domingo, 28 de diciembre de 2008

Zapatero, el navegante. Por Manuel Martín Ferrand

CUANDO las gentes de tierra adentro recurren a los símiles marineros hay que echarse a temblar. Suele ser un indicativo certero de que no tienen nada que decir y lo náutico, como el gris marengo, tiende a combinar con todo. Ha dicho José Luis Rodríguez Zapatero, incierto gobernante y showman con clientela, que «la tempestad es fuerte, pero ahora tenemos un barco sólido que conoce bien su rumbo». ¿El barco? A la tripulación se la ve descompuesta y el propio Zapatero recuerda a Luis Francisco de la Cerda y Aragón, IX duque de Medinaceli. Fue nombrado general de las galeras de Nápoles, pero tuvo que dejar el cargo porque se mareaba.

«2009 va a ser un año difícil», ha dicho también el presidente del Gobierno en su última aparición en público. ¿Habrá llegado él solo, sin la ayuda de ninguno de sus varios cientos de asesores, a tan mostrenca conclusión? Alguno de ellos, aunque solo fuere por justificar su sueldo, podría advertir a su magnánimo empleador que cuando no hay nada que decir resulta prudente permanecer en silencio. La vaciedad absoluta, en la que últimamente tanto se ejercita, confunde a la gente de buena voluntad y desorienta a los demás. Con la herencia que nos deja el 2008, ¿sería posible un 2009 facilón y sin problemas?

El paro es, según Zapatero, «el efecto más pernicioso» de la situación que padecemos; pero, dijo igualmente, «tenemos la esperanza razonable de que a partir de la segunda mitad de 2009, el horizonte será algo más favorable». Es decir, la esperanza de Zapatero circula con retraso sobre el horario previsto. Hace una semana nos aseguraba que en el próximo mes de marzo, para la primavera, crecería «un volumen estimable de empleo»; pero, al parecer, eso queda para julio, para el verano. Poco le duran los vaticinios a este hombre y debe señalarse en su contra que, por lo común, no suelen variar a nuestro favor.

Los datos que contempla Pedro Solbes, procedentes de la Síntesis de Indicadores Económicos de su Ministerio -¡tenemos de todo!-, «apuntan a una acentuación del debilitamiento». Eso, descriptado, quiere decir que esto no marcha. Los tecnócratas no mienten, enmascaran. Algo mucho más perverso y engañoso, pero más sostenible frente a los tecnócratas de la oposición que, por cierto, tampoco explicitan sus fórmulas para enfrentarse a la crisis. Hablar de reducción del gasto público sin entrar en detalles es tan vacuo e inane como lo del barco de Zapatero.

Dado que aquí nunca pasa nada, y ese el gran drama nacional, el IX duque de Medinaceli recibió como premio a su incapacidad para mandar galeras el nombramiento de virrey de Nápoles y entra en lo probable, más que en lo posible, que Zapatero, en 2012, vuelva a ser elegido para presidir el Gobierno de España. El espectáculo continúa.

ABC - Opinión

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