sábado, 19 de enero de 2008

La reunión de la C/ Génova. Ahora sí.

La cantidad de cosas que hay que hacer un sábado por la mañana. He ayudado a hacer los desayunos, he tenido que cambiar unos libros de sitio para rellenar un mueble nuevo, he tenido que llamar por teléfono a mi hermana porque hoy operaban a mi cuñado de un quiste en la garganta, he estado buscando una película de los niños que se ha perdido y no aparece, he estado configurando el PC de mi hijo para incluirlo en la red local de casa… ¡y luego dicen que el fin de semana es para descansar! En fin, que hasta ahora mismo no he tenido tiempo de sentarme y relatar lo que me han contado sobre la reunión famosa de la Calle Génova.

Lo primero que hay que decir es algo que, hasta donde yo sé, nadie ha dicho. Hasta el martes por la tarde, es decir, hasta justo antes de la reunión famosa, Gallardón estaba en las listas del PP por Madrid para las elecciones del 9 de marzo. No es cierto que Rajoy haya demorado mucho la decisión ni tampoco que la inclusión de Gallardón dependiese del sí de Pizarro; Gallardón tenía el compromiso de Rajoy de ir en la lista, no como número dos (que es una chorrada y no sirve para nada), tanto si Pizarro iba como si no iba. El tasfondo de interés mutuo estaba claro: Rajoy quería a Gallardón en la lista porque entiende que el Alcalde añade votos y no los resta, y no es necesario recordar una vez más que, pese a lo que puedan bramar desde las ondas, Gallardón es hoy por hoy el alcalde más votado de la historia de Madrid y puede presumir de ser el primer mandatario popular que le ganó una gran plaza (la CAM) a las invencibles huestes del PSOE de González; por su parte, Gallardón vive obsesionado con acceder a la Presidencia del Gobierno y eso sólo lo logrará si asiste desde un escaño en el Congreso, que es donde se da la verdadera batalla política, a una posible dimisión de Rajoy si pierde las elecciones del 9 de marzo.

Por eso, el martes por la tarde, Gallardón se estaba vistiendo para irse a la Ópera a ver el estreno de Tristán e Isolda con su mujer. No me pronuncio sobre los gustos musicales del Alcalde de Madrid (yo coincido con aquel crítico que dijo que la Ópera de Wagner tiene momentos sublimes y cuartos de hora lamentables), pero sí digo que Ruiz Gallardón recordará esa composición con amargura el resto de sus días: antes de salir hacia el Real, recibió una llamada de Rajoy convocándole a una reunión urgente e inesperada en la sede del partido.

Allá que se fue el munícipe, in albis. Al llegar, le sorprendió hallar que ya se encontraban allí, en la antesala del despacho del Presindente del partido, tanto la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, como el Secretario General de los populares, Ángel Acebes. Rajoy estaba en su despacho, al parecer. Fue una espera breve y, se supone, bastante tensa, más o menos como si Steve Jobs y Bill Gates bajasen juntos en un ascensor; pero lo peor es que lo que Gallardón no sabía es que ambos dirigentes no iban a reunirse con Rajoy, sino que venían de reunirse con él. Él no iba, realmente, a ninguna reunión, sino sólo a que le hicieran un comunicado.

Rajoy salió al rato del despacho con un papel en la mano, papel que leyó de corrido sin interrumpirse y en el cual, en suma, se contenía la negativa final a incluir a Gallardón en la lista, pese a habérselo confirmado semanas antes, todo ello envuelto en palabrería de politicastros (“hay que sumar y no restar, todos deben trabajar por el partido desde sus resposabilidades”, etc.)

Según parece, el alcalde reaccionó desabridamente, preguntándole a Rajoy mientras señalaba a Aguirre:

- Eso ¿lo has escrito tú o te lo ha escrito ésta?

Ahí parece que se organizó la mundial, que hubo gritos y que el Alcalde, fuera de sí, afirmó que dimitiría porque estaba claro que, en su propio partido, no era ni respetado ni querido. Rajoy trató, por lo que se ve, de arrancarle un compromiso de no hacer declaraciones altisonantes por el bien del partido en un momento tan crítico; el Alcalde, sin embargo, ya hemos visto que no pudo aguantarse el genio y ya la mañana siguiente declaró que a partir del 9 lo echaría todo a rodar. Y ojo, porque parece que la decisión, por mucho que diga Fraga, no está descartada.

