve cubriera la mayoría de las ciudades españoles, Maleni todavía ni era consciente de la magnitud del problema ni capaz de preparar una comparecencia que no resultara insultante para los españoles, debe dimitir de manera inmediata como ministra de Fomento. No es que no tuviéramos ya razones suficientes para exigirla, pero el esperpento que protagonizó ayer mientras los españoles padecían su total incompetencia ya la convierte en una necesidad inaplazable.

Que Barajas, el mayor aeropuerto de España, se cierre casi por completo durante más de cinco horas ante un fenómeno meteorológico de este tipo, no sólo muestra una enorme falta de previsión, sino sobre todo una flagrante carencia de medios para responder con celeridad ante las eventualidades que puedan producirse. Si es que resulta imposible prever este tipo de temporales con anticipación suficiente como para preparar una respuesta, desde luego sí habría que ser conscientes de que estos fenómenos pueden acaecer y de que, por tanto, es necesario contar con la flexibilidad suficiente para adaptarse a las circunstancias.

Las empresas privadas no sólo se caracterizan por su habilidad para pronosticar el futuro, sino para gestionar la incertidumbre. Si son incapaces de proporcionar buenos servicios, simplemente quiebran y desaparecen del mercado. Pero en este país cada vez que se produce un evento inusual que rompe las tareas rutinarias de los organismos públicos –ya sea aire, agua, nieve o fuego–, la vida social de los ciudadanos se ve totalmente interrumpida sin que se produzcan cambios serios dentro de la Administración.

Tal vez –y esto habría que ponderarlo– simplemente resulta demasiado caro que destinemos ingentes cantidades de recursos para estar permanentemente alerta ante cualquier posible problema que pueda surgir. Quizá salga más "barato" sufrir de vez en cuando este tipo de inconvenientes y ahorrarnos todos los caros dispositivos que nos permitirían evitarlos. Sin embargo, si ese es el caso, los políticos deberían explicarlo sin medias tintas y, sobre todo, cerrar todos los organismos que no sirven para lo que dicen que deben servir.

Lo cierto es que el sector público posee incentivos para hipertrofiar el tamaño de las infraestructuras más allá de lo que puede abarcar. Para las empresas privadas, éstas son sólo un medio para proporcionar un servicio, que es en última instancia lo que valoran los clientes. Por ese mismo motivo, tan importante como la construcción de la infraestructura es su mantenimiento.
Para el Estado, sin embargo, la obra pública es un medio para captar votos, especialmente si se inauguran antes de las elecciones; su mantenimiento, en cambio, supone un gasto superfluo, con escasa visibilidad y, por tanto, con nulos réditos electorales.

Claro que si a estos incentivos perversos del poder público le añadimos una gestora que difícilmente podría ser más inútil, el resultado sólo puede ser el que viene padeciendo España desde hace cinco años: una impotencia total frente a los elementos. Parece que ya ha llegado la hora de las dimisiones o de los ceses.

Libertad Digital - Opinión

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Maleni quiere decir es que en media España NO NEVÓ sino que fueron "precipitaciones de agua congelada" por culpa de las bajas temperaturas

Anónimo dijo...

Toma calentamiento global...

Anónimo dijo...

Eso pasa por tener ministra 'por cuota'