jueves, 6 de noviembre de 2008

Tierra de promisión. Por Tsevanrabtan

(Para Voyeure, con afecto envenenado)

Estoy contento por dos razones que demuestran que soy un hombre moderno, lleno de complejidades y contradicciones, que es lo que hay que ser. Ya saben que para que una serie o un peli se convierta en una serie o una peli de culto, el héroe tiene que tener un lado oscuro, barba de varios días y no llorar (recuerden que siempre podemos hacer que lluevaalobestia y le corran chorretones de agua por la cara).

En fin, siempre me desvío del asunto. Decía que son dos las razones: la una es que ha ganado Obama; la otra es que Voyeure está mosqueada porque ha ganado Obama, al que compara con Zapatero. Más aún: incluso afirma que Sarah Palin le gusta, adoptando el papel de corifeo de un grupo terrible de presión que me manda correos electrónicos airados. ¡Sí, me alegro de que se mosquee(n) y poder llevarle(s) la contraria!

Al menos podremos discutir sobre cosas que nos motivan. Podremos discutir sobre candidatos serios, con un pasado magnífico a sus espaldas (¡salvo Palin, coño!). Sobre instituciones prestigiosas. Sobre discursos en los que se mencionan muchas veces las palabras ciudadano y democracia. En los que la alabanza al otro forma parte de las formas.

Les molesta (sí, sí, reconocedlo) que Obama sea un símbolo de la progresía. ¡Ah! qué poco americanos son.

La realidad es que muchos son los focos de la civilización y muchos son los frutos del trabajo de los hombres. Y el eurocentrismo nos lleva a la ignorancia, al desconocimiento y, lo que es peor, al desprecio. Pero esa idea es una idea que nace en la propia civilización occidental. La única que tiene una determinada pulsión universal. Esa pulsión deriva de una semilla extraordinaria que se hace fuerte en las polis griegas y en el Estado romano. Y que se nutrirá de la fuerza del comunitarismo germánico. La idea de ley y de ciudadano con derechos y deberes.

Por eso sí hay que afirmar que hay algo superior en la civilización occidental. Su sistema jurídico-político es mejor, es más grande y nos inspira más. Nace y crece entre las piedras de Europa y se hace verdaderamente en el mundo anglosajón. Es hora de reconocerlo. Hace pocos años, sólo cien apenas, los ingleses y los americanos fueron los custodios de un mundo amenazado por construcciones totalitarias mezcla de un nacionalismo perverso, fundado en el espíritu de un pueblo, un creación romántico-medieval, y un falso racionalismo que se apartó de la finalidad ilustrada: la búsqueda de la felicidad como derecho individual.

Los discursos de Obama y de McCain, magníficos ejemplos de buenas maneras y de optimismo, pueden rozar a menudo una visión excesivamente idílica del mundo y estar cargados de un voluntarismo alejado de la realidad material. Pero es cierto que el nacionalismo americano se inspira en ideas peligrosas, porque no todos podemos pertenecer a la nación entendida como efluvio de la tierra, o ser de la raza correcta escogida por Dios, pero sí podemos ser de esa nación de ciudadanos libres que deciden, también librementre, qué quieren para el futuro, cómo construirlo.

¡Qué idea más poderosa! Más aún cuando la oímos en la voz de un negro y coincide con la voz del hijo de un almirante, que acalla los abucheos, hablando del futuro, diciendo a los que desconfían del socialista con nombre árabe, que ése es su presidente y que los americanos no se rinden porque construyen su historia. Y ves los gestos de los que seguramente odian a Obama, pero están orgullosos de pertenecer a una nación que es capaz de elegirle.

Sí, estoy encantado porque, remedando a Kennedy, yo también soy un estadounidense .Y sonrío cuando escucho a Zapatero decir que Obama tiene en España un amigo; porque no ha entendido nada. Obama quizás no sepa que Obama no es nadie; que es sólo un servidor público, el principal, pero sólo eso. Y que un Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica no tiene amistad con otras naciones. Pero si tuviera que apostar diría que sí, que sí lo sabe; que es muy poderoso, pero lo sabe.

Obama nos defraudará porque las expectativas son infundadas. Pero lo que no nos puede defraudar es el pasado. Hace tiempo lo dije. Estas palabras ...

Sostenemos como evidentes en sí mismas estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados; que cuando quiera que una forma de gobierno se haga destructora de estos principios, el pueblo tiene el derecho a reformarla o abolirla e instituir un nuevo gobierno que se funde en dichos principios, y a organizar sus poderes en la forma que a su juicio ofrecerá las mayores probabilidades de alcanzar su seguridad y felicidad. La prudencia, claro está, aconsejará que no se cambie por motivos leves y transitorios gobiernos de antiguo establecidos; y, en efecto, toda la experiencia ha demostrado que la humanidad está más dispuesta a padecer, mientras los males sean tolerables, que a hacerse justicia aboliendo las formas a que está acostumbrada. Pero cuando una larga serie de abusos y usurpaciones, dirigida invariablemente al mismo objetivo, evidencia el designio de someter al pueblo a un despotismo absoluto, es su derecho, es su deber, derrocar ese gobierno y proveer de nuevas salvaguardas para su futura seguridad y su felicidad.

... son disolventes; disuelven los propios postulados en los que se basan. No explican el mundo, sólo nos dicen qué hacer para cambiarlo. A cada uno de nosotros.

Rumbo a los Mares del Sur

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