Pero ¿qué había sucedido en Génova en las horas previas y por qué Rajoy había decidido sacar a Gallardón de una lista para la cual lo había confirmado semanas atrás?

Pues había sucedido que Aguirre le había pedido a Rajoy audiencia para manifestarle que ella también quería ir en las listas del partido por Madrid lo mismo que el Alcalde.

- Esperanza -, le repuso Rajoy -, no sé cuantas veces le habrás encargado a los servicios jurídicos de la Comunidad que estudien la forma en que, siendo Presidenta de la Comunidad, pudieras al mismo tiempo ser candidata al Congreso, y cada vez te han respondido que eso es imposible.

- No me has entendido, Mariano. Estoy decidida a dimitir para ir en las listas, salvo que saques al Alcalde. O los dos, o ninguno.

Parece ser que Rajoy reaccionó airadamente y le vino a decir que si quería dimitir, que dimitiera, pero que él hacía las listas según su leal saber y entender. Pero entonces es cuando Aguirre pronunció las palabras mágicas:

- Mariano, yo manejo Telemadrid, El Mundo y la COPE: tú sabrás si quieres tenerlos a favor o en contra durante toda la campaña.

El resto ya lo sabemos: rodó la cabeza del alcalde y Aguirre tiene, desde el martes pasado, el aspecto de ser el gato que se comió al canario.

Cuando Garganta Profunda me hizo estas revelaciones, yo le salí con mi objeción del otro día, es decir, si esto, si este infame chantaje no terminaría pasando factura a la propia Aguirre, si Rajoy no se la guardaría para el futuro. Mi interlocutor me miró con conmiseración:

- Para eso hace falta tener aliados en el partido y lo cierto es que Rajoy, en el partido, no pinta nada. Aznar lo puso por eso, porque pensaba que las elecciones se ganaban de calle y no quería desairar a ninguna de las familias del partido; como Rajoy no tenía familia, todos contentos, o mejor, nadie descontento. Aguirre, Zaplana y Acebes tienen la sartén por el mango.

Todo esto no modifica sensiblemente mis opiniones del otro día al respecto aunque, desde luego, ensombrece aún más el papel desempeñado por Aguirre, desvela de un modo descarnado la extrema debilidad de Rajoy y pone de manifiesto una vez más la progresiva polanquización de la relación entre el PP y sus medios afines - afines siempre y cuando puedan manejarlo a su antojo, claro.

No querría cerrar este relato sin una reflexión personal que puede no estar desprovista de interés. Las elecciones del 9 de marzo son cruciales, qué duda cabe, y en ellas se juega buena parte del destino de España tal como la conocemos. Pero también se juega, sin duda alguna, el futuro de uno de los dos grandes partidos nacionales, el PSOE y el PP. Si el PSOE perdiera las elecciones y no pudiera formar gobierno, a Zapatero, como dice mi buen amigo Balbás, no le dará tiempo ni a llegar a Ferraz: se lo habrán comido los cocodrilos de su partido por el camino, porque Zapatero durará lo que dure en la cresta de la ola. Ha dejado el partido como un solar, ha decapitado o traicionado a la mayor parte de la vieja guardia felipista (desde Císcar a Bono, desde Ibarra al propio Balbás) y, si la suerte deja de sonreirle, el partido le hará escabeche.

Pero la situación del PP es aún peor. Si Mariano Rajoy no es capaz de formar gobierno habrá perdido todo el poco crédito que le quede y, antes que sufrir otros cuatro años en la parrilla de la oposición, se verá forzado a dimitir; y en el Congreso no habrá nadie con la personalidad, el apoyo y la talla para ocupar la posición de líder. Con Gallardón y Aguirre fuera y enemistados hasta el odio; con Rato y Mayor Oreja en la lejanía; con Acebes y Zaplana estigmatizados por medio mundo y con lastres demasiado pesados; con el propio Aznar ejerciendo de perro del hortelano, ¿quién tomará el relevo? ¿Pizarro, un recién llegado sin experiencia política ni apoyos dentro de las estructuras profesionalizadas del partido? ¿O habrá que volver a los viejos tiempos de Hernández Mancha, obligado a hacer oposición desde fuera del hemiciclo y a responder a las intervenciones parlamentarias del Presidente por los pasillos?

El 9 de marzo se decidirán asuntos de enorme calado pero, además, uno de los grandes partidos caerá para no levantarse en mucho tiempo. Me temo que sé cuál de los dos va a ser.

Freelance Corner

1 comentarios:

Anónimo dijo...

como está el patio en todos los lados